¿Andarán dos juntos, si no están de acuerdo? Amós 3:3
¿ANDARÁN DOS JUNTOS, SI NO ESTÁN DE ACUERDO?
“¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?”
Amós 3:3
Por Rev. Ramón L. Aponte
Es de necesidad imperativa que
estemos de acuerdo con Dios a fin de que, en forma inequívoca, podamos andar
con Él.
Si queremos ser pueblo de Dios, y
andar con Dios, debemos estar de acuerdo con Él. En
primer lugar, debemos de estar de acuerdo con Él respecto del pecado.
Dios declara en forma inequívoca, categórica, en las Sagradas Escrituras, que
todos hemos pecado, que todos hemos escogido nuestro propio camino. “Dice el necio en su corazón: No hay Dios.
Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien. Jehová
miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún
entendido, que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; no
hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Sal. 14:1-3).
Lo primero que nos dice Dios es
que nos arrepintamos, que cambiemos de dirección. Hemos estado andando en la
dirección equivocada, transitando por el camino del yo, del egoísmo. Debemos
virar y abandonar ese camino equivocado, confesar y abandonar nuestros pecados,
acudiendo al Señor, pidiéndole que nos perdone y nos dé la libertad por amor de
Jesús.
Ahora bien, existe un
arrepentimiento que podríamos calificar de religioso y que solo busca eludir la
sanción, librarse del castigo. Pero debemos dar un paso más, hasta alcanzar lo
que podríamos llamar el arrepentimiento genuino, cristiano. Ese arrepentimiento
abarca no solamente el temor al castigo, sino una pena genuina por haber pecado
contra el amoroso Padre Celestial, un dolor piadoso porque hemos ofendido a
Aquel que nos amó e hizo provisión para que alcanzásemos el perdón y la
limpieza.
Debemos
llegar a otro acuerdo si andamos con Dios, un acuerdo respecto del señorío de
Cristo. Indiscutiblemente debemos considerarlo como nuestro Redentor
Salvador. En las Sagradas Escrituras leemos que “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro.
10:13). En esta oración resaltan dos palabras. Una de ellas, naturalmente, es
salvo, pero la otra palabra importante en este pasaje bíblico es el vocablo
Señor. Debemos ponernos de acuerdo con Dios respecto del Señorío de Cristo. Si
hemos sido perdonados, si hemos nacido de nuevo, no es para que vivamos esta
vida a nuestro antojo. Dios nos ha redimido y renovado para que cumplamos Sus
propósitos. El descanso, paz y gozo verdaderos se sienten al encontrar nuestro
verdadero lugar con relación al Señorío de Jesucristo.
Las Sagradas Escrituras afirman
que Cristo cargó nuestros pecados en la cruz. “Quien llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero,
para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por
cuya herida fuisteis sanados” (1 Pe. 2:24). Ahora bien, esta provisión se
hizo para todos, en todas partes, pero no nos beneficia hasta que sepamos de
ella y hagamos los ajustes morales y espirituales necesarios, es decir, la
confesión y el abandono de todo pecado, recibiendo a Jesucristo como Señor y
Salvador.
Las Sagradas Escrituras declaran
asimismo que Cristo no solamente cargó sobre sí nuestros pecados en la cruz,
sino que llevó en la cruz los pecados de todos los hombres de todo el mundo, de
toda la raza humana. Pero esto tampoco nos beneficia hasta que lo sepamos y
hasta que hagamos el necesario ajuste moral y espiritual, que significa una
rendición total, incondicional e irrevocable ante Dios. Jesús nos dice que
equivale a tomar la cruz y seguirle. El apóstol Pablo, después de haber
experimentado esta entrega, declara: “Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y
lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Esta crucifixión
también está incluida en el andar de acuerdo con Dios.
Efesios 5:18 nos da otro
imperativo: “Sed llenos del Espíritu
Santo”. El Espíritu habita en todos los creyentes que han nacido del
espíritu, pero necesitamos este revestimiento del Espíritu Santo a fin de
fortalecer nuestro carácter cristiano y ser como Cristo. Por el bautismo
también recibimos el Espíritu Santo, que es una unción de poder, y que nos da
como resultado una vida fructífera.
Un estudio muy provechoso de la
Biblia de parte de cada uno de nosotros sería la búsqueda de otras formas en
virtud de las cuales es de necesidad imperativa que estemos de acuerdo con
Dios, a fin de que, en forma inequívoca, podamos andar con Él. Amén.