Sois templo de Dios. 1 Corintios 3:16-17
“¿No sabéis
que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios
le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.”
CONCLUSIONES.
Todo dios necesita de un templo donde pueda ser alabado y adorado; ¿cuánto
más Jehová de los Ejércitos, quien es el único Dios verdadero? En al Antiguo Testamento había un tabernáculo
(o tienda especial) donde se le rendía culto a Dios y se ofrecían sacrificios
de animales. En el Nuevo Testamento hay
templos físicos que cumplen el mismo objetivo, sin los sacrificios; pero Dios
hizo al hombre por excelencia para ser un templo vivo de su Santo
Espíritu. Este templo por supuesto tiene
que ser santo, para que Dios haga presencia en él (pues dice Dios: “Sed santos, porque yo soy santo”); solo
que la mayoría de las personas son del mundo, no de Dios y para ellos este
templo fuera de que está sucio, no está lleno con el Espíritu Santo; sino con
demonios y espíritus inmundos. Indudablemente,
el apóstol Pablo le habla en esta carta a los corintos convertidos y en plena
comunión con Dios, pues está asegurando que el E.S. mora en ellos y que además
sus cuerpos son santos.
Si en un templo humano no habita Dios por causa del
pecado, entonces habitará el diablo o algunos integrantes de su ejército. Veamos lo que dice la Biblia en 1 Juan 3:8: “El que practica el pecado es del diablo;
porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios,
para deshacer las obras del diablo.”
Y si alguien se vendió al diablo por causa del pecado, tiene libertad
para hacerlo, pero Dios no puede limpiar ese templo para habitar en él, a no
ser que su dueño abandone el pecado. Ese
cuerpo seguirá habitado por el diablo hasta que haya un nuevo nacimiento del
hombre.
Toda persona está compuesta por tres partes: Cuerpo, alma y espíritu. El espíritu es la porción de Dios necesaria
para sostener la vida material, el cual está presente en todo tipo de hombre,
sea hombre natural (sin Cristo) u hombre espiritual (con Cristo en su
corazón). El alma está dividida en
corazón (no el físico), mente y emociones.
Cuando una persona nace de nuevo, o sea que se arrepintió, entregó su
vida a Jesús, fue lavado con la sangre de Jesucristo y recibió el bautismo del
Espíritu Santo, tiene la presencia del E.S. en su corazón; por lo tanto el
cuerpo es su templo. En este nivel de
vida, la presencia del E.S. es la garantía de que el hombre que lo posee es un
verdadero hijo de Dios y que por ende tiene asegurada la herencia en los cielos
con todos los santos, aquellos que también fueron redimidos por la sangre de
Jesucristo. Cuando el E.S. está presente
en nuestras vidas, ya no nos pertenecemos a nosotros mismos; sino que somos de
Jesús el cual nos compró y lavó con su preciosa sangre.
Por la presencia del E.S. en nuestras vidas, es que
debemos andar en obediencia y santidad a la Palabra de Dios y no satisfaciendo
nuestras pasiones y deseos. En este
punto ya no es posible hacer actividades carnales (todas aquellas que conducen
a la satisfacción del cuerpo y del YO o EGO), porque entristecerán y producirán
la salida del E.S de nuestro cuerpo; pues lo carnal es totalmente incompatible
con lo espiritual. Un ejemplo práctico
de lo carnal, es la mal llamada "rumba" con licor, chistes verdes,
chismes, rajada del prójimo, etc.; porque todas estas actividades constituyen
pecado y el pecado es abominación (o insulto) para Dios. Si alguien con la presencia del E.S.
estuviera en una rumba, no tardaría mucho en perder la presencia del E.S. y por
tanto quedaría convertido en un hombre natural (sin Cristo y sin salvación),
hasta que haya un arrepentimiento verdadero.
El propósito de todo verdadero cristiano es ALABAR y
GLORIFICAR a Dios con su ser completo.
Esta relación íntima con Dios lo conlleva a encontrarse consigo mismo y
a encontrar la paz y la felicidad completas, cosas que el mundo no puede
dar. Por eso es que el que comete
suicidio, así mismo derrumba el templo, así esté vacío de la presencia de Dios;
por eso dice la Palabra que Dios lo destruirá también a él. ¿Pero cómo es esto si ya está muerto
físicamente? Esa destrucción de que
habla Dios, es la muerte segunda, o sea el lloro y crujir de dientes (del alma
y del espíritu) por una eternidad en el lago de fuego y azufre.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.