La salvación no es por obras.

Tito 3:4-7

“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.”

CONCLUSIONES.

La salvación es el producto de la manifestación de varias virtudes de Dios:  Su bondad y su amor para con los hombres.  Bondad es la “Natural inclinación a hacer el bien”, lo que denota que la naturaleza de Dios es siempre de continuo hacer el bien; así como la naturaleza del diablo es hacer siempre el mal.  En cuanto a su amor por el hombre, su máxima expresión es la entrega de sí mismo y por eso entregó a su Hijo Jesucristo al mundo para que fuera crucificado y que por su sangre derramada pudiera limpiar del pecado a todos los que se acercaran a Él.  Eso significa finalmente que Dios en su infinito amor, proveyó un camino para que fuéramos santificados y nos acercáramos al trono de su gracia y de esta forma pudiéramos ser partícipes de su gloria y sus riquezas eternas.

La salvación no viene a cada hombre por sus obras de justicia; sino por varias acciones de Dios, partiendo de la voluntad del hombre de aceptar el sacrificio de Jesucristo y de rendirle su vida a Él. Por eso no es posible salvarse por el solo hecho de ser miembro de una religión o de una secta aunque esta sea la más popular del mundo, no es posible salvarse por el solo hecho de asistir a una iglesia los domingos, no es posible salvarse por seguir la religión de nuestros ancestros, no es posible salvarse por el solo hecho de creernos buenos, no es posible salvarnos acudiendo a las imágenes y a los ídolos, no es posible salvarnos haciendo sacrificios para buscar la aceptación de Dios, no es posible salvarnos ayudando a los necesitados o repartiendo bienes y dinero entre los pobres, no es posible salvarnos por el sacrificio que representa levantar una familia, no es posible salvarnos por el hecho de trabajar de sol a sol sin descanso, no es posible salvarnos por los muchos títulos académicos que poseamos, no es posible salvarnos si trabajamos en una organización sin ánimo de lucro, no es posible salvarnos si vamos de rodillas hasta un santuario, no es posible salvarnos si le prendemos un cirio a una estatua, ni mucho menos si colocamos una ofrenda a sus pies, no es posible salvarnos si solo cumplimos a cabalidad con los diez mandamientos, no es posible salvarnos si participamos de las corrientes de este mundo, de sus modas o de sus pasiones, no es posible salvarnos si nos seguimos deleitando en las pasiones y en los deseos de la carne, no es posible salvarnos si aún nos gustan las mentiras, las vulgaridades, la pornografía, la injusticia, la calumnia, el orgullo y la vanidad, no es posible salvarnos si nuestro corazón está empeñado en conseguir riquezas y disfrutarlas antes que buscar el reino de Dios y su justicia, no es posible salvarnos si nuestro deseo es viajar, conocer, descansar e ir de turismo, mientras literalmente dejamos a Dios cuidando de nuestra casa, no es posible salvarnos por inercia, es decir, sin hacer nada; solo es posible salvarnos si acudimos a Jesucristo arrepentidos y le recibimos como nuestro Señor y Salvador.  Cuando Jesucristo entre a nuestras vidas con nuestro consentimiento y nos transforme, entonces seguramente seremos obedientes a su palabra y nos guardaremos de todas estas cosas que desagradan a Dios y que definitivamente llevarán al infierno a quienes las practican.

Estas son las acciones de parte de Dios que en su conjunto producen la salvación.

1.  Por la misericordia de Dios.  Misericordia es el “Atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas”.  Realmente la misericordia es uno de los frutos del amor de Dios y este fruto lo llevó a regalarnos la salvación, ya que estábamos destituidos de su reino, por causa de la caída de Adán y Eva en el huero del Edén.

2.  Por el lavamiento de la regeneración.  Cuando hablamos de lavamiento tiene que existir un líquido capaz de lavarnos y quitarnos toda suciedad de pecado, de injusticia y de iniquidad y ese glorioso líquido es la palabra de Dios (el agua de vida), que nos emblanquece y hace que todo nuestro ser se regenere y que todos sus componentes sean totalmente nuevos: “Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra”. Efesios 5:26. Tenemos entonces que beber diariamente el agua de la palabra, deleitarnos en ella y obedecerla, para que pueda cumplir su propósito en nosotros.

3.  Por la renovación en el Espíritu Santo.  El Espíritu Santo es la tercera persona de Dios, quien con su fuego consumidor arrasa con todos los elementos extraños que hayan dentro de nuestro cuerpo y alma, incluyendo la presencia y las obras de las tinieblas y el Espíritu Santo es el que completa el nuevo nacimiento, mediante el cual la persona recibe el sello que lo acredita como verdadero hijo de Dios, siendo así una criatura apta para entrar en el reino de los cielos:  “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Juan 3:5.

Cuando la persona ya es una nueva criatura, nacida del agua y del Espíritu, entonces se puede asegurar que tendrá vida eterna en el reino de los cielos; es decir, que ya tiene asegurada la salvación, mientras siga perseverando en buscar el reino de Dios y su justicia.  “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” Mateo 24:13. En el corazón de los hijos de Dios mora el Espíritu Santo y se mantiene allí mientras la persona siga buscando el reino de Dios y su justicia.

Si estando allí en el corazón el Espíritu Santo, la persona peca involuntariamente, debe confesar sus pecados delante de Jesucristo y recibir el perdón; de lo contrario los pecados inconfesos se convierten en rebelión, que juntamente con los pecados que se siguen cometiendo voluntariamente, hace que el Espíritu Santo abandone el corazón y lo deje a disposición de los espíritus inmundos o demonios.

Esta salvación tiene varios fines:

1.  Para que fuéramos justificados por su gracia.  El primer fin de esta salvación, que incluye el nuevo nacimiento, es que seamos justificados gratuitamente delante de Dios y tengamos entrada directa al reino de los cielos.

2.  Para que viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.  La segunda finalidad, es que seamos herederos primeramente del gran tesoro de la salvación y segundo que seamos partícipes de las abundantes riquezas de la gloria de Dios en Cristo Jesús.  “Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.”. Efesios 2:7.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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