Grandes crisis son grandes conquistas
“Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está
cerca el reino de Dios.” Lucas 21:31.
Cuando el mundo cristiano se
mostraba indiferente y adormecido espiritualmente, siempre hubo un grupo en
todas las iglesias que oraba y buscaba el rostro del Señor, y Dios sacudió al
mundo a principios del siglo XX con un poderoso derramamiento del Espíritu
Santo, que dio origen al movimiento de pentecostés. Lo deplorable de la crisis
señaló lo memorable de la bendición.
Por las Sagradas Escrituras vemos
que siempre que el pueblo de Dios tuvo que confrontarse con una grande crisis,
Dios siempre abrió un camino de absoluta y rotunda victoria.
Cuando el juicio del diluvio
universal había sido decretado sobre la humanidad, y ya era inminente su
ejecución, Dios consideró la obediencia de Noé, y dio a Noé y a su familia una
gran liberación (He. 11:7; 2 P. 2:5). Lo drástico de la crisis hizo más marcada
la victoria.
Cuando la total destrucción de
las corruptas ciudades de Sodoma y de Gomorra iba a ser consumada, Lot afligía
su espíritu ante tanta corrupción y, Dios libró al justo Lot dándole gran
salvación (2 P. 2:7). Lo violento de la crisis destacó aún más la victoria.
Cuando la captura, y tal vez la
total destrucción, del pueblo de Israel parecía inminente teniendo de frente el
infranqueable mar Rojo y a sus espaldas el cruel y sanguinario Faraón con su
poderoso ejército, Moisés clamó, e hizo Jehová que el mar se retirara y
entonces los hijos de Israel entraron por medio del mar en seco teniendo las
aguas como muro a su diestra y a su siniestra (Ex. 14:21-31; He. 11:29). Lo
inminente de la crisis aumentó lo glorioso de la liberación.
Cuando el temible Goliat desafiaba
al pueblo de Israel y nadie parecía que le librara de la afrenta, el joven
David, en entera dependencia de Dios, dijo al gigante: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el
nombre de Jehová de los ejércitos…” (1 S. 17:45, 47). Y venció David al
filisteo. Lo desconcertante de la crisis señaló lo asombroso del triunfo.
Cuando la malvada Jezabel y el
cobarde Acab casi habían destruido la verdadera adoración, Dios envió a Elías
con el gran reto del monte Carmelo y este oró y clamó a Dios y después de la
manifestación sobrenatural del poder de Dios el pueblo exclamó: “¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!”
(1 R. 18:20-40). Lo repugnante de la crisis puntualizó lo trascendente de la
victoria.
Cuando Satanás reinaba, como
emperador de la muerte, “apareció el
Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Jn. 3:8) y “destruir por medio de la muerte al que
tenía el imperio de la muerte…” (He. 2:14, 15). Lo envolvente de la crisis
destacó lo amplio de la liberación.
Cuando los apóstoles fueron
amenazados de muerte para que no enseñasen en el nombre de Jesús, entonces
ellos oraron y “todos fueron llenos del
Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la Palabra de Dios” (Hch. 4:29-31).
Lo peligroso de la crisis resaltó lo hermoso del triunfo.
Cuando la Iglesia de la edad
Media se había desviado de la sana doctrina y se había corrompido hasta lo
sumo, Dios levantó a Martín Lutero quien después de mucha oración rompió con
aquella iglesia y clavó sus 96 tesis en la puerta de su templo, y proclamó la
verdad evangélica de que el “justo por
la fe vivirá” (Ro. 1:17). Lo grotesco de la crisis aumentó lo glorioso de
la victoria.
Cuando ya Inglaterra estaba
abocada a una inexorable anarquía, ruina y destrucción en el siglo XIX, había
un pequeño grupo de cristianos que oraba y se humillaba en la presencia de
Dios, y Dios levantó a Juan Wesley que con su ardiente y sincera predicación
produjo un poderoso avivamiento que libró a la nación de la catástrofe. Lo
decadente de la crisis destacó lo precioso de la visitación.
Cuando el mundo cristiano se
mostraba indiferente y adormecido espiritualmente, siempre hubo un grupo en
todas las iglesias que oraba y buscaba el rostro del Señor, y Dios sacudió al
mundo a principios del siglo XX con un poderoso derramamiento del Espíritu
Santo, que dio origen al movimiento de pentecostés. Lo deplorable de la crisis
señaló lo memorable de la bendición.
Cuando y dondequiera que ese
pueblo o Iglesia pentecostal ha contristado al Espíritu Santo, ha apagado al
espíritu, ha menospreciado lo milagroso; ha sustituido lo espiritual y
sobrenatural con lo intelectual, lo mundano, y se ha convertido en una
denominación más; en respuesta al clamor Dios ha levantado otro movimiento, que
mantenga en alto el genuino testimonio de pentecostés. Lo lamentable de esa
crisis hace resaltar lo admirable de este levantamiento.
Cuando regímenes inquisitoriales,
ateos y materialistas han oprimido al pueblo de Dios, o lo han encarcelado, o
torturado, u obligado al trabajo en campos de concentración, o matado por
inanición, o asesinado brutalmente a fin de exterminar de la faz de la tierra
la fe gloriosa en nuestro Señor, Dios ha fortalecido a sus hijos y los
resultados han sido negativos para los enemigos del Evangelio, pues los asesinos
así aceleran su ruina, y miseria moral, espiritual y eterna. De ahí que a pesar
de tantas horribles masacres o tan bestiales torturas los cristianos aumentan.
Amados, y si algún día Dios
permitiera que los poderes constituidos, y la prensa cayera en manos de
enemigos declarados y conjurados del Evangelio, y se desatara una horrible
persecución; como siempre la verdadera Iglesia de Jesucristo terminará ganando,
porque los impíos saldrán de la Iglesia, y la Iglesia se vigorizará
espiritualmente; y experimentará que no es con ejército ni con fuerza, que la
ayuda viene de Dios. “Mi socorro viene
de Jehová, que hizo los cielos y la tierra… y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella” (Sal. 121:2; Mt. 16:18).
Amados, todos sabemos que hoy día
todo el mundo está atravesando por la crisis más severa y aterrorizante de toda
su historia, jamás el mundo había vivido días más peligrosos y angustiosos que
estos que vivimos, jamás la ciencia elevó tanto su torre, jamás la moral se
arrastró tanto en el mundo. Y la declaración profética señala que este mundo “irá de mal en peor” (2 Ti. 3:13).
Pero amados, no hay que temer, lo
bueno de todo esto es lo malo que se sigue poniendo, porque “cuando estas cosas comiencen a suceder,
erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”
(Lc. 21:28). Lo tenebroso y asfixiante de la crisis señala lo glorioso e
inminente, el levantamiento de la Iglesia.
Rev. Luis M. Ortiz
Fundador del M.M.M.