¿Le temes a la muerte?

Filipenses 1: 21-24.

Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.  Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger.  Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.”

CONCLUSIONES.

Hay un ciclo de vida que se repite en cada ser humano:  Nacer, crecer y morir.  El ser humano no escoge en qué país nacer, en qué familia, ni mucho menos el tiempo de nacer; pues todo esto obedece a un plan de Dios, porque aún antes que fuésemos formados en el vientre de nuestra madre, Dios ya tenía el diseño detallado de todo nuestro cuerpo y nuestro plan de vida: “Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.” Salmos 139:16. En cierta forma el crecer puede ser influenciado por factores externos como la política, la economía de la nación, la situación económica de nuestra familia, el nivel intelectual, los estudios, las capacidades, el clima, etc. Sin duda alguna las circunstancias de la vida van moldeando ese proceso de crecer; pero, aun así, no se apartará de los planes estipulados por Dios.  Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos.” Salmos 90:10. El morir depende mucho de cómo vivamos, si vivimos en forma saludable, entonces podremos vivir el tiempo estipulado por Dios, y si nuestra vida es desordenada, entonces nuestros días serán acortados. 

Hay factores espirituales, relacionados con el cumplimiento de la Palabra que alargan dichos días, y uno de esos es honrar a nuestros padres: “Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.” Deuteronomio 5:16. También el cumplimiento de los mandamientos nos llevará a extender nuestro tiempo de vida: “Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán.” Proverbios 3:1-2

Del nacer no nos damos cuenta, solo varios años después es que empezamos a tomar conciencia de que somos alguien en la vida y que estamos acompañados de una familia que está atento a todas nuestras necesidades.  Del crecer sí estamos conscientes casi todos los días de nuestra vida y aquí tenemos la forma de escoger los caminos que más convengan a nuestra existencia.  Pero en cuanto al morir, es algo que inevitablemente se va a acercando a medida que nuestra vida avanza, sin que podamos hacer algo para detenerlo.  Los científicos están congelando cadáveres con el fin de poder volverlos a la vida una vez haya avanzado la tecnología y donde supuestamente se podría dominar la ciencia de la vida y de la muerte, esto se denomina “criopreservación”; sin embargo, no se podrán traspasar los límites establecidos por Dios. El cuerpo muere cuando es abandonado por su espíritu, y este no volverá al cuerpo a menos que Dios lo envíe de regreso, como sucedió con la resurrección de Lázaro.

Ahora, ¿por qué el hombre le teme a la muerte?  Primero es por el desconocimiento de lo que hay más allá de la muerte y segundo es el no estar preparados para esa vida futura.  Esa vida futura es muy estudiada en la Palabra de Dios; pero muchos no quieren saber de Dios y por eso tampoco les interesa saber lo que hay más allá.  Entonces, el desconocimiento de la vida eterna y el no estar preparados, hace que temblemos frente a la muerte y que nuestra familia en vez de gozarse por este evento, más bien se entristezca, se lamente y llore inconsolablemente.  Debemos estar tan preparados que podamos decir como el apóstol Pablo:  Para mi el morir es ganancia”.  El que está preparado y vive para Jesucristo y no para el mundo con sus pasiones y deseos, está esperando fervientemente ese momento de la muerte, para partir con los ángeles de Dios hacia el cielo.  El que no se ha preparado, seguramente su conciencia lo acusa de que no ha hecho lo necesario y que ha vivido apartado de Dios y que por ende luego de esa muerte su futuro es incierto y que, aunque no crea mucho, lo más seguro es que vaya a hacerle compañía al diablo y a todo su séquito de ángeles perversos en el infierno.

¿Le temes a la muerte? Entonces ven rápido arrepentido a los pies de Jesucristo y Él te asegurará la vida eterna en el reino de los cielos, corre y no te escudes tras una religión, porque esta no te salvará en el día del juicio.  Nuestro grado de cristiandad tiene que ser tan alto, que podamos expresar como el apóstol Pablo:  teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”; de lo contrario, aún no nos hemos entregado completamente a Cristo o ni siquiera nos hemos acercado a Él y existe la posibilidad de que cuando muramos, no vayamos al cielo sino al infierno y esta duda es la que causa temor frente a la muerte; esto sin contar con aquellas personas que no les interesa lo que pase luego de este evento, sino que están aferrados a lo que tienen ahora, que generalmente son riquezas, de las cuales no quieren desprenderse, o su familia en la cual han colocado su mirada como un asunto prioritario en sus vidas.  El justo más bien tiene la esperanza de morir pronto y así dar por terminado ese ciclo de aflicciones que lo han probado y madurado como cristiano y cumplir el deseo de partir para estar con el Señor Jesús por una eternidad: “Por su maldad será lanzado el impío; Mas el justo en su muerte tiene esperanza.” Proverbios 14:32.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

 

 

 

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