¿Estás pasando por el horno?

 2 Tesalonisenses 1:3-5.

“Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás; tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis.”

CONCLUSIONES.

Había varias cosas que los cristianos de la iglesia de Tesalónica estaban haciendo y por lo cual el reino de Dios estaba cerca de ellos:  Su fe estaba creciendo y el amor de todos por los demás estaba abundando; y es por esto que el apóstol Pablo daba siempre gracias a Dios por ellos; pues eran dignos de esa oración por cuanto en ellos había compromiso en la búsqueda de Dios y su justicia.

Debido a esto, el apóstol se gloriaba de ellos; o mejor dicho, hablaba bien de ellos en todas las iglesias de Dios.  Sin embargo, esa fe, ese amor y esa paciencia no eran superficiales, eran el producto de las persecuciones y tribulaciones a que estaban sometidos.  Es decir, estaban siendo sometidos al horno de fuego para probar sus vidas y sacar el oro preciado más limpio que había en ellos.  Si el horno de fuego en sus vidas solo producía escoria, entonces aún no estaban limpios delante de Dios y sus frutos todavía eran de la carne; pero como eran cristianos verdaderos, entonces el horno de fuego solo podía producir oro limpio y resplandeciente. 

Aquí es donde se demuestra el justo juicio de Dios, pues si el producto de este proceso es el oro refinado, entonces somos dignos de Dios; pero si el producto es la escoria (los desechos de la fundición), entonces no somos dignos del reino de los cielos.  Esta escoria está representada por los frutos de la carne, lo que quiere decir que una persona que no es hijo de Dios no resiste el horno de purificación y sus malas obras se hacen visibles. Esta persona que no pasa la prueba, lo que hace es retroceder, volverse al mundo en que vivía antes, o negar a Dios y blasfemar de su palabra.

Esto es como un examen práctico de la materia denominada JUSTICIA para los aspirantes al reino de los cielos. En el examen final, el cristiano es sometido a un horno de fuego, que son las aflicciones y tribulaciones.  Si el cristiano sale limpio, entonces es considerado justo en el reino de los cielos; si sale aún más sucio o simplemente no resistió los primeros calores, entonces este no es hijo de Dios; sino hijo del pecado, del mundo o del diablo.  Esta prueba es la que aparta las ovejas de Dios, de los cabritos del diablo.  Algunos dirán que viven muy bueno, que Dios los quiere mucho porque no tienen aflicciones, ni pruebas, ni tribulaciones. Déjame decirles que entonces su dios no es el mismo de la biblia, o su dios es una imagen sin vida, o su dios es una religión, porque el verdadero Dios dijo que sus discípulos tendrían muchas tribulaciones: “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.” Hechos 14:22. Si usted no tiene tribulaciones, seguramente le está sirviendo al diablo, quien no tendrá necesidad de perseguirlo, dado que usted ya es de su propiedad.  Y aunque insista que no le sirve al diablo, solo hay dos señores y si no le sirve al Dios de los cielos, entonces le estará sirviendo al rey de este mundo que es el diablo.

Aún el texto que estamos analizando dice: “por el cual asimismo padecéis”, queriendo decir que no hay un reino que se pueda alcanzar sin padecimientos, sin ningún sacrificio.  Pero lo bueno es que estos hermanos en la fe estaban soportando las pruebas; y aún más, mientras esto sucedía, su paciencia, su amor y su fe iban creciendo; esto es lo que se llama crecer en medio de las dificultades.  Mediante las pruebas, podemos demostrar el justo juicio de Dios; pues somos catalogados mediante el producto que sale del horno de fuego y no mediante la “dedocracia”, es decir mediante el dedo de Dios, señalando quienes son justos y quienes no; como Él es justo, entonces la tarea de demostrar nuestra justicia es de cada uno de nosotros y no de Dios.  Así de esta forma, luego que somos probados, se podrá decir si somos dignos o no de estar en la eternidad: “Para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios”.

¿Entonces, cuál es el principal propósito del horno de fundición?  Es para probarnos, porque hay un mal que siempre ha estado presente en el pueblo cristiano y mayormente en el hombre común, y es que aman a Dios solo de lengua y su corazón está lejos de Él.  Si todos fuéramos honestos, entonces Dios no tendría necesidad de probarnos para determinar si verdaderamente somos de su pueblo: “Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios.”. Zacarías 13:9. Aunque siendo realistas, Dios nos conoce y no necesita probarnos; pero esa prueba es para testimonio a nosotros mismos, en esta vida y cuando estemos ante el gran juicio final. 

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.

 

 

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