Como tener una vida plena.

Colosenses 2:9-10.

“Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en Él, que es la cabeza de todo principado y potestad.”

CONCLUSIONES.

Nacimos ayer y apenas contábamos con unos 5 años cuando empezamos a tener conciencia de nosotros mismos, de que éramos unos seres con personalidad y cierta autonomía.  Cuando tuvimos este conocimiento de sí mismos, entonces empezamos a tener metas en nuestras mentes y una de las primeras era crecer para poder hacer lo mismo que hacían los adultos.  Estuvimos en la época donde jugábamos todo el día con cualquier objeto que estuviera a nuestro alcance y hasta se nos olvidaba que había que comer.  Luego estuvimos de edad escolar y nuestra meta era terminar los estudios primarios, siempre bajo la supervisión de nuestros padres, y en los mejores estudiantes, la meta era salir con las mejores notas y en los primeros puestos.  Luego vino la secundaria, y allí conocimos más personas, ahora nuestra meta era terminar el bachillerato y ganar un poco de independencia de nuestros padres.  Allí encontramos nuevas amistades, unos que nos ayudaban y daban buenos consejos, pero otros que sencillamente nos incitaban a hacer cosas malas. Ya terminada la secundaria, entonces había que pensar en cosas más grandes, en una carrera, o en un negocio para aquellos que querían ver dinero en forma más fácil y rápida.  Otros adolecían de recursos económicos en su familia, entonces en vez de estudiar tenían que lanzarse de una vez hacia el mundo laboral, para con ello ayudar a satisfacer las necesidades de su familia.  Otros a muy temprana edad empezaron sus relaciones sexuales y como fruto de ello, aparecieron obligaciones inesperadas, por tanto, ellos tuvieron que abandonar sus metas, para dedicarse a trabajar y sostener una familia que les cayó como balde de agua fría; esto era para los honestos y responsables, porque la mayoría ignoran su obligación y dejan al hijo con su madre para que se defiendan como puedan.

Una vez superada esta etapa, entonces empezamos a formar un hogar, a tener una familia propia, a consolidar nuestro proyecto de vida. Entre los 30 y 40 años de vida, suponemos que nuestro proyecto de vida ya está consolidado, que nuestra familia ya está creciendo, que ya tenemos buena experiencia y trayectoria como profesionales, o que nuestros negocios ya están lo suficientemente acreditados.  De los 40 hacia arriba ya estamos pensando en nuestro futuro y es allí donde nos preguntamos, si es que realmente somos responsables, ¿Qué haremos cuando seamos adultos mayores y no tengamos forma de seguir trabajando y proveyendo para nuestras familias?  Algunos dirán que para eso están los hijos, para sustentar a sus padres en el tiempo de la vejez; pero no siempre funciona así.  Hay diversas situaciones económicas y también hay tiempos de crisis que no permiten que las cosas funcionen como lo pensamos; por eso indiscutiblemente hay que cotizar para una pensión, sea en un fondo público o privado.  Esta es la época en que nuestra descendencia también tiene que afrontar los retos de la vida, los mismos que nosotros tuvimos que enfrentar varias décadas atrás.  En este tiempo, los más afortunados, vemos como nuestros hijos se van del seno familiar y forman sus hogares, o se van a estudiar y trabajar en otros países, o se van a trabajar en empresas de carácter nacional o internacional, o establecen su propio negocio. 

Luego de esto llegan tiempos, en que las enfermedades o los “achaques” de la vejez, van deteriorando nuestra salud y nos damos cuenta de que estamos otra vez casi como al principio, solos como pareja, si es que aún existe matrimonio, pero ahora estamos cansados por que las huellas de los años han dejado en nosotros sus marcas y también porque el arduo trabajo nos ha dejado desgastados.  Ahora ya no sentimos que vamos hacia la cima, algo que está más alto que nuestra posición actual; en vez de eso, se van acabando las metas y ahora nuestro mayor propósito es subsistir y tratar de estas vivos y con fuerzas cada día, para ver como nuestros hijos se enfrentan a este mundo lleno de problemas, de angustias y de retos.

Finalmente pueden llegar años en los cuales ya no tengamos contentamiento, en los cuales incluso tengamos que depender de personas ajenas a nuestra familia para poder sobrevivir y muchos en esta época ya solo están deseando partir de este mundo, para supuestamente descansar allá en los cielos.  ¿Qué dice la escritura referente a esto?: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento” Eclesiastés 12:1. Para no llegar a estas situaciones críticas, entonces Dios nos aconseja que tenemos que buscar su compañía desde nuestra juventud, para que así cuando lleguemos a esa vejez donde los problemas afloran con más frecuencia, entonces tengamos a Dios como nuestro sustentador, nuestro proveedor, nuestro sanador y sobre todo nuestro consolador.

Pero no describí a grandes rasgos todos los años de la existencia humana, solo para esto.  Es necesario, ante todo, reconocer que somos criaturas de Dios y que, al estar alejados de Dios, entonces nuestra vida está INCOMPLETA.  Se pueden cumplir muchas metas en nuestra vida, pero si ninguna de ellas nos lleva a los pies de Cristo, entonces seguiremos incompletos, deseando algo más que muchas veces no sabemos de qué se trata. Un cantante tiene como meta ser famoso y andar por todo el mundo dando espectáculos, luego como segunda meta quiere tener una buena solvencia económica y deleitarse en todo lo que ofrece el mundo, pero cuando llega a esa meta, entonces ya no sabe qué hacer y lo único que le queda es probar por el lado de las drogas, a ver si eso llena el vacío de su vida; pero muchos se mueren buscando esa felicidad que nunca encontrarán en el mundo material, aunque vivan en mansiones o castillos.  Tenemos que estar cerca de Dios, para que Él nos llene de su unción, de su gozo, de su paz, de su amor y sobre todo debemos estar cerca de Él para asegurar la salvación.  Dice la Palabra que en Jesucristo “habita toda la plenitud de Dios” y que al Él le fue entregado todo: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”.  Mateo 11:27. Y la mayor revelación que podemos tener es que Cristo llena todos nuestros vacíos existenciales: “vosotros estáis completos en Él”, porque Jesucristo es la cabeza de todo principado y potestad, porque todas las cosas le fueron entregadas por el Padre y de esta forma Jesucristo ejerce potestad y dominio sobre toda la creación y por tanto Jesucristo es el que sustenta todas las cosas: “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” Hebreos 1:3.

¿Cuál es la esencia de todo esto?  Es que, en cada etapa de nuestra vida, tenemos una meta; pero al final de nuestros días, ya la única meta que tenemos es morir en paz.  ¿Ustedes creen que el único propósito del hombre es nacer, crecer, reproducirse y morir?  De ninguna manera, el hombre fue creado con propósitos muy especiales, fue creado para alabanza y gloria de su Creador; es por eso que dice la cita, que solo estamos completos en Él.  Cuando estamos en Cristo, aún la vida y la muerte pasan a un segundo plano, ya nuestro mayor propósito es estar en la presencia de Dios, alabando y glorificando su Santo Nombre.  Aquí en este punto es donde la muerte solo es un impedimento para estar en la presencia de Dios y quitado este obstáculo, entonces se manifestará nuestra verdadera naturaleza y estaremos ante un mundo espiritual totalmente nuevo, bello y esplendoroso, que no es en nada comparable con el ambiente en que vivimos hoy, por eso el apóstol Pablo decía: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.”.  Filipenses 1:21.

Ven a Cristo para que en tu vejez estés lleno de la plenitud de Dios y lleno de gozo esperando el día en que puedas abandonar ese cuerpo, para ir directo a la presencia de Dios.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.

 

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