El trabajo, una bendición. Éxodo 20:9
"Seis días trabajarás, y
harás toda tu obra, mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios",
Éxodo 20:9
Hubo una época en la historia humana
en que se consideró el trabajo una maldición. Más exactamente en tiempos
antes de la gran reforma protestante. Sobre el particular se decía que el
trabajo era como un azote, castigo impuesto al hombre como recompensa.
Era un medio de disciplina, de freno a los vicios, se consideraba que el único
trabajo digno era el que cumplían los religiosos en los monasterios.
Según el orden divino hallamos que el eterno creador es incansable en
laborar. Jesús dijo: "Mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo",
Juan 5:17.
La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como el creador del universo, como el
gran gestor de la vida, como el arquitecto, ingeniero y primer obrero de su
creación.
Siendo que Dios mismo es el primer obrero de su creación, no solo en el acto
creador, sino en la obra de preservación y conservación, el trabajo no puede
considerarse como una maldición. Cuando el hombre y su mujer fueron
creados el padre de familia humana le asignó un lugar, el mejor de la
tierra. Le asignó un trabajo que hacer, cuidar el huerto y labrarlo.
También fue comisionado por Dios a velar por la creación animal, dando nombre a
cada especie y le entregó autoridad sobre toda la creación terrenal.
Cada humano tiene una comisión divina que cumplir en su corta estadía en este
pequeño mundo. El término trabajo abarca todo lo que hacemos con el
ejercicio de nuestros talentos en actividades que resultan en ganancia, que
utilizamos para el sostenimiento propio, el de nuestras familias y de la Obra
de Dios. Bendito sea Dios que nos hizo para trabajar. Fuimos
creados para ser fructíferos y productivos (Génesis 1:28). El pueblo de
Dios es un pueblo trabajador y de la mejor calidad.
Toda la Biblia nos muestra su cultura del trabajo como un hecho de
bendición. Con el trabajo mejora la condición de vida del individuo, la
familia, la comunidad y la nación. Dos grandes ramas estuvieron en las manos de
Caín, hijo mayor de Adán y Eva y la ganadería en manos de Abel, el más
joven. Estos dos pioneros del trabajo eran prósperos en su labor, su
trabajo también producía para agradecer al dueño de la empresa, a Dios, el
Creador del universo. Traían ofrendas y sacrificios como un acto de gratitud.
Todo el Antiguo Testamento muestra al pueblo de Dios laborando, Noé un gran
constructor de navíos, agricultor y ganadero, Abraham ganadero, agricultor y
comerciante. Los israelitas ganaderos, agricultores, artesanos,
constructores, ingenieros y administradores brillantes. La cultura del
trabajo está tan arraigada en la descendencia de Abraham que es y ha sido una
fortaleza económica en el mundo, en todas las naciones y en toda su historia.
Jesús dijo: "Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre
tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar",
Juan 9:4.
Tenemos que trabajar mientras el día dure, porque viene la noche cuando nadie
puede trabajar. Trabajemos en bien de la Obra, de las almas perdidas y
del Señor y recibiremos la recompensa. Amén.
Rev. Ruben
Concepción.
Revista
Impacto Evangelístico, Edición Febrero/2016, páginas 47-48.