¿Eres siervo de Dios o del diablo?

Tito 2:9-10

Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.”

CONCLUSIONES.

La definición de la palabra siervo es: “Persona completamente sometida a alguien o algo, o entregada a su servicio”.  Hay dos tipos de servidumbre: La material y la espiritual.  Aquí en la tierra podemos ser siervos de una empresa, quien tiene personas a las cuales se les ha delegado autoridad y a las cuales sus siervos o trabajadores deben estar sometidos.  El que tiene su propio negocio, entonces este es el que somete a su dueño, aunque no sea una persona natural; pero sin duda este siervo tiene más responsabilidades que un trabajador normal de una compañía; pues el hecho de tratarse de su propiedad, demanda de su tiempo constantemente, incluso en sus horas de sueño y descanso.  Y en contraposición a lo anterior, aquel que no trabaja, aun teniendo forma de hacerlo, está sometido a otro tipo de señor que es un espíritu de pereza y de ocio.  En síntesis, trabaje o no, el hombre en su forma material está sometido a uno de varios tipos de señores, siendo así siervo tanto del uno como del otro, por lo que decir que hay una plena libertad es una imprecisión; pues aun los que están enredados en negocios ilícitos, le tienen que servir a estos y a sus dueños aun a costa de su vida y de sus bienes, cuando sus propósitos fracasan; es decir, que esta servidumbre se convierte en absoluta esclavitud.  Y si fuere rico y no tuviere necesidad de trabajar, entonces es esclavo de la seguridad, pues tiene que pagar guardaespaldas para que cuiden de su vida y de sus pertenencias y por el hecho de saber que sus pertenencias pueden ser robadas, entonces tampoco puede vivir ni dormir tranquilo, porque está sometido a la esclavitud de su señor, cuyo nombre es la riqueza.

Es claro entonces que hay una servidumbre material y así mismo también la hay en forma espiritual.  El hombre común le sirve al diablo, de quien recibe diariamente instrucciones para pecar, para hacer injusticia, para deleitarse con sus pasiones y deseos, para ignorar y desacreditar a Dios como el caso de la teoría de la evolución.  Servirle al mundo y al diablo no trae nada bueno, pues nos hace unos completos desconocidos para Dios: “Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.” Lucas 12:37. Los que hacen maldad e injusticia son esclavos del diablo; ni siquiera siervos porque el siervo lo hace con agrado, pero la mayoría les sirven a las tinieblas por ignorancia o por rebelión contra Dios, porque no quieren conocer la realidad: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” Juan 8:44.

Algunos dirán que no son tan malos como para tener un padre como el diablo; pero el solo hecho de rechazar a Jesucristo como su Señor y Salvador es la prueba suficiente de que le están sirviendo al diablo; pues solo hay dos señores y si no servimos al uno (Dios), entonces estaremos sirviendo al otro (diablo).  Solo basta dejar de hacer lo bueno, para que caigamos en la corriente de este mundo, dirigida por el diablo y su ejército de demonios y de espíritus inmundos.  Solo basta ser indiferentes o incrédulos delante de Dios, para que seamos siervos del diablo.  Y lo duro de esto es que el diablo no le pregunta a nadie si le quiere servir o no, sencillamente él ataca en la sombra, ataca sigilosamente y sin previo aviso, hasta que las personas con su “inercia” y con la ausencia de Dios en sus vidas, resultan sirviendo al diablo.

Y hay una razón muy de fondo del por qué las personas no quieren escuchar ni saber de Dios y es porque ya son del diablo y él les ha segado el entendimiento para que no vean, ni escuchen, ni entiendan.: “El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.”. Lucas 8:47. Esto quiere decir que el que tiene pereza de leer la biblia o ni siquiera le interesa hacerlo, es porque es siervo del diablo y entre los mandamientos del diablo está que “el hombre no debe leer la biblia porque se enloquece”, pero más que eso es porque terminará creyendo en Jesucristo y entregando su vida a él y finalmente escapará del diablo y de las tinieblas.

En contraposición a la servidumbre del diablo que carece de bendición y que solo trae perdición eterna, hay una servidumbre que sí merece nuestra atención:  “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.” 2 Corintios 4:5.  El servir a Dios es el único camino que nos conduce a la vida eterna en el reino de los cielos: “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” Juan 14:23. Solo que, para servir a Dios, necesitamos crucificar el viejo hombre lleno de vicios y pecados y nacer de nuevo, mediante el poder del Espíritu Santo, para ser unas criaturas santas y dignas delante de Dios.  Así como en la servidumbre material tenemos que cumplir tareas y órdenes, así también lo es en el ámbito espiritual, en el rebaño de Cristo, allí tenemos que escudriñar y obedecer su palabra, para ser verdaderos cristianos fieles y dignos del Señor.

Si eres cristiano o al menos crees pertenecer a Cristo, es tu obligación adornar la doctrina de Dios y el evangelio de Jesucristo, así como se lo recomienda el apóstol Pablo a su discípulo Tito.  ¿Y para qué adornar la doctrina de Jesucristo?  Es simple, nuestros gestos y testimonios hablan más que mil palabras, por tanto, muchos se podrían convertir a Jesucristo por nuestro testimonio antes que por nuestras palabras.  Dirán que Jesucristo era patronista, pero no deben olvidar que en el cielo y en la tierra hay un principio de autoridad absoluta y autoridad delegada, sin la cual es imposible que puedan convivir los seres creados por Dios. Precisamente el mal que hoy en día vivimos, fue generado por el hecho de que Lucifer quiso ser igual a Dios y se vio enfrentado con su autoridad, lo que le causó su expulsión del reino de los cielos junto con los ángeles que le seguían; es así como Lucifer se convirtió en satanás y sus ángeles se convirtieron es espíritus inmundos, demonios, huestes de maldad y gobernadores de las tinieblas y todos estos juntos son los que conforman el ejército de las tinieblas que hoy tiene al mundo viviendo en un caos de pobreza, de violencia, de guerras y de enfermedades; todo porque Lucifer violó el principio de autoridad y ya no quería servirle a Dios. 

Este mal también existe sobre la tierra, pues muchos no quieren ser siervos, más bien quieren ser jefes y libres; pero si miramos el ejemplo de Jesucristo, aun siendo Dios, Él se declaró un siervo de su Padre Celestial y precisamente vino a hacer la obra que su Padre le había encomendado:  Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Mateo 20:28. En el siguiente texto se evidencia aún más el estado de sujeción del Hijo como siervo a su Padre: “Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.” Juan 5:36.

Este acto de adornar la doctrina de Jesucristo se puede hacer mediante varios aspectos:

1.  Que se sujeten a sus amos. El siervo o empleado debe sujetarse en todo a sus jefes, pues por algo fueron puestos por encima de nosotros y nosotros los aceptamos voluntariamente. Y espiritualmente, debemos sujetarnos a Dios y a su palabra; pues arriba en el cielo entrarán solo los siervos de Jesucristo y los jefes e independientes quedarán excluidos del reino.

2.  Que agraden en todo.  Todas las labores que realicemos se deben enfocar en cumplir las expectativas del jefe, de tal forma que él se agrade de nuestro trabajo. Así mismo como cristianos, debemos obedecer la palabra de Dios para agradar a nuestro Señor en todo.

3.  Que no sean respondones. Hay que ser humildes cuando se esté delante del jefe; pues el creerse superior hace que nos vean como una “competencia” peligrosa para sus cargos.  Como cristianos, debemos ser humildes y sumisos delante de aquel que nos ha llamado a vida eterna.

4.  No defraudando.  No podemos defraudarlos en nada y nuestros intereses personales deben desaparecer mientras estemos en esta relación de servicio.  Pablo abandonó todo lo que alcanzó materialmente y lo dio por pérdida para no defraudar a su Señor Jesucristo. Nosotros como cristianos no debemos volvernos atrás para no defraudar a aquel que murió en una cruz para salvarnos, así mismo los que aún no conocen a Dios, no deben defraudarlo ignorando su llamado al arrepentimiento.

5.  Mostrándose fieles en todo.  Tenemos que ser fieles hasta con un lapicero, pues si nos dan útiles de trabajo, no podemos cargarlos para nuestra casa como si fueran nuestros, así mismo debemos reconocer que aún el tiempo laboral es de nuestros patrones o señores terrenales y que debemos hacer un uso adecuado de él.  De la misma forma tenemos que ser fieles en el reino de Dios de lo contrario no habrá justicia en nosotros, pues: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.” Lucas 16:10.

Hay que recordar que somos siervos por partida doble, aquí en la vida material, como en la vida espiritual.  En la vida espiritual hay dos tipos de servidumbre, la que le dan a Dios los verdaderos hijos de Dios y la que le dan al diablo los seguidores del mundo y del pecado.  Si eres de estos últimos, no desperdicies tu vida sirviendo al diablo, pues él nada tiene para pagarle, porque el mismo ya está condenado; es decir, ahora ostenta tener muchos bienes y riquezas, pero cuando esté pagando su condena en el lago de fuego y azufre, será el más pobre y desventurado de todos los seres creados por Dios y la única paga que puede darle a quienes le siguen y le obedecen es compartir con ellos el castigo eterno.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

  

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