¿Por qué el hombre se olvida de Dios?

Oseas 13:4-8

“Mas yo soy Jehová tu Dios desde la tierra de Egipto; no conocerás, pues, otro dios fuera de mí, ni otro salvador sino a mí. Yo te conocí en el desierto, en tierra seca. En sus pastos se saciaron, y repletos, se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí. Por tanto, yo seré para ellos como león; como un leopardo en el camino los acecharé. Como osa que ha perdido los hijos los encontraré, y desgarraré las fibras de su corazón, y allí los devoraré como león; fiera del campo los despedazará.”

CONCLUSIONES.

Cuando el hombre aún vivía en el huerto del Edén, allí estaba como en el mismo cielo; pues allí no había ni tristeza ni dolor, allí no había necesidad de trabajar para conseguir el sustento diario, porque había muchos árboles frutales y podía recurrir a ellos cuando tuviera hambre; allí no había necesidad de construir casas para habitar, pues el hombre dormía debajo de los árboles y en completa armonía con los animales; allí no había necesidad de buscar un médico y de comprar medicinas porque la enfermedad no había entrado en aquel lugar, allí no había necesidad del vestuario, pues el hombre no sabía qué era estar desnudo y en síntesis, allí el hombre gozaba de la compañía de Dios, quien recorría el huerto cada día.

¿Quién diera por que hoy en día las circunstancias fueran las mismas y que nosotros aún estuviéramos en dicho huerto? Desafortunadamente Adán y Eva le abrieron la puerta al pecado (la desobediencia) y este entró y los tocó y ellos murieron espiritualmente, por lo cual fueron expulsados del Edén.

Aún fuera del Edén, Dios ha tenido misericordia y nos ha dado la esperanza de tener una vida similar a la que tenía Adán y Eva, con ciertas condiciones: “Acontecerá que, si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios.” Deuteronomio 28:1-2. La única condición para que llegaran al hombre todas las bendiciones de Dios, era que escucháramos atentamente su palabra, que la guardáramos y que la pusiéramos por obra.

Pero el hombre no quiere estar sujeto a nadie, no quiere que otro sea el centro de atención y este es el origen de la soberbia, que según la Real Academia de la Lengua significa “Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros”.  Adán y Eva quisieron ser más sabios que Dios y por eso accedieron a las insinuaciones del diablo para comer del fruto prohibido.  El hombre de hoy también quiere ser más sabio que Dios y es por eso que ignora su palabra y todos los mandamientos que en ella hay escritos y esto es lo que se llama soberbia, por cuya causa el hombre se ha olvidado de Dios y no quiere saber nada de Él.  Al hombre creerse superior entonces no dignifica a Dios, sino que lo demerita, le roba la honra y la gloria que se merece por ser Dios.

Pero antes de la soberbia, hay algo que se llama SACIEDAD.  El pueblo de Israel se sació y quedó repleto de todas las bendiciones de una tierra que literalmente fluía leche y miel, donde algunos racimos de uvas los tenían que cargar entre dos personas, debido a su tamaño y su peso. El hecho de estar saciados y repletos de alimentos y de toda clase de bienes, entonces le dieron paso a la soberbia e ignoraron a Dios, pensando que la tierra era la que los bendecía y no Dios.  Hoy sucede algo parecido, el hombre cree que por su tecnología y que por sus avances científicos es que puede obtener todo de la naturaleza, olvidando que Dios es el que envía las bendiciones. Es por esto que la clase social más pobre y desfavorecida es la que mayormente busca de Dios, porque aquí en la tierra ya no encuentra nada o al menos no ve nada que pueda alcanzar; en cambio la clase social alta, percibe la idea de que todo lo tiene en sus manos y que no necesita nada de Dios.

Tenemos que reconocer que aún cosas tan simples como la lluvia provienen de Dios y no es la naturaleza la que decide cuando envía la lluvia, sino que la misma naturaleza está sujeta a Dios: “Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado.”. Deuteronomio 28:12.

El mandamiento de Dios fue apremiante: “No conocerás, pues, otro dios fuera de mí, ni otro salvador sino a mí”; pero el hombre en su deseo de conquistar y hacerse grande e independiente, entonces busca sustitutos para el verdadero Dios; pues no quiere rendirle cuentas a Él, más bien diría que el hombre quiere ser su propio dios, pero que en su incapacidad de explicar la creación y sus fenómenos, se ve obligado a colocar un sustituto de Dios que esté por encima de él, pero que no sea el Dios verdadero, para no rendirle cuentas a nadie, ni tener que obedecerle. Al pueblo de Israel no le sirvió ver todas las señales y prodigios que hizo Dios para sacarlos de Egipto y para conducirlos por el desierto durante 40 años sin que les faltara el agua, el alimento y el vestido; más bien parece que cada nuevo día insistían en la tarea de olvidarse de Dios y de buscarle sustitutos, con los cuales caían en idolatría.

La sentencia entonces es muy clara para el hombre:  Seré para ellos como una fiera del campo, como oso, león o leopardo, que acechan a su presa para matarla, despedazarla y devorarla. Qué lástima que, por la soberbia del hombre, Dios en muchas oportunidades se tenga que convertir en nuestro enemigo; pues lo hemos ignorado, lo hemos rechazado y le hemos robado su honra y su gloria para dársela a los hombres o a los ídolos hechos por manos de hombre. Y en muchas veces, los que se creen cristianos, obedecen más al diablo que a Dios, pero aun así están seguros de que tienen merecido el reino de los cielos; tienen en sus casas un altar a la desobediencia, pues, aunque conocen algunos mandamientos los ignoran, con lo cual también le están robando la gloria a Dios, quien merece ser obedecido. Antes de la soberbia, está la desobediencia; pues cuando una persona empieza a desobedecer, muy pronto llegará a su vida la altivez, la arrogancia y la soberbia.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”. 

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