La guerra de los deseos.
Gálatas 5:16-17
¿Ha escuchado un dicho popular que reza: “Al hombre la vida
se le va en deseos”? Pues siempre
estamos deseando desde que somos niños, hasta el día en que morimos; creo que
no hay un solo día en que no tengamos deseos.
Los niños desean juguetes y golosinas, también desean el seno de su
madre, los adolescentes desean dinero para gastar en sus antojos y desean ser
conocidos en las redes sociales, los jóvenes desean una buena carrera o un buen
negocio con los cuales lograr sus proyectos de vida, los adultos desean un buen
estilo de vida con holgura económica para sacar adelante a su familia y para
asegurar un futuro digno a su descendencia, los ancianos desean una vida llena
de fortaleza y de salud, rodeados de sus hijos y sus nietos y finalmente los
enfermos y cansados ya solo desean abandonar esta existencia.
Lo que acabamos de expresar es muy poco en relación con los
múltiples deseos del hombre, sin contar que hay hombres llenos de avaricia que
desean acaparar y controlar a los demás y que también hay hombres ávidos de
pasiones carnales; pero todos estos deseos solo tienden a satisfacer los
intereses de la carne. Existen también
los deseos del espíritu del hombre, de los cuales escasamente comprendemos que
existen, dado que nuestra naturaleza humana, por ser hombres nacidos del
pecado, heredado de Adán y Eva, entonces toda nuestra vida está orientada a
satisfacer los deseos de la carne y no los del espíritu. Nuestro ser es trinitario, compuesto por
cuerpo, alma y espíritu y cada uno de ellos también tiene sus propios deseos. El cuerpo es temporal y como todas las cosas
materiales también se va desgastando, cumple con un ciclo y finalmente
muere. Pero el alma y el espíritu no son
materiales y trascienden las barreras del mundo físico y por ello sus deseos
son netamente espirituales.
La carne o el cuerpo desea verse bien, desea vestirse con
esplendidez, desea comer platos exquisitos, desea ser conocido por todo el
mundo, desea ser superior a los demás, la carne desea tener prestigio, la carne
desea aplausos, felicitaciones y reconocimientos, la carne desea ser servida y
no servir a los demás; y todas estas actividades conducen a que el hombre sea
gobernado por el EGO y que en este diario vivir florezcan pecados como el
orgullo, la vanidad, la altivez de espíritu, la soberbia y sobre todo la
injusticia. Así es la vida del hombre natural, aquel que no tiene a Cristo en
su corazón, el cual vive para los deseos del mundo y de la carne.
Por el contrario el alma y el espíritu como son eternas y
provienen de Dios, tienen otras preocupaciones que en su mayoría son
desconocidas; pues el alma y el espíritu están encerrados dentro del cuerpo y
supeditados a lo que este disponga; a no ser que ese hombre sea una nueva
criatura, y que en el centro de su corazón gobierne Jesucristo, en cuyo caso su
vida ya no gira en torno a la satisfacción de los deseos de carne, si no a los
del Espíritu Santo que está en su corazón.
El espíritu por ser la presencia de Dios en nuestras vidas tiene otros
intereses como alabar y glorificar a Dios en el santuario edificado dentro del
cuerpo físico. El espíritu desea servir
a Dios y al prójimo, desea amar de verdad, desea hacer justicia, el espíritu
anhela la humildad y la mansedumbre, el espíritu desea estar en comunión con su
Creador, el espíritu está ávido de conocimiento de Dios y por eso se deleita
escudriñando la Biblia, el espíritu quiere estar en ayuno, en oración y en
vigilia, el espíritu quiere estar donde se sienta el calor de los verdaderos
hijos de Dios. Es de anotar que los
verdaderos cristianos ya no tienen en su corazón el EGO, sino el Espíritu Santo
de Dios, quien gobierna sus vidas y por eso es que los cristianos son
considerados “locos” o “gente rara”, porque no van en busca del mundo con sus
pasiones y deseos, sino que buscan como agradar a Dios, haciendo su perfecta
voluntad.
Viendo estos dos tipos de deseos, podemos evidenciar que
como humanos tenemos una guerra en nuestro interior, pues la carne desea cosas
muy diferentes a las del espíritu; pero debemos reconocer que las actividades
de la carne conducen a la muerte espiritual y en cambio las actividades del
espíritu conducen a la vida eterna.
¿Entonces qué deseas para tu vida?
¿Quieres ser gobernado por la carne o por el espíritu? Si apoyas a la carne terminarás en el
infierno; pero si apoyas el espíritu heredarás la vida eterna, entonces ¿de qué
lado estás? Recordemos que el que vive
para la carne y para el mundo, no puede agradar a Dios y por ende tampoco podrá
entrar al cielo: “!!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo
es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se
constituye enemigo de Dios.” Santiago 4:4.
El siguiente texto es más específico sobre lo que compone el mundo y su
origen: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del
mundo.” 1 Juan 2:16. Y no está por
demás mencionar el mandamiento, donde Dios nos manda a vivir en el espíritu y
no en la carne: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne.” Gálatas 5:16.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.