La disciplina forja verdaderos hijos.

Hebreos 12:6-8.

“Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.  Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?  Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.”

CONCLUSIONES.

¿No somos muy amigos de la disciplina, cierto?  Sin embargo, la disciplina conlleva a la corrección tanto para los hijos naturales, como para los hijos de Dios.  Si al muchacho no se le corrige de sus malos actos y tampoco se le colocan límites, entonces en términos materiales no criaremos a un hijo, sino a un antisocial o a un delincuente.

En el ámbito espiritual también hay reglas y restricciones, en las cuales debe ser entrenado cada hombre que decide correr a los pies de Jesucristo y recibirle como su Señor y Salvador, este entonces es recibido por Dios como un verdadero hijo y empieza un proceso de socialización en la vida espiritual que consiste en una porción de azotes, cuya frecuencia es dada de acuerdo con la necesidad espiritual de cada individuo: “Y azota a todo el que recibe por hijo”.  Cuando habla de azotes significa que los castigos van a ser más fuertes y en verdad lo son porque la condición del hombre ha cambiado, ya pasó de ser un hombre común a ser un hijo de Dios, entonces la disciplina tiene que incrementarse, porque el asedio de las tentaciones es mayor, porque el ataque del enemigo es mayor y porque puede ser envuelto en el orgullo, la vanidad y la jactancia.  Esto es como pasar de ser un estudiante de primaria a uno de secundaria, en donde las exigencias van a ser superiores, dado que el individuo ya tiene más capacidades y responsabilidades.

Si soportamos la disciplina, entonces Dios nos puede tratar como a verdaderos hijos, pues si no la soportamos, es porque en nuestro corazón todavía hay orgullo y rebelión, lo que nos impide aceptar la disciplina como un instrumento para forjar el carácter del cristiano y por lo tanto nos veremos avocadas a abandonar la condición de hijos y de volvernos al mundo a continuar bajo la condición de hombres pecadores.  El texto nos dice: “porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?”, denotando la necesidad absoluta de corrección; pues nosotros como humanos necesitamos ser adiestrados para vivir en este mundo bajo normas, leyes y estatutos, ¿Cuánto más debemos ser adiestrados para vivir espiritualmente como hijos de Dios, donde los requerimientos de convivencia son mayores?

Realmente la disciplina es sinónimo de amor y por eso la palabra dice: “Porque el Señor al que ama, disciplina”.  Si usted se siente en disciplina, entonces también debe pensar en que el amor de Dios está tratando y transformado su vida y que desea que no se pierda en el infierno. Ahora, como Dios ama a todos los hombres, pero no al pecador, entonces la disciplina la podrán experimentar tanto los que no son aún hijos de Dios como aquellos que si lo son: “de la cual todos han sido participantes”; pero por motivos de la libertad que el hombre tiene de escoger el bien o el mal, entonces cuando el hombre rechaza esta disciplina, es decir no la quiere, no la soporta, se queja de ella, entonces Dios debe retirarla; pero el tal hombre fuera de la disciplina, ya no podría aspirar a ser hijo de Dios, sino que entonces ya es un “bastardo”. De ahí que haya muchos hombres viviendo aparentemente sin problemas, pero alejados de Dios.

¿Y qué es la disciplina?  Para un estudiante la disciplina significa quedarse sin el tiempo de recreo, hacer un taller adicional al que se colocó a todos los estudiantes, dar varias vueltas a la cancha en la hora de educación física, recibir una llamada de atención en un libro de notas, hacer varias planas de un texto en el caso de los más pequeños de la escuela, citar a reunión a los padres de familia y en casos extremos podría llegar hasta la expulsión del estudiante de la institución educativa. 

¿Y espiritualmente cómo se presentan estas disciplinas?  Realmente este mundo está lleno de problemas por causa del pecado del hombre y cada problema de estos en nuestra vida se convierte en una forma de disciplina.  Cuando el hombre vivía en el huerto de Edén, allí no había necesidad de trabajar, tampoco había necesidad de vestir, el alimento colgaba de los árboles como maravillosos frutos, no había necesidad de una habitación y un lecho donde dormir, pues la naturaleza era la habitación y los pastizales el colchón para dormir, no había necesidad de medicamentos porque no había enfermedad y lo más maravilloso de todo era que Dios se paseaba por el huerto brindándole compañía al hombre.  Todo eso se perdió luego que Adán y Evan pecaron y ahora tenemos que comer y vestir con el sudor de nuestras frentes.  El hecho de tener que trabajar, tener que convivir con otros y tener que competir por los recursos y servicios, de por sí ya trae fatiga y cansancio, ¿Cuánto más cuando el mundo está lleno de injusticias de las cuales muchos padecemos? 

Unos vivirán mejor que otros y unos tendrán mejores oportunidades que otros; sin embargo, cuando hay disciplina, tal parece que todo estuviera en contra de nosotros y entonces resultan problemas de salud, problemas financieros, problemas familiares, etc., los cuales indudablemente son parte de la disciplina de Dios para nosotros.  No obstante, debemos estar seguros de que Dios no dejará completamente caídos a sus hijos y que los levantará cuando sea el tiempo oportuno: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo.”. Salmos 55:22.

Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos”, si queremos ser hijos de Dios, entonces debemos pensar en que indefectiblemente tendrá que haber disciplina, porque ¿Cómo podremos sujetarnos a todo lo que Dios manda sin altivez y sin orgullo? Esta indudablemente conlleva a la humildad y a reconocer nuestra condición humana delante de Dios.  Dirán que entonces es mejor vivir fuera de la cobertura de Dios para no estar en disciplina; sin embargo, debemos recordar que el mundo con sus pasiones y deseos está bajo la potestad del diablo y por supuesto que el diablo no puede salvar, pues la salvación solo la puede dar Jesucristo si acudes a Él arrepentido, le recibes como Señor y Salvador y te sometes a la disciplina de Dios; de resto, el único premio que le puede dar el diablo, es un lote de un metro cuadrado en el infierno, con un perol encima, donde serán paradas las almas y atormentadas con fuego día y noche.  Dirán que esto suena terrorífico; pero este asunto espiritual es serio y es mejor escuchar la verdad ahora y no despertar en el infierno sintiéndonos impotentes e indefensos ante una realidad que nos tomó por sorpresa, porque nunca quisimos escuchar las voces de alerta.

La disciplina para los hijos de Dios es constante, dado que las tentaciones y el asedio del pecado están presentes hasta el último momento de nuestra vida material.  Al mismo apóstol Pablo le fue dejado un aguijón en su carne toda su vida, con el propósito de que el orgullo y la vanagloria no fueran a retoñar en su ser y así de esta forma pudiera permanecer limpio hasta que Dios lo llamara a su presencia: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera”.  2 Corintios 12:7.

Pero ante todo hay que comprender algo, y es que el que está en Cristo y ha aceptado su disciplina como parte de su crecimiento espiritual y vive en amor y comunión con Dios, entonces para estos la disciplina ya no será un motivo de sufrimiento sino más bien de gozo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.  2 Corintios 12:10. El poder de Dios se perfecciona en la debilidad del hombre y por lo tanto el hombre en su debilidad recibe más fortaleza de parte de Dios. Es necesario entonces gozarnos en los padecimientos, para que allá en el cielo también nos podamos gozar con Cristo: “Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.”. 1 Pedro 4:13.

Si Jesucristo fue perfeccionado mediante las aflicciones que son parte de la disciplina, entonces para nosotros también son necesarias, pues Cristo nos da el ejemplo y nos muestra el camino por donde debemos transitar: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.”. Hebreos 2:10.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

 

  

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