¿Aún cargas con el viejo hombre?
Efesios 4:22-24
CONCLUSIONES.
El hombre es de naturaleza tripartita, así como lo es la
naturaleza de Dios y está compuesto por cuerpo, alma y espíritu. El cuerpo a su vez está conformado por
sangre, carne y huesos. El cuerpo físico
es la cubierta, es la representación visible del alma y del espíritu aquí en la
tierra; por tanto, es temporal y perecedero.
Sin embargo, cuando el alma y el espíritu sean salvos y llevados al
reino de los cielos, recibirán otro cuerpo; pero no físico, sino un cuerpo
celestial, un cuerpo glorificado, un cuerpo incorruptible, parecido al que
tenemos actualmente, pero que no está sujeto a las leyes naturales; es decir,
no muere, no necesita alimentarse, no necesita ser transportado a grandes
distancias, no se enferma, no se deteriora, no se envejece y guarda la apariencia
de una edad de 25 años, etc.
Este cuerpo físico es el vehículo a través del cual se
manifiesta el pecado (que controla al viejo hombre) y en el que también puede
manifestarse el espíritu (que controla al nuevo hombre). Si el cuerpo es gobernado por el ego, el yo,
el pecado, el mundo, los deseos engañosos, los vicios o las tinieblas, entonces
podemos decir que allí se manifiesta el viejo hombre. Si el cuerpo es gobernado por el Espíritu
Santo de Dios, entonces decimos que allí se manifiesta el nuevo hombre.
La vida anterior de los actuales cristianos convertidos era
similar a la que viven la mayoría de los hombres de hoy; los cuales viven para
la carne, viven para sus pasiones y deseos, viven para el mundo y mucho peor,
viven alejados de Dios. Si eres uno de
esos viejos hombres, recuerda que hay tres mandatos de Dios: “Despojaos del
viejo hombre… y renovaos en el espíritu de vuestra mente y vestíos del nuevo
hombre”. ¿Por qué debemos
despojarnos del viejo hombre? Es simple,
el fin del viejo hombre con su alma y espíritu es el infierno; pues al cielo no
entrará cosa inmunda ni que haga maldad.
“No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y
mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del
Cordero.” Apocalipsis 21:27. Alguien podrá argumentar que no es mala gente
y se salvará; pero es indiferente con Dios y vive su vida como si Dios no
existiera. Si no busca de Jesucristo que
es el único camino para llegar al cielo, igualmente cuando muera llegará al
infierno junto con la mayoría de la humanidad.
En el infierno hay muchos que se creían buenos y ahora están siendo
atormentados porque desecharon a Jesucristo y su obra redentora.
¿Cómo nos renovamos y vestimos del nuevo hombre? Debemos acudir a Jesucristo arrepentidos, de
esta forma morimos al hombre de pecado; pues Jesucristo ya cargó con nuestros
pecados en la cruz del calvario y solo basta que nos acerquemos a Él de corazón
arrepentido, para que Él nos perdone y nos limpie. Luego le debemos recibir como nuestro Señor y
Salvador, para que su Santo Espíritu entre en nuestro corazón y comience a
gobernar nuestras vidas. Es aquí cuando
por el poder de Dios, que resucitó a su Hijo Jesucristo de entre los muertos,
que nosotros también seremos resucitados en un nuevo hombre, en una nueva
criatura y que, a partir de nuestra nueva relación con Dios, entonces empiezan
a crecer esas virtudes de Jesucristo en nosotros, como los son: El amor, la
justicia, la paz, el gozo en el espíritu, la humildad, la mansedumbre, la fe,
la paciencia, etc. Es ahí, cuando el
Espíritu Santo de Dios está gobernando nuestras vidas, que somos criaturas
nuevas, nacidas del Espíritu y selladas con el Espíritu Santo para el día de la
redención. En cambio, el viejo hombre
nació del mundo con sus pasiones, sus deseos y sus pecados; y lo que nace del
mundo, perece también juntamente con el mundo.
El nuevo hombre está fundamentado en estos tres
principios: Justicia, santidad y
verdad. Ninguna de estas tres virtudes
puede ser fruto del viejo hombre; pues en él gobierna satanás, quien es el
príncipe del mal y no conoce ninguna cosa buena. El nuevo hombre es creado por Dios a través
de Jesucristo; por eso no hay forma de que uno mismo se transforme y mediante
el esfuerzo físico y mental vaya adquiriendo las cualidades de un hombre
nuevo. Eso no es posible porque hay que
luchar contra las tinieblas y el único que venció al diablo fue Jesucristo en
la cruz del calvario y si nosotros acudimos a Él, entonces juntamente con Él
venceremos a las tinieblas y resucitaremos como nuevos hombres aptos para el
reino de los cielos. Por la misma razón
no es posible que nos salve alguna filosofía, o credo, o religión o secta y
mucho menos que nos salve un hombre de carne y hueso, o una creación del diablo,
o un supuesto “santificado” de quien ya no existen ni los huesos.
El cangrejo ermitaño carga con una pesada concha,
generalmente tomada de la basura, de los desechos de los caracoles, la cual le
impide ser ágil, aunque le brinde cierta protección; así es el hombre que viene
cargando hace rato ese cuerpo de pecado, que, a diferencia del cangrejo, no le
brindará protección cuando tenga que presentarse ante el juicio final. Es hora de tirar a la basura esa pesada
carga, esa concha de pecado y de ser revestidos por el Espíritu Santo de Dios,
mediante la ayuda de nuestro Señor Jesucristo.
Esta renovación comienza en nuestra mente, a través de una decisión
voluntaria de cambiar de rumbo a nuestra vida, la cual es asistida por nuestro
espíritu, que es la presencia de Dios en nuestras vidas.
Si se identifica con alguna de estas señales, lo más seguro
es que todavía ande con su viejo hombre a cuestas y el viejo hombre con su alma
y espíritu terminará en el infierno, a no ser que hoy tome la decisión de darle
un vuelco a su vida y abandonar el círculo de muerte en el que se
encuentra. Recuerde esta verdad, ser
libres no es una facultad para pecar; más bien es una facultad para alejarse
del mal y hacer el bien.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.