Las enfermedades y la muerte no son meras casualidades.
Hoy en día hay muchas enfermedades y también muchas muertes a causa de ellas; y estas enfermedades se atribuyen a factores como la genética, la contaminación del medio ambiente, la inadecuada alimentación, la vida sedentaria, los malos hábitos y los vicios, etc. ¿Será que realmente el proceso de enfermar y de morir está gobernado solo por estas circunstancias?
Texto:
Deuteronomio 32:39.
“Ved ahora que yo, yo soy, Y no hay dioses conmigo; Yo hago morir, y yo hago vivir; Yo hiero, y yo sano; Y no hay quien pueda librar de mi mano”.
CONCLUSIONES.
Si tenemos un Dios infinito en poder, en sabiduría y en
inteligencia, debemos estar plenamente convencidos que fuera de crear al hombre
a su imagen y semejanza, también tiene potestad y dominio sobre sus vidas, máxime
para aquellos hijos de Dios que son guiados por el Espíritu Santo; pues cabe
anotar que los que pecan voluntariamente son del diablo y que, por ende, él
también tiene potestad sobre ellos: “El que practica el pecado es del
diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de
Dios, para deshacer las obras del diablo”. 1 Juan 3:8.
Y si Dios tiene potestad y dominio sobre nuestras vidas,
entonces Él decide el tiempo oportuno y el tipo de enfermedad que debemos
padecer y también define si dicha enfermedad tendrá un final de bendición para
nuestras vidas o si ella nos llevará a la muerte. Es difícil hablar de esto;
pero Dios afirma en su palabra que Él es el que hiere y que también sana, así
mismo que Él es quien hace morir y también hace vivir: “Yo hago morir, y yo
hago vivir; Yo hiero, y yo sano”.
Hay que recordar que toda enfermedad conlleva a las
aflicciones y que estas tienen propósitos específicos en la vida de cada
hombre; principalmente son analgésicos, por decirlo así, que ayudan a mitigar
los efectos del orgullo, la vanidad y la arrogancia del hombre; y que en muchos
casos son necesarias las aflicciones, para hacer que el hombre reconozca que es
pecador, y se arrepienta de sus malos caminos y decida recibir a Cristo como su
Señor y Salvador.
En cuanto a las circunstancias adversas, estas también
son gobernadas por Dios, pues ellas hacen parte de la vida natural y por el
hecho de que el hombre haya sido expulsado del huerto del Edén, entonces es que
debemos pasar pruebas, duros trabajos, sudor, agotamiento y también cansancio:
“Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del
árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu
causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te
producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el
pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo
eres, y al polvo volverás”. Génesis 3:17-19.
Y por mucho que el hombre recurra a otros recursos para aliviar sus dolencias como oración, medicinas y plantas (para el caso de los cristianos) o brujos, hechiceros, sahumerios, irrigaciones, santería, etc. (para el hombre común), mientras sea la voluntad de Dios, estos dolores o enfermedades seguirán afligiendo la vida del hombre, hasta que Dios decida en su buena voluntad, el retirar de ellos dichas pruebas. Es necesario aclarar, que en la vida del cristiano son totalmente indispensables las aflicciones para forjar su carácter y para llevarlo a una madurez espiritual, llena de virtudes como la paciencia, el amor y la fe.
Y si se trata de algo que está poniendo en peligro
nuestra existencia, Dios es el único que puede sacar el alma y el espíritu del
cuerpo, que es la condición que se debe cumplir para que el cuerpo muera y ni
siquiera el diablo puede hacer esta tarea sin el permiso de Dios, pues para
enfermar a Job tuvo que contar con la aprobación de Dios, quien también le
ordenó que no tocara su vida y por eso dice el texto: “Y no hay quien pueda
librar de mi mano”; máxime cuando el mismo Dios expresa que no hay otro
igual a Él que gobierne sobre toda carne: “Ved ahora que yo, yo soy, Y no
hay dioses conmigo”.
¿Han escuchado hablar de la muerte súbita? Esta se da
cuando no hay causas aparentes para que un ser humano esté expuesto a la muerte;
pues podría la persona estar sana, saludable, de cuerpo atlético y de vida
tranquila; pero de un momento a otro lo sorprendió la muerte, entonces ¿Qué sucedió?
La explicación es simple, Dios ya tenía estipulado un día y una hora, hasta el
cual debía vivir dicho individuo y existen millones de ángeles encargados de
vigilar el libro de la vida y hacer cumplir lo que allí está escrito por Dios;
en cuyo caso deben viajar a la tierra y extraer el alma y espíritu del hombre o
mujer que deba pasar hoy a la eternidad.
Otra cosa es dónde va a pasar la eternidad esa criatura
que acaba de morir; pues si muró sin Cristo en el corazón y viviendo según los
designios de la carne, entonces los ángeles de la muerte permitirán que los
demonios se hagan presentes y tomen el alma y el espíritu del difunto y lo
conduzcan hacia el infierno; por el contrario, si vivió en obediencia y
santidad a Dios, entonces el cuerpo espiritual del difunto será conducido al
paraíso, mientras llega el tiempo del juicio final.
Algunos se preguntarán, ¿Si Dios es poderoso, entonces
por qué el mundo padece de tantas enfermedades? La situación es fácil de
explicar, pues el hombre en los tiempos antiguos fue desobediente a Dios y por
tanto expulsado del huerto del Edén y allí afuera quedó expuesto a la enfermedad y la muerte; y su
situación hoy en día es peor, pues va en decadencia, cada día más alejado de
Dios y más sumido en el pecado y la indiferencia delante de Dios; por lo tanto,
si el hombre no se arrepiente y tampoco busca de Dios, entonces Dios se verá
obligado a mantener estas enfermedades, como una manera de llamarle la atención.
Y por eso Dios promete sanarnos y sanar nuestra tierra si nos convertimos de
todo corazón: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es
invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos
caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré
su tierra”. 2 Crónicas 7:14.
Estimado hermano y amigo, si sufres enfermedades o has
estado al borde de la muerte, recuerda que es Dios quien tiene potestad sobre
la vida y también sobre la muerte; y que no seremos sanos mientras sea la
voluntad de Dios el mantenernos en dicha situación y que tampoco moriremos mientras sea la voluntad de Dios el mantenernos vivos.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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