¿Ya crucificaste tu carne?
Gálatas 5:22-24.
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay
ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones
y deseos.”
CONCLUSIONES.
En la anterior reflexión hablamos de las obras de la carne o
los frutos del hombre natural; ahora nos dedicaremos a los frutos del
Espíritu. Como vemos la palabra Espíritu
empieza por mayúscula, por lo cual hace referencia al Espíritu Santo de Dios y
no a nuestro espíritu. Cuando hablamos
que el E.S. está en nuestro corazón, quiere decir que ya hemos nacido de nuevo
y que no somos hombres carnales o naturales y que por el contrario somos
verdaderos hijos de Dios. Como
verdaderos hijos de Dios, debemos producir buenos frutos y frutos en abundancia.
El hombre espiritual es caracterizado porque produce los
frutos del Espíritu Santo. El hombre
espiritual ya no miente, no dice vulgaridades, no ingiere licor, no hace
negocios fraudulentos, no hace injusticia, no hace agravio a su prójimo, no sirve
de falso testigo, no roba, no calumnia, no injuria, no vive en fornicación, no
vive en adulterio, no sigue las tradiciones del mundo, no participa en fiestas
dirigidas al mundo, no es deshonesto en su trabajo, no es infiel con su
cónyuge, se goza en la ley de Dios, escudriña la Palabra, obedece los
mandamientos de Dios, le diezma el tiempo a Dios y también sus ingresos.
El cristiano verdadero u hombre espiritual ya ha crucificado
al viejo hombre, de lo contrario solo está usando un apellido de “cristiano”
que no le garantiza la vida eterna.
Crucificar es atar, inmovilizar, echar fuera de nuestro cuerpo las
pasiones y deseos que son los promotores de los frutos de la carne; es decir,
ese viejo hombre cargado de vicios y pecados debe estar muerto, ya no debe
vivir en nosotros.
Veamos a continuación algunos de los frutos del Espíritu
Santo:
1. Amor. Es la esencia del primer y segundo gran
mandamiento. La gran expresión del amor
fue manifestada en Jesucristo, al entregar su vida en la cruz por causa de
nuestros pecados. Si amamos realmente,
estaremos buscando a Dios antes que buscar la satisfacción de nuestras propias
necesidades; pues Él conoce de qué tenemos necesidad y las suple en su tiempo. Si amamos realmente, trataremos a nuestro
prójimo como deseamos que hagan con nosotros mismos.
2. Gozo. Seguir el Evangelio de Jesucristo, trae
angustia y tribulación, porque estamos luchando en contra de las tinieblas que
no desean que nos salvemos; sin embargo, la esperanza de la vida eterna y la
comunión con Dios, nos llenan de gozo y alegría de corazón.
3. Paz. El hecho de tener una buena y estrecha
relación con Dios trae paz a nuestro interior; pues aprendemos a depositar
todos nuestros problemas en las manos de Dios y a confiar y esperar en Él. Lo más grave que nos pudiera suceder es la
muerte; pero aún ella se tiene que someter a la voluntad de Dios; es decir, si
morimos es porque Dios ya lo tenía en sus planes y no por mera circunstancia.
4. Paciencia. Consiste en la capacidad de padecer o soportar
sin alteración alguna; teniendo nuestra mirada puesta en Dios, el autor y
consumador de la vida y sabiendo que un día obtendremos el tan anhelado tesoro
de la salvación.
5. Benignidad. Cualidad de afable, benévolo, piadoso, que
tiene buena voluntad o afecto. Una
persona benigna quiere decir que todos sus actos van encaminados a hacer el
bien a los demás.
6. Bondad. Es la inclinación natural para hacer el bien,
sea con cualquier tipo de situación o personas.
7. Fe. Es creer firmemente en lo que no se ve. La fe cristiana se fundamente en el Evangelio
de Jesucristo y nos provee la seguridad de una salvación y una vida futura
llena de paz y amor en los lugares celestiales, si recibimos a Jesucristo como
nuestro Señor y Salvador y vivimos una vida de obediencia y santidad a Dios.
8. Mansedumbre. Cualidad del manso. Manso es aquella persona que soporta las
aflicciones y persecuciones por parte de otras personas; sin responder
agresivamente, sin guardar rencor, sin hacer injusticia y sin buscar venganza,
dejando todo en las manos de Dios; quien tomará venganza a favor de sus hijos.
9. Templanza. Moderación, sobriedad y continencia. Persona de comportamiento moderado y maduro.
Si estás produciendo estos frutos, bienaventurado eres; pues
sois realmente un hijo de Dios. Si en
vez de estos frutos del Espíritu estás produciendo los frutos de la carne,
recuerda que Jesucristo te está esperando con sus brazos abiertos, para que te
arrepientas y le recibas como tu Señor y Salvador. Él es poderoso para transformar tu vida,
también te ayudará a crucificar tu carne y hacer que produzcas frutos para vida
eterna.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.