La fe, un salto a la inmortalidad.

Hebreos 11:1-3, 6, 17-19.

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.”

CONCLUSIONES.

En los tiempos en que Jesús estuvo viviendo en carne aquí en la tierra, había que tener fe en que Dios le había enviado a rescatar a la humanidad de las garras del pecado y muchos tuvieron el privilegio de ser instruidos directamente por Jesús o también de ser sanados y de ser liberados.  Digamos que el hecho de tener un encuentro personal con el Hijo de Dios era como materializar la fe; pues viendo al Hijo de Dios en persona, ya no se necesitaba estar convencidos de lo que no se veía, porque ya lo estaban viendo; además que el mismo Jesús decía que el que le había visto a Él también había visto a su Padre, porque Él es la imagen de su Padre; esto fue un gran privilegio de muchas personas en la antigüedad.  Antes de la llegada de Jesucristo, la dificultad para tener fe era aún mayor, pues no había sucedido ningún hecho trascendental de la manifestación de Dios como lo fue la venida de su Hijo Jesucristo.  El reto ahora para la humanidad, es que si Jesucristo se materializó en carne y hueso y es idéntico a Dios el Padre, entonces realmente no habría que hacer mucho esfuerzo en fe para reconocer la existencia de Dios, tanto en el ámbito material como en el espiritual.

Sin embargo, hoy en día, no tenemos la presencia de Jesucristo, pero sí tenemos la presencia del Espíritu Santo de Dios, el cual no podemos ver ni palpar, pero podemos escuchar su voz, podemos recibir su corrección, podemos recibir su conocimiento. Digamos que como no está presente físicamente, entonces se requiere de fe para persuadirnos que está ahí con nosotros, sobre todo en los que hemos nacido de nuevo; pues la promesa es que él nos enseñará y nos recordará todas las cosas:  “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” Juan 14:26.  Tampoco es necesario mucho esfuerzo para considerar la existencia del Espíritu Santo, dado que quienes tienen activados los sentidos espirituales, podrán hasta conversar con Él; de ahí que tener fe en Dios a través de su Espíritu Santo no sería ninguna tarea titánica para el hombre y su esfuerzo se basa, luego de haber nacido de nuevo, en activar y ejercitar sus sentidos espirituales.

La fe es un elemento fundamental en la salvación; pues si no tenemos fe en nuestro Señor Jesucristo y en su obra redentora, entonces de por sí ya estamos muertos espiritualmente: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” Juan 3:18. 

Miremos otros de los muchos frutos de la fe:

1.  Por la fe muchos hombres de la antigüedad alcanzaron buen testimonio de Dios.  Alcanzar buen testimonio significa que Dios sacó a algunos hombres del común y los puso en lugares privilegiados, dado que ellos se aferraron a la fe y buscaron la presencia de Dios.  Cabe resaltar el caso de Abraham, quien por su fe, fue tenido digno de ser amigo de Dios.  Por la fe, Job resistió casi hasta la muerte y fue sanado de su enfermedad y Dios le dio nuevamente hijos más preciosos que los anteriores y le multiplicó todo lo que tenía antes de caer en la ruina.  Por la fe Moisés sacó al pueblo de Israel de tierra de Egipto para conducirlo por el desierto a sabiendas de que allí no había alimentos ni agua y Dios les proveyó de todo lo necesario.  Por la fe los apóstoles recibieron la unción del Espíritu Santo para sanar enfermos y hasta para levantar muertos, dando testimonio de que el poder de Dios estaba con ellos.

2.  Por la fe se evidencia que el universo fue constituido por la palabra de Dios.  Si miramos lo inmenso del universo y la perfección que Dios puso en cada cosa y las leyes que estructuró para que todo funcionara coordinadamente, podemos entender que solo hay un ser capaz de hacer todas estas cosas y ese es Dios.  Esto que ven nuestros ojos indudablemente fue hecho de aquello que no se podía ver; es decir, que Dios es especialista en hacer cosas visibles partiendo de lo invisible y si nosotros como seres humanos no tenemos acceso a lo invisible como materia prima, entonces es imposible que el hombre o aún la misma naturaleza pueda hacer cosas visibles como producto de la nada o de su evolución en el tiempo.

3.  Sin fe es imposible agradar a Dios.  Como Dios es invisible para el ser humano, espera que nosotros nos acerquemos a El mediante la fe; por eso es tan importante esta virtud delante de Dios.  Pues si no tenemos fe, sencillamente vamos a ignorar a Dios, que es lo que hace la mayoría del mundo.  Es necesario que el que se acerca a Dios crea que existe y que puede premiar a los que le buscan y en efecto tiene que ser así; pues nadie buscará algo, si está seguro que nunca lo encontrará.  Si todo el universo fuera material, entonces Dios también sería visible y la fe en Dios ya tomaría otras dimensiones al no necesitarse creer que alguien existe, ya que se puede evidenciar su presencia; sin embargo, Dios en su infinita sabiduría lo hizo así, para que las personas tuvieran que recurrir a la fe para poder acercarse a Dios y así de esta forma no interferir con la libertad de hombre quien es libre de escoger el bien o el mal y dado que el ejército de las tinieblas también es invisible.  Si en este momento el hombre pudiera ver el ejército celestial y el de las tinieblas, les aseguro que correrían llenos de pánico a refugiarse en Dios, entonces la libertad quedaría sin fundamento.

4.  Por la fe, Abraham fue capaz de ofrecer en sacrificio a su hijo único, a sabiendas que se le había prometido multitud de descendencia.  Dios le prometió una descendencia como la arena del mar; sin embargo, también mandó a sacrificar a su único hijo, cuando supuestamente a través de él, era que debía venir la descendencia.  Otra persona le hubiera respondido a Dios que no podía hacerlo, ya que a través de su hijo Él le había prometido descendencia, pero Abraham fue más allá y creyó que Dios podía resucitar a su hijo luego de sacrificado, para darle la descendencia prometida.  Es por este hecho que Abraham fue llamado el padre de la fe.

En síntesis, no hay espiritualidad sin fe, dado que la fe es el vehículo que nos transporta desde lo físico hasta lo espiritual y para tener fe hay que sentir la necesidad de Dios y deleitarse en su Palabra, lo que no tiene la mayor parte del mundo; ellos tienen necesidad de pasear y de ir de vacaciones, pero no tienen necesidad de Dios.  Esto lo digo fundamentado en la visión que tuve esta madrugada cuando Dios me mostraba una caravana de vehículos repletos de personas que iban de paseo, de puente y luego escuché una voz que me decía: Esta es “la espiritualidad del hombre”.  Si el hombre fuera con suficiente fe a estar en la búsqueda y presencia de Dios, seguramente allá tendría el gozo y la paz que está buscando, hallarían descanso para sus cuerpos, hallarían descanso para sus corazones y allí Dios les quitaría todas las cargas y los haría llorar en su presencia.  ¡Qué bello es todo aquello que el hombre se esta perdiendo!, porque ellos por su falta de fe, piensan que lo máximo es ir de vacaciones a una playa o a una isla paradisiaca; pero que gran equivocación, pues nuestro vacío material y espiritual solo lo puede llenar Dios y nada más.

Todo esto es lo que podremos recibir materialmente, pero no olvidemos que mediante la fe en Jesucristo y su obra redentora, podemos entrar en el reino de los cielos, donde el gozo será eterno; es decir que mediante la fe podemos saltar hacia la inmortalidad, lo que quiere decir que nunca veremos la muerte segunda en el lago de fuego y azufre.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

  

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