Vivimos en tiempos peligrosos.

2 Timoteo 3:1-5

“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.”

CONCLUSIONES.

Dijo el apóstol Pablo inspirado por el Espíritu Santo, que en los postreros días vendrían tiempos peligrosos, y tal parece que ya estamos viviendo esos tiempos, donde no solo peligra la integridad física de las personas, sino también su integridad emocional y espiritual.  Estamos siendo atacados por pandemias, por violencia, por hambre, por injusticias, por guerras, por desempleo, etc.  Y aún más delicado es el hecho de que el pecado se ha incrementado en todos los círculos sociales y también la degradación de los valores morales y espirituales.  Pero el mayor peligro es perder el alma y el espíritu en el infierno:  “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” Mateo 10:28.  El principal problema no es que las personas no puedan vivir en paz, abundancia y seguridad; sino que una vez muertos, sus almas se vayan al infierno; esto sí que es un verdadero peligro para el hombre como persona.

Pero, ¿Quién es el culpable de todo esto?  Este es un famoso dicho popular: "El hombre nace bueno, pero la sociedad lo corrompe".  Dios hizo bueno al hombre, pero este se corrompió al darle entrada al pecado a través de la desobediencia de sus mandamientos y todo ser que nació luego de este acontecimiento también trajo la simiente del pecado.  Asún así, ante esta perspectiva, el hombre puede huir de la esclavitud del pecado, pero a la mayoría no les interesa vivir en obediencia y santidad a Dios; por lo cual siguen siendo usados como instrumentos de las tinieblas para esparcir el mal sobre la tierra y sus habitantes.  El pecado se ha incrementado y también la crisis de valores, porque al hombre no le interesa saber nada de Dios y está contento viviendo con su religiosidad y con los placeres del mundo; solo los más oprimidos optan por buscar de Dios o se vuelven hacia la maldad como medio de subsistencia.

La verdad es que si no hubiesen hijos del diablo (“porque el que peca es del diablo” 1 Juan 3:8), las tinieblas no tendrían forma de esparcir el pecado, ni el dolor, ni la pobreza, ni la enfermedad, ni la violencia; pues el diablo carecería de instrumentos o vehículos físicos a través de los cuales pudiera distribuir su maldad por todo el mundo.  En síntesis, si todo el mundo fuera bueno, la “empresa” de las tinieblas hubiera ya fracasado; pero hoy su trabajo persiste, porque hay muchos en el mundo que consciente o inconscientemente están contribuyendo al logro de los objetivos de las tinieblas.

Pero veamos cuáles son las características de los hombres en estos tiempos que hacen que vivir en este mundo sea tan peligroso, sobre todo para el alma y el espíritu.

1.  Habrá hombres amadores de sí mismos.  Cuando no hay amor por el prójimo, entonces el centro de atención es el hombre mismo, convirtiéndose en un ser egoísta y por consiguiente alejado de Dios.

2.  Avaros.  Afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Estos también desechan a Dios, al poner su corazón en las riquezas.  Esta condición hace que el hombre caiga en otros hechos más graves como las guerras, la violencia, el hurto, la intimidación, el desplazamiento forzoso, el narcotráfico, las pandillas, etc.; pues el hombre desea tener más para satisfacer su orgullo y para poder deleitarse en los placeres del mundo.

3.  Vanagloriosos.  Jactancia del propio valer u obrar.  Son personas que se glorifican así mismos y de esta forma le están robando la gloria a Dios.

4.  Soberbios.  Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros. Dios es el único que merece alabanza y adoración, debe ser el único centro de atención por cuanto es nuestro creador y sustentador.

5.  Blasfemos.  Palabra o expresión injuriosa contra alguien o algo sagrado.  En este caso el hombre blasfema de Dios y le atribuye a su ausencia los grandes problemas de la humanidad, sabiendo que nosotros somos los que hemos abandonado a Dios, y no lo hemos dejado acercar a causa de nuestras iniquidades.

6.  Desobedientes a los padres. Los padres son una autoridad delegada por Dios y el obedecerles es uno de sus mandatos con promesa de larga vida; sin embargo hoy en día, son los hijos quienes quieren mandar a sus padres.

7.  Ingratos.  Desagradecido, que olvida o desconoce los beneficios recibidos.  Dios nos dio la vida y es el que nos sustenta mucho antes de nacer; pero muchos ni siquiera reconocen la existencia de ese Dador y Sustentador de la vida.

8.  Impíos.  Falta de piedad, compasión o virtud.  Para la biblia, el impío es igual al pecador, un hombre del mundo y del común, que no ha conocido el amor de Dios y que actúa inmisericordemente.

9.  Sin afecto natural.  Estos no tienen amor fraternal y han perdido la sensibilidad a causa del pecado, pues este endurece los corazones; por tal razón no se quieren ni ellos mismos, muchos menos podrán amar al prójimo.

10.  Implacables.  Que no se puede aplacar.  Es decir, que no tienen el mínimo remordimiento por la consecuencia de sus actos y no les importa “acabar con todo”, no les importa pasar por encima de quien sea para conseguir sus objetivos.

11.  Calumniadores.  Acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño.  Al mismo Jesucristo lo crucificaron basados en la calumnia y de esto están llenos los tribunales de nuestra época.  El hombre en su intento por defenderse de algo o alguien o de ganar méritos que no posee o de vengarse de alguien, entonces acude a la calumnia.

12.  Intemperantes.  Son los faltos de templanza (uno de los frutos del Espíritu), que se traduce como:  Moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón.  Estos son hombres explosivos que actúan más bien por instinto que por razón.

13.  Crueles.  Que se deleita en hacer sufrir o se complace en los padecimientos ajenos.  La crueldad va en contraposición con el gran amor de Dios; por tanto los crueles son enemigos de Dios.

14.  Aborrecedores de lo bueno.  Son personas que no solamente se deleitan en hacer el mal, sino que también detestan todo lo bueno, todo lo justo y todo lo que provenga de Dios.

15.  Traidores.  Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener. El hombre traiciona a su cónyuge, traiciona a sus amigos y compañeros, y mayormente traiciona a Dios quien es el dueño de su vida, cambiándolo por una imagen de madera, de metal o de piedra.

16.  Impetuosos.  Que se mueve de modo violento y rápido.  Es decir, la persona no tiene control ni dominio propio y actúa dirigido por uno o varios demonios.

17.  Infatuados.  Hombres llenos de presunción o vanidad infundada y ridícula.

18.  Amadores de los deleites más que de Dios.  El hombre no quiere a Dios, porque está muy amañado con los deleites y placeres del mundo; entonces no está conforme con un Dios que le ponga límites.

19.  Que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella.  En síntesis, muchos de los hombres se muestran como buenos; pero realmente son lobos vestidos de ovejas: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.” Mateo 7:15.

Dios nos manda a evitar este tipo de personas y a mantenernos alejados de ellas; máxime cuando se es verdaderamente cristiano, quien debe estar apartado del pecado y viviendo una vida consagrada a Dios: “Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” 2 Pedro 1:4.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

 

  

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