¿Eres culpable o inocente?

Santiago 2:10-11.

Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.”

CONSLUCIONES.

Empezaremos esta reflexión citando un versículo bíblico que dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Romanos 5:12.  Esto significa que el mundo entero es pecador y que por este hecho, entonces entró la muerte a todos los hombres, esto es la muerte espiritual o la separación de la presencia de Dios; es por esto que todo el mundo necesita de un salvador, y ese salvador es único en el universo y su nombre es Jesucristo, el Hijo de Dios que bajó del cielo, se hizo carne y habitó entre nosotros, quien también padeció y fue crucificado para limpiarnos de nuestros pecados, luego fue resucitado al tercer día y hoy está sentado a la diestra del Padre.  En este orden de ideas, las personas que se crean buenas, justas y santas también necesitan de un salvador, alguien que nos limpie de la naturaleza pecaminosa que heredamos de Adán y Eva.

En la antigüedad, las cosas que se iban a santificar debían ser rociadas con la sangre del sacrificio, de lo contrario no había purificación; lo mismo sucede con el sacrificio de Jesucristo cuya sangre fue derramada en la cruz del calvario, que, si nosotros no acudimos arrepentidos a los pies de Cristo, no podemos ser rociados con dicha sangre y por tanto nuestros pecados permanecerán sin ser expiados.  Esto lo digo porque seguramente muchos siguen viviendo en sus pasiones y pecados, pero creyendo que van a ser salvos porque Jesucristo, el Cordero, ya fue sacrificado por los pecadores; es menester entonces recordar que solo son redimidos los que de corazón se acercan a Jesucristo y le reciben como su Señor y Salvador, pues si el hombre en su orgullo no quiere aceptar la obra redentora de Jesucristo, entonces tampoco podrá recibir la limpieza, la restauración y la redención.

Ahora, mientras estemos en un cuerpo débil de carne y hueso y mientras persista nuestra naturaleza pecaminosa, entonces vamos a estar sometidos al pecado frecuentemente y aunque seamos hijos de Dios, nuestra carne podrá instintivamente hacernos una mala jugada, o incluso las mismas tinieblas podrán manifestarse a través de nosotros en forma tan sutil que no nos demos cuenta (como sucedió con el apóstol Pedro); sin embargo como cristianos, podemos acudir diariamente al trono de la gracia, para recibir limpieza y perdón de pecados: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” Hebreos 4:16. Eso sí, haciendo la salvedad que los pecados que se cometen voluntariamente luego de haber recibido el conocimiento de la verdad, ellos ya no pueden ser limpiados por el sacrificio de Jesucristo hasta tanto no haya un arrepentimiento verdadero: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados”.  Hebreos 10:26.

Dados estos principios, entonces debemos entender que el que quiera seguir ofendiendo a Dios en el incumplimiento de al menos uno de sus mandatos, entonces es como si le estuviera ofendiendo en todos los puntos de la ley: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”.  ¿Por qué sucede esto?  Porque inconscientemente le estamos diciendo a Dios que él se equivocó, que incumplir cierto mandato no debería ser motivo de ofensa para Dios máxime cuando estamos cumpliendo los más importantes como no matar, no robar, no dar falso testimonio, no mentir, etc.; entonces el hecho de murmurar o de criticar a Dios por sus mandatos, se convierte en un pecado más grande que es la altivez de espíritu, por el cual cayó Lucifer y fue expulsado del reino de los cielos.  Esta altivez es como cuando un súbdito trata de “moverle la silla” a su jefe, para hacerlo caer de su puesto, de tal forma que alguno de los que está más abajo en la línea de mando pueda adueñarse de su puesto o de su cargo dentro de la empresa; esto mismo quería hacer el diablo con Dios, quería despojarlo de su gloria, al sentarse junto a él en las alturas.

Otra de las razones por las cuales nos hacemos culpables de todos si se ofendiere en un solo punto de la ley es esta: “Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás”. Esto quiere decir que cada uno de los pecados en forma independiente tiene la capacidad de ofender a Dios, de desagradarlo y en últimas, si se comete un pecado o varios, el que resulta ofendido es Dios y no es que con uno solo se ofenda poquito y que con muchos se ofenda mucho; sino que cuando se trata de pecado, producen el mismo efecto delante de Dios, uno pequeño, uno grande o varios a la misma vez.  El hecho es que por infringir un mandato pequeño o uno grande, el hombre se hace transgresor de la ley delante de Dios “ya te has hecho transgresor de la ley”.

Algunos se amparan bajo el pretexto que algunos de los mandatos fueron escritos por los apóstoles, entonces andan diciendo que esto es “palabra de hombre” y que por tal razón no merece su cumplimiento; pero los apóstoles los escribieron por inspiración divina, es decir que el Espíritu Santo les dictaba lo que iban a escribir y que ellos de ningún modo tuvieron que ponerse a inventar frases para quedar bien dentro del pueblo cristiano y es por eso que Pablo hace una aclaración cuando se trata de su propio concepto y escribe “yo digo”:  “Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone”.  1 Corintios 7:12. También cuando el apóstol Pablo quiere enfatizar en que lo escrito no son sus propios conceptos sino los mandatos de Dios, también lo hace saber: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”. 1 Corintios 14:37.

Otros sencillamente se amparan en el pretexto de que estamos bajo el periodo de la gracia y no bajo el periodo de la ley y que nadie se salva por el cumplimiento de la ley.  Es cierto que ahora la salvación es por fe; pero la fe sin obras está muerta, y por lo tanto necesita del cumplimiento de las obras de la ley para ser vivificada; por tal motivo dijo el mismo Jesucristo que no había venido para “enterrar” la ley, sino para cumplirla: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Mateo 5:17. Y si el mismo Jesucristo nos dio ejemplo del cumplimiento de la ley, entonces ¿Quiénes somos nosotros para infringir la ley, cumpliéndola parcialmente?

Entonces, ¿Eres culpable o inocente?  Recuerda que evadir el cumplimiento de al menos uno de sus mandatos, es igual que si los estuvieras incumpliendo todos.  No permitas que, por un solo mandato, tengas que ir al fuego eterno de los infiernos. Es por eso que Dios dice que los tibios y los fríos no entrarán en su reino: “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”.  Apocalipsis 3:16.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

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