Como ser dignos de Dios.
Colosenses 1:9-10.
“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no
cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de
su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y
creciendo en el conocimiento de Dios”.
CONCLUSIONES.
Según la traducción de la Real Academia Española, ser digno
es ser “merecedor de algo”. En el
ámbito espiritual ser digno, quiere decir que las ventanas de los cielos están abiertas
sobre nosotros y que la bendición de Dios se dirige hacia nuestras vidas. Significa también que hemos agradado a Dios
con nuestro actuar y caminar y que, conforme a esto, somos sus verdaderos
hijos, merecedores de todo lo que puede dar un padre amoroso a su buen hijo.
Alcanzar esta dignidad no significa que tenemos que aumentar
nuestro clamor y nuestras oraciones con el fin de que hallemos gracia delante
de Dios; esto es bueno, pero Dios enfatiza en estas tres cosas que tenemos que
hacer para poder alcanzar esa dignidad:
1. Agradarle en
todo.
Para agradar a Dios en todo, primeramente, necesitamos saber
cuál es la voluntad de Dios respecto de nuestras vidas. Hay una voluntad pública que está escrita en
la Biblia desde hace dos mil años, la cual debemos estudiar para entender
nuestra situación y procurar hacer todo lo que a Dios le agrada. La otra voluntad, que es la particular, la
debemos buscar en oración, para que Dios nos revele cuáles son los propósitos
que tiene para nuestras vidas. Conociendo
así estas dos voluntades, entonces ya sabemos que, si obedecemos a su palabra,
entonces le estamos agradando. Ya no es
con sacrificios de animales, ni con votos o promesas, ni con largas caminatas,
ni acercándonos al templo de rodillas, ni con dádivas de bienes o dinero, ni
dando limosnas, ni con cirios encendidos, ni con devoción a los templos, ni con
devoción a los supuestos “santos”, ni con flagelaciones, ni mucho menos con
fiestas se puede agradar a Dios, sino haciendo su voluntad y obedeciendo a su
palabra. ¿Crees que se agrada a Dios, haciéndonos los de la “vista gorda” ante
el llamado que nos está haciendo en estos tiempos de angustia? ¿Crees que se
agrada a Dios encomendando una nación a los ídolos o a dioses de madera que no
pueden salvar? Si aún no ha recibido a
Cristo en su corazón, entonces lo que debe hacer ahora es llegar hasta los pies
de Cristo y allí rendirle su vida, esta es la voluntad de Dios, para que seas
salvo a través de su Hijo Jesucristo.
2. Llevar frutos
en toda buena obra.
Si conocemos la palabra y sabemos cuáles son las exigencias
de Dios, entonces obedeciéndola estamos dando frutos de justicia que son los
que Dios exige de nosotros. Si estás
leyendo la biblia, estás dando frutos de obediencia; si estás alabando a Dios,
estas dando frutos de alabanza; si estás ayudando a los necesitados, estas
dando frutos de amor; si estás amparando al huérfano y a la viuda, estás dando
frutos de justicia; si no estás aprovechando la situación para obtener
ganancias deshonestas o para robar a otros, estás dando frutos de benignidad y
bondad; si estás haciendo lo que te corresponde y confiando en que Dios hará el
resto, entonces estás dando frutos de fe; si estás viviendo en armonía con tu
familia y tus allegados, entonces estás dando frutos de paz, de paciencia y de
mansedumbre; si en tu trabajo eres responsable y das más de lo que te piden,
estás dando frutos de honestidad; si le das gracias a Dios por todo lo que
sucede, entonces estás dando frutos de gratitud, etc.
3. Crecer en el
conocimiento de Dios.
Si estamos escudriñando diariamente la palabra, entonces
estamos creciendo en el conocimiento de Dios.
Pero, aun así, necesitamos un encuentro personal con su Santo Espíritu,
para que seamos tocados y transformados completamente y para que sean
entregados dones a nuestras vidas, esto se llama el bautismo en el
Espíritu. Además, hay revelaciones que
Dios tendrá para cada uno en particular, revelaciones que no se pueden expresar
con palabras humanas y que su fin es edificar cada miembro dentro del cuerpo de
Cristo y capacitarlo para tareas determinadas.
Para entender la voluntad de Dios necesitamos sabiduría e inteligencia,
la cual debemos pedir al Espíritu Santo de Dios. Si el concepto de Dios no cabe en nuestras
mentes, entonces necesitamos de algo muy especial para poder entender su
voluntad, sus propósitos, su grandeza y su señorío y esto es a través de su
Santo Espíritu.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo
haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy
pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu
sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor
y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”