El hombre es malvado desde su juventud.
Texto:
Génesis 8:20-21.
“Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal
limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió
Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la
tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón
del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como
he hecho”.
CONCLUSIONES.
Pareciera que el dicho de la introducción fuera acertado;
pero si lo confrontamos con la palabra de Dios, encontramos que el hombre como
individuo tiene intenciones de hacer lo malo aún desde cuando tiene uso de
razón; así que, si no hubiera una sociedad corrompida, el hombre por su
naturaleza pecaminosa haría más fácilmente lo malo que lo bueno, porque eso es
lo que le agrada; a no ser que se convierta a Cristo, muera al viejo hombre de
pecado y pase a conformar el pequeño grupo de los redimidos de Jesucristo.
Y es durante toda la vida como individuo pensante, que el corazón del hombre está inclinado hacia el mal (a excepción de los convertidos a Cristo): “Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto se van a los muertos”. Eclesiastés 9:3.
La prueba de que el mal está en el corazón del hombre y
no en la sociedad como tal, es que Dios hizo al hombre bueno y lo colocó en el
huerto del Edén, pero este finalmente se corrompió creyendo en las mentiras que
le susurraba la serpiente o el diablo, dado que aquellas insinuaciones les
parecieron agradables; y lo mismo ocurrió luego del diluvio universal, del cual
quedó Noé junto a su familia, que a pesar de que eran seres buenos, la sociedad
que formaron sus descendientes finalmente se volvió a corromper porque querían
desafiar a Dios construyendo una torre que llegara hasta el cielo.
La verdad es que hacer el mal, resulta más simple, fuera
de que trae beneplácito al corazón del hombre; pero hacer el bien resulta
complicado, porque puede traernos angustias e infringirnos dolor por causa de
los que andan en contra del bien.
Nos dice la historia bíblica sobre el diluvio universal,
que el nivel del agua sobrepasó las cumbres más altas de los montes y que por
tal razón no hubo ser viviente sobre a la tierra que pudiera sobrevivir,
incluyendo al hombre malvado y perverso de aquella época; y que solo pudieron
escapar Noé y su familia, con las siete parejas de animales de toda especie que
había sobre la tierra en este entonces y que subieron al arca junto con Noé.
Aquella generación era perversa, pero no solo en aquella
época había malos; sino que, en todo tiempo, desde que Dios colocó seres
inteligentes sobre la tierra, la mayoría de los hombres han sido perversos y solo
unos pocos han dejado la maldad para buscar de Dios y por esa razón dice Dios:
“Porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud”
El hombre cuando tiene uso de razón se ha inclinado más
por el mal que por el bien; pues parece que el mal le produce placer en su
corazón y además de esto hay un mundo que con sus malos hábitos y su mal
ejemplo contamina a la gente joven que apenas está madurando o formando su
carácter y los ayuda a tomar la mala decisión de obedecer al mal y este termina
caminando entre la corriente de este mundo, la cual desemboca en el abismo
infernal.
Estamos hablando de que el mal es todo aquello que
contradice la voluntad de Dios; por ejemplo decir mentiras, hablar
vulgaridades, ser orgulloso y vanidoso, ingerir algún tipo de licor, tener
vicios que van en contra el cuerpo, convivir con una persona fuera de los lasos
del matrimonio, practicar inmundicia con personas del mismo sexo, no
trabajar por pereza, honrar imágenes e ídolos, ignorar al prójimo con
necesidades, ignorar el llamado al arrepentimiento de parte de Dios, desechar al
único y verdadero Dios, vivir en función del mundo con sus pasiones y deseos;
etc.; esto quiere decir, que no solo es malvado el que roba o mata a otro, sino
todo aquel que transgrede los mandamientos de Dios, no importando si es un
mandato pequeño o grande.
Y por eso es que el hombre necesita de un salvador,
alguien que lo limpie de esa naturaleza pecaminosa y que lo ayude a salir de
esa rueda viciosa de la maldad, y para eso fue que Dios envió a su hijo
Jesucristo, para ser crucificado y que a través de su sangre derramada en la
cruz, pudiera redimirnos del pecado, limpiarnos de nuestra naturaleza perversa y
hacernos justos delante del Padre, para poder participar de la herencia
celestial que Él tiene preparada para los que abandonan el pecado y le buscan
es espíritu y en verdad: “Pero que ahora ha sido manifestada por la
aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz
la vida y la inmortalidad por el evangelio”. 2 Timoteo 1:10.
Otro factor de mucho peso en la contaminación del hombre
es la existencia del ejército de las tinieblas, el cual está al mando de
satanás y cuyos propósitos son el pervertir a la humanidad y de esta forma
hacer que con sus actos se distancien de Dios y causen su ira en contra del
hombre. Entonces las tinieblas están prestas en todo momento a persuadir (no a
obligar) a la humanidad de tener como ciertas varias mentiras como estas: Que
Dios no existe y que el todo en la vida es disfrutar de las pasiones del mundo
y de los placeres de la carne; y por esta razón es que se incrementa el pecado
y la perversidad en este mundo; pues si al hombre le encanta el pecado y hay
varios demonios insinuándole que tome este camino, entonces el corazón del
hombre lo haya irresistible.
Mientras el hombre siga siendo inconverso; es decir, que
no se haya arrepentido, ni haya recibido a Jesucristo como sus señor y
salvador, entonces seguirá siendo un instrumento de las tinieblas, apto para
participar del pecado y de la injusticia, para dar mal ejemplo y también para
incitar a otros a pervertir los mandatos de Dios. Un caso simple de este
problema se haya en el vestuario de las mujeres, aquellas que usan vestidos
ajustados y con poca tela, para deleitar los ojos de los hombres con su
desnudez y así pervertir su mente, para que siempre estén pensando en cometer
pecados como la fornicación, el adulterio y la inmundicia; hasta llegar al
punto de lo que sucede hoy con el abuso sexual y muerte de menores. A estas
mujeres, el diablo las hace sentir bien frente al espejo y les estimula el
orgullo y la vanidad cuando van caminando y meneando sus caderas por las calles,
causando con ello la envidia y la admiración de otros.
Y hasta la generación en la que nació Jesús era perversa,
tanto que lo desecharon como hijo de Dios y no le creyeron a pesar de los
milagros, prodigios y sanidades que hacía en medio del pueblo; y al cual
finalmente crucificaron, todo porque decía ser el Hijo de Dios, cosa que no era
tolerada por los grupos religiosos de ese entonces como los fariseos, saduceos,
sacerdotes y escribas.
Con mucha más razón, la generación de hoy es aún más
perversa que las anteriores, pues tienen más instrumentos y también más
recursos para pecar, para cometer injusticias, para destruir la naturaleza y
también para destruir al hombre (la máxima creación de Dios), el cual fue hecho
a la imagen y semejanza de Dios. Hoy tienen a su disposición las redes sociales
para interactuar con otras personas y compartir información perversa y también
tienen a su disposición grandes galerías de videos pornográficos, para
satisfacer sus instintos carnales.
También en internet se hayan instructivos paso a paso, para hacer maldad
o construir dispositivos conque se pueda hacer maldad.
Y por causa de la perversidad del hombre dice Dios en su Palabra que no hay un solo justo sobre la tierra, exceptuando los justificados y lavados por la sangre del Cordero: “Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios”. Marcos 10:18. Veamos otro texto: “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque”. Eclesiastés 7:20.
¿Habrá forma de que esta inclinación malvada y perversa
de la humanidad pueda corregirse?
La única forma en que puede cambiar es a nivel
individual, cuando cada individuo reconozca que es pecador y acuda arrepentido
a los pies de Cristo; es decir, que acepte y se acoja al plan de redención que
se ideó Dios a través de su hijo Jesucristo.
No hay forma de que esto ocurra en forma masiva, pues el
hombre común no está dispuesto a negociar con Dios y a entregarle su voluntad
para que Dios gobierne sobre su vida, y por lo tanto un cambio a nivel grupal
es imposible que se dé. Y por eso, aunque haya hambrunas, guerras, catástrofes,
pandemias, etc.; y la gente angustiada clame a Dios, no habrá forma de que las
multitudes se conviertan, porque no se trata de clamar a Dios y esperar que
Dios responda con una conversión masiva de la humanidad; solo se trata de que
el hombre en forma individual acepte el evangelio y el plan de salvación de
Jesucristo, que se arrepienta, que reciba a Jesucristo como su salvador, que
muera al viejo hombre de pecado y que nazca de nuevo, para que su naturaleza
sea compatible con la de Dios.
Además de lo anterior, Dios ha estipulado, que el bien y
el mal deben convivir y crecer juntos, para que el día de la siega, sea
arrancada la cizaña (el mal) y echada en el fuego (el infierno) y que el trigo
(el bien) sea cosechado y echado en los lagares de Dios (el cielo); pues si se
trata de arrancar el mal, las personas buenas que se han convertido a Cristo,
podrían ser afectadas; esta situación es parecida a cuando en un avión se
quieren exterminar a unos terroristas a bordo y al ejecutar esta acción, resulta
perforado un tanque de combustible o el sistema hidráulico del avión, causando
que también perezcan las personas buenas que van dentro del avión: “Dejad
crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo
diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para
quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. Mateo 13:30.
Además, si Dios quitara el mal de este mundo, entonces
también tendrían que desaparecer las aflicciones y las tribulaciones, que
constituyen el horno de fuego necesario para probar y limpiar a todo cristiano,
para quitarle las escorias y presentarlo limpio y puro delante de Dios. Y si no
hay instrumentos para purificar al hombre, entonces finalmente Dios, no tendría
hombres que le amen en espíritu y en verdad, que es lo que Él finalmente espera.
Estimado hermano y amigo, el hombre es malvado desde su
juventud y esa realidad no la pueden cambiar las religiones, ni los gobiernos,
ni la sociedad, ni los individuos mismos; sino solamente Jesucristo el hijo de
Dios, quien puede lavar con su sangre a cada ser humano para quitarles su
inmundicia y hacerlos criaturas nuevas, aptas para entrar al reino de los
cielos; pero esto solo sucederá si el hombre deja la indiferencia y entrega su
vida a Jesucristo.
Y aun los que se creen buenos, ellos también han
rechazado la obra redentora de Jesucristo y por consiguiente hay rebelión en
sus corazones y también necesitan de conversión. Y en cuanto a los religiosos
que se creen buenos porque siguen dogmas y tradiciones, ellos también son
perversos delante de Dios, porque han cambiado los mandatos de Dios por
mandamientos y tradiciones de hombres y en religiones como la popular, han
cambiado al Dios vivo por imágenes de metal, de madera o de yeso; las cuales no
pueden ver ni oír y mucho menos pueden salvar al hombre.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

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