Todos los días no son iguales.
Cuando los días son buenos, dice el hombre: “Es mi día de suerte”; pero cuando los días son malos, entonces el hombre reniega, le reclama a Dios y hasta maldice. ¿Sabrá el hombre quién hizo lo uno y lo otro?
Texto:
Eclesiastés 7:14.
“En el día del bien goza del bien; y en el día de la
adversidad considera. Dios hizo
tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él”.
CONCLUSIONES.
Partimos del hecho que Dios es el creador de todo el
universo y también de todo lo que existe dentro de él, incluyendo cosas y
creaturas; y que, si hizo algo tan grande y complejo, también podrá determinar
qué circunstancias buenas o adversas acompañarán al hombre en cada día de su
vida sobre la tierra.
¿Y cuál es el mandato de Dios referente a las circunstancias
de cada día?
Si nuestros días son buenos, entonces gocémonos, pues
esto dice el Señor: “En el día del bien goza del bien”, pero también debemos
dar gracias a Dios por ello: “Dad gracias en todo, porque esta es la
voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. 1 Tesalonicenses 5:18.
Si nuestros días son malos, entonces consideremos que
solo hay un autor del día y de todas las circunstancias que lo rodean, pues
esto dice el Señor: “Y en el día de la adversidad considera”, por lo
cual debemos colocar en manos de Dios estos días, junto con sus situaciones
adversas y también gozarnos en ellas, puesto que como cristianos debemos
participar de los padecimientos de Cristo, porque luego cuando Él sea
glorificado, entonces nosotros también lo seremos: “Sino gozaos por cuanto
sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la
revelación de su gloria os gocéis con gran alegría”. 1 Pedro 4:13.
¿Entonces, debemos gozarnos también en los sufrimientos?
Claro que sí, pues esta es la voluntad de Dios y la explicación de esto es que,
si nosotros nos alegramos, entonces el enemigo de nuestras almas ya no podrá
reír, sino que más bien se enfurecerá por cuanto no pudo lograr sus objetivos
de hacernos la vida imposible un día más y procurar que reneguemos de Dios y
nos apartemos de sus caminos; además de esto Dios se glorifica en la debilidad
que producen nuestros padecimientos: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia;
porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me
gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de
Cristo”. 2 Corintios 12:9
Es de anotar que el hombre común no es participante de
los padecimientos de Cristo, por cuanto no se ha convertido y aún le sirve a
satanás y por ende su situación es aparentemente más placentera sobre la tierra
dado que no encuentra tropiezos; pero al final tendrá que afrontar los juicios
de parte de Dios.
Hablo de lo que debe hacer el pueblo cristiano para estar
en armonía con Dios; pero si usted todavía anda buscando los placeres y los
deleites del mundo, debe concientizarse que eso solo lo llevará al castigo
eterno y que debe arrepentirte, recibir a Jesucristo como salvador y vivir en
obediencia y santidad a su Palabra, para que sea digno de padecer como
Jesucristo y luego también de ser glorificado junto a Él en la dispensación de
los siglos.
Nuestro Creador nos aclara que “Dios hizo tanto lo uno
como lo otro”; y que esto solo tiene una finalidad y es hacerle entender al
hombre que más allá de los días no encontrará absolutamente nada, sino
tinieblas; que es lo mismo que encontrará si no se arrepiente y busca al único
Dios vivo, cuyo nombre es Jehová de los Ejércitos: “A fin de que el hombre
nada halle después de él”.
Habrá por supuesto días medio buenos y también medio
malos; pero la intensidad de lo bueno o lo adverso no está dada por las
circunstancias, sino por Dios que tiene el control de todo, aún de las
circunstancias, y como prueba de ello, Dios mantiene contados nuestros
cabellos: “Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No
temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Lucas 12:7
Estimado hermano y amigo, muchos andan contentos en el
mundo, congraciándose con el pecado y abrazando la injusticia; pero esto solo los
convierte en enemigos de Dios y sus enemigos serán echados en el horno de fuego
y azufre luego del juicio final. Ni siquiera piense que Dios está contento con
lo que usted hace, más aún si está ignorando o pervirtiendo sus mandamientos: “¡Oh
almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”.
Santiago 4:4.
¿Estás participando en la idolatría de algunas
religiones? ¿Estás participando en fiestas paganas donde hay vicio, licor,
baile y donde le cantan a las mujeres y a las cosas del mundo? ¿Estás
participando de actividades y espectáculos públicos que reúnen a miles de
personas y donde no está Dios por ningún lado? ¿Estás corriendo detrás del
mundo los fines de semana y los puentes para visitar playas, ríos o sitios
turísticos? ¿Estás huyendo al llamado de Dios para leer su Palabra, para
arrepentirte, para buscar a Jesucristo y para integrarte en una iglesia de sana
doctrina? Si estás involucrado en alguna
de estas actividades, entonces en tu corazón todavía albergas la amistad con el
mundo y no creas que Dios se siente complacido porque le ignoras y solo quieres
deleitar tu carne.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

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