¿Cómo incitar una respuesta de Dios?

 Daniel 10:10-14

“Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando. Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días.”

CONCLUSIONES.

El Dios del cristianismo es un Dios real, tan real que puede escucharnos y respondernos; no así los dioses de otras religiones o sectas, los cuales son ídolos mudos o estatuas levantadas en honor a líderes ya fallecidos o que son la representación mitológica de un dios inexistente. ¿Qué dicha poder hablar con Dios?  Claro que sí y mucho mejor aun cuando responde nuestras peticiones; pero para esto tenemos que acercarnos a Él con corazones puros y sinceros, y para esto debemos temerle a Dios y obedecer a su palabra; porque de lo contrario entonces todavía estaríamos en pecado y el oído de Dios estaría cerrado a nuestras oraciones: “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.” Juan 9:31.

Este texto del profeta Daniel nos muestra dos principios para que Dios ponga atención a nuestras oraciones y nos responda.  Daniel fue escuchado desde el primer día que dispuso su corazón y se humilló en la presencia de Dios; y no vino Dios directamente a hablar con él, pero sí fue enviado uno de sus ángeles a declarar a Daniel lo que había de venir sobre su pueblo en los postreros días, que seguramente era lo que estaba pidiendo a Dios.  Veamos estos principios:

1.  Disponer el corazón para entender y conocer a Dios.

En este versículo Dios dispone de tres riquezas para los hombres que se acerquen a Él: “Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.” Proverbios 2:6. La sabiduría humana perecerá junto con el hombre; pero la sabiduría de lo alto, la que proviene de Dios es una riqueza que convive eternamente con el hombre y así mismo el conocimiento de Dios y la inteligencia. Es necesario conocer a Dios para poder acercarnos a Él y este conocimiento solo se puede obtener a través de la lectura y meditación de la biblia; pues esta palabra revela la personalidad de Dios el Padre, la de su Hijo Jesucristo y la de su Santo Espíritu.  Es por eso que los que no conocen a Dios entonces van y le prenden un cirio a una estatua, pensando que con esto se están acercando a Dios; pero si usted escudriña la palabra, se dará cuenta que esto es una abominación a Dios.

Si usted conoce a Dios lo suficiente, se dará cuenta que Dios es justo y santo y que espera que nosotros también lo seamos para poder acercarnos a su presencia.  El desconocimiento de Dios hace que lo busquemos donde no se encuentra y que una vez estemos en el sitio correcto, nos presentemos delante de Él en una forma inadecuada; ambas situaciones son impedimentos para que Dios pueda escucharnos; aunque podemos asegurar que todas nuestras palabras y nuestros actos quedan grabados en el libro de la vida; es decir, esto es parecido a estar presentes en una mansión de un rey, donde cámaras de seguridad nos están filmando desde que entramos; pero podríamos estar lejos de la cámara real donde está el rey, quien nos atenderá personalmente si lo conocemos y usamos los protocolos adecuados para llegar hasta él.

2.  Humillarse en la presencia de Dios.

Humillarse es mostrar humildad delante de Dios, primeramente, reconociendo la grandeza de Él y seguidamente reconociendo nuestra pobreza o necesidad espiritual: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.” Salmos 51:17. Y si esta humillación lleva ayuno, lloro y lamento entonces no habrá forma de que Dios la ignore: “Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento.” Joel 2:12.

En términos materiales, cuando entramos al aposento de algún rey, tenemos que doblar nuestras rodillas y agachar nuestras cabezas en señal de respeto y sumisión a la autoridad que ejerce dicho rey.  De esta misma forma tenemos que llegar en oración humillados delante de la presencia de Dios, exaltando su poder, su magnificencia, su justicia y su santidad; y para esto es necesario entender y conocer a Dios; aunque nuestro entendimiento sea limitado, por cuanto somos criaturas y estamos supeditados a un mundo físico y a un cuerpo de carne.

Estimado amigo, conoce a Dios y humíllate delante de su presencia y tus oraciones serán escuchadas.  Y si Dios escucha, téngalo por seguro que la respuesta llegará porque Dios así lo prometió: “Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” 1 Juan 5:15.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.

 

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