La medicina que cura todos los males.

Santiago 1:22-24

Pero sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la Palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.”

CONCLUSIONES.

Una fórmula médica para cualquier tipo de enfermedad física o fisiológica aprovecha si seguimos las recomendaciones dadas por el médico y si nos tomamos la medicina, cada pastilla a su hora específica hasta completar todas las dosis.  Si el médico se llegare a equivocar de diagnóstico, debemos reconocer que los médicos son humanos y que también se equivocan; pero que las recetas enviadas por Dios en su Palabra son infalibles, dado que Dios es perfecto.  Sin embargo, cuando debemos volver donde el médico porque la primera receta no surtió el efecto deseado; es decir, que los síntomas de nuestra enfermedad no han disminuido, entonces con mayor razón sabremos que el segundo diagnóstico del médico va a ser mucho más acertado y que por dicha condición, entonces vamos a dedicar mucha más atención en seguir las indicaciones y en tomarnos los medicamentos adecuadamente.  Esto puede hacer la diferencia entre el que se cura de la enfermedad y otro que sigue con sus dolencias.

Indiscutiblemente la humanidad hoy está enferma espiritualmente y solo están preocupados por la pandemia, porque si bien es cierto que podría matar a mucha gente, lo más preocupante para el mundo es la economía, no es que mueran muchos, es que la economía de los países retroceda o colapse y que la pobreza absoluta aumente, de tal forma que sus habitantes no tengan acceso a la salud, ni puedan abastecerse de alimentos, ni de bienes, ni de los servicios más básicos.  Al hombre no le importa el futuro espiritual, que es lo más esencial por cuanto va a ser una condición eterna o que no tiene fin.  Esto aquí en la tierra es temporal, por tanto si una persona muere a causa de inanición, pero muere con Cristo en su corazón, entonces podrá gozar de una vida eterna en el reino de los cielos; que es todo lo contrario a una persona que tiene todas sus necesidades satisfechas mediante una economía estable, pero que pierde su alma en el infierno porque nunca se preocupó de buscar a Dios y de entregar su vida al único que lo podía salvar del juicio eterno, a Jesucristo el Salvador.

¿Por qué está enferma la humanidad?  Porque hoy en día es más evidente el pecado, hay más degeneración social, hay más idolatría, hay mas maldad, hay más injusticia, hay más avaricia, hay más rapiña y usura, hay más vicios, hay más prostitución, hay más adulterio, hay más violencia, hay más incredulidad y también hay más indiferencia para con Dios; todo esto son síntomas visibles de que el hombre está enfermo en su interior.  Y esta enfermedad espiritual sí podría enviar a siete mil millones de personas al infierno, lo que no puede hacer el Covid-19 que hoy lleva cerca de dieciocho millones de muertes físicas, pues si una persona muere de Covid con Cristo en su corazón, irá al cielo con un cuerpo glorificado, ya que el cuerpo físico que enfermó será destruido aquí mismo en la tierra, posiblemente en un horno crematorio.  Esto debe conducirnos a una moraleja cristiana que dice:  “No importa de qué se muera el paciente si tiene a Cristo en su corazón”.

El problema de la humanidad hoy en día, se puede resumir en estos tres aspectos:

1.  El hombre no cree que está enfermo espiritualmente.

La mayoría de la humanidad ni siquiera se ha dado cuenta que están enfermos a causa del pecado y que necesitan un sanador y salvador.  Ahora en este tiempo están muy contentos celebrando las festividades de navidad y visitando a sus familiares; pero no se han dado cuenta que con estos hechos se están alejando aún más de Dios y por consiguiente su enfermedad se agudiza:  “¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite”.  Isaías 1:5-6.

El hombre común delante de Dios está enfermo desde la corona de la cabeza hasta la planta del pie, pero el mayor problema es que no se da cuenta que está enfermo; pues su corazón está en las fiestas, en las compras, en el estreno, en las abundantes comidas de noche buena, en las bebidas embriagantes, en los regalos, en las reuniones familiares, en la idolatría rindiéndole tributo al tal “niño dios” que no existe y pidiéndole bendiciones, también su corazón está en las vacaciones y es por eso que mucha gente anda desesperada corriendo de un lado para el otro y esparciendo el virus del Covid-19 por donde quiera que va.

Ni aún cuando todos estábamos confinados debido a la pandemia, el hombre se dedicaba a la búsqueda de Dios y más bien se dedicaban a chatear en el celular, a jugar en los dispositivos electrónicos y otros a pelear por causa del estrés; y ahora que han disminuido las restricciones de movilidad, entonces el hombre solo piensa en fiestas.  Definitivamente, el hombre tiene que estar en peligro de muerte para que se acuerde de Dios, de lo contario va a seguir pensando que no le hace falta y es por eso que los pobres son los que llegan más fácilmente a los caminos de Dios, porque ellos si creen que necesitan bendición y salvación.  La mayoría de hombres, con el solo hecho de tener llena la nevera o de tener algún electrodoméstico disponible para empeñar, con eso están tranquilos y seguros de que no necesitan de Dios.

2.  El hombre no visita al médico adecuado.

Una vez el hombre se ha dado cuenta que necesita de Dios (si es que se da cuenta), entonces mira las alternativas y escoge el médico que menos le cueste y mayormente escoge a uno que le haga unos cuantos ritos y de allí ya salga sano para su casa, sin necesidad de ingerir ningún medicamento o de seguir algún tipo de instrucciones y es por eso que el hombre toma el camino más fácil, el que requiera menos costos y sacrificios.  Acorde con estas ideas entonces el hombre visita los brujos y rezanderos, lo cuales supuestamente quitarán el mal sin mucho esfuerzo y a cambio de unos pocos billetes le prometen que estarán limpios para entrar al reino de los cielos; pero la realidad es quedan “atados” y planillados para el infierno. 

Otros acuden a las religiones idólatras, por ser las más populares y porque allí no mandan instrucciones ni recetas y tampoco son exigentes en cuanto a la vida que deben llevar sus adeptos.  Allí no importa si se es un delincuente, con tal de que se arrodille delante de una estatua, que ponga la limosna en el tarro y que se santigüe antes de ir a cometer sus fechorías, pues sus pastores dirán que Dios es amor y que tendrá misericordia de esa alma.  Otros acuden a sectas religiosas, donde no hay alimento balanceado, es decir que allí no adoran a la trinidad y por ende el alimento que se reciben es incompleto y no puede nutrir ni preparar a la persona para su entrada al reino de los cielos.  Estas sectas más bien convierten al hombre en “anticristos”:  “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”.  1 Juan 2:22.

3.  El hombre no sigue las instrucciones de Dios; es decir, oye pero no hace.

Una gran minoría tienen la fortuna de ir a una iglesia evangélica cristiana, donde se receta la palabra de Dios en su forma más pura y se invita al hombre al arrepentimiento, a entregar su vida a Jesucristo, a escudriñar la Palabra de Dios y a obedecerla.  Pero muchos creen que con solo cumplir con el rito del paso de fe (entregarle su vida a Jesucristo) o con solo pararse en la puerta de la iglesia, entonces creen que con solo esto ya pasaron al otro lado y que ya están libres de ir al infierno. 

Aquí es donde nos dice Dios: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.  El hombre cree que está engañando a una religión o a unos líderes y que esto no tendrá ninguna consecuencia espiritual; ¡pero qué ilusos son!, pues se están entregando a sí mismos en manos del diablo, para que este los tire al fuego eterno del infierno.  Por esto es que podemos decir confiadamente que Dios no condena a nadie y que es el mismo hombre el que escoge ir al infierno con sus actos reprochables en contra de Dios.

¿Qué nos pasa si tan solo escuchamos y no ponemos por obra la palabra de Dios?

Sin duda alguna, esto es como ir donde el médico y vueltos a casa guardar la fórmula en el chifonier mientras la enfermedad sigue avanzando; pues no hay ningún medicamento en el organismo que impida que la enfermedad se multiplique.  Así es en el ámbito espiritual, cuando una persona oye la predicación de la Palabra y llegado a su casa, entonces ya se ha olvidado de que fue lo que dijeron. 

Así mismo sucede cuando le recetan este medicamento: “Leer la Biblia y obedecerla”, es entonces cuando guardan la Biblia en un nochero para llevarla cada ocho días a la escuela dominical, para que vean que lleva Biblia y que también es un cristiano como los otros.  Esto de ninguna manera aprovecha y esta persona finalmente se convierte en un religioso, que son aquellos que solo participan de los ritos, pero que ni siquiera leen la Biblia y mucho menos la podrán obedecer, aduciendo que es muy enredada o que pueden terminar locos; pero en el fondo lo que no quieren es un compromiso con Dios.

Otros van más allá y se alimentan diariamente de la Palabra de Dios, pero hay muchas cosas que no les gusta y por lo tanto no las obedecen.  ¿Será que porque obedecieron un poquito, entonces también heredarán un reino de los cielos más chiquito?  De ninguna manera, pues solo hay un cielo y solo hay una forma de llegar allá, mediante la obediencia absoluta; pues si hay cosas que voluntariamente desobedecemos, entonces nos hacemos culpables de violar todos los mandamientos:  “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”.  Santiago 2:10.  Esto por supuesto no nos exime de seguir cometiendo pecados involuntarios dada nuestra condición humana, pero para eso podemos pedirle perdón a Jesucristo quien nos perdonará y nos limpiará cada que sea necesario.

Algunos cristianos supuestamente liberados dirán que la salvación es por fe, lo que es cierto; pero el que sigue pecando no tiene fe, pues no ha creído que Dios es santo y que para acercarnos a Él también necesitamos santidad y cree que lo sucio y lo inmundo podrá entrar al reino de los cielos:  “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”.  Apocalipsis 21:27.

Estimado compañero y amigo, ahora es tiempo de meditar el por qué el mundo está en caos, pues muchos andan embriagados por las pasiones y deseos de este mundo y no se dan cuenta que están enfermos espiritualmente; otros se dan cuenta que necesitan de Dios pero lo buscan en la forma y en el sitio inadecuado; y otros finalmente acuden al médico correcto, pero no siguen las instrucciones ni se toman los medicamentos (es decir que no ponen por obra, ni obedecen la Palabra), por lo tanto no hay forma de que este mundo mejore y más bien se seguirá acercando al juicio: “Destrucción viene; y buscarán la paz, y no la habrá”.  Ezequiel 7:25.

Las naciones buscan la paz y algunos organismos internacionales procuran la igualdad social, la justicia y el acceso a los recursos; pero mientras el hombre siga enfermo espiritualmente y no acuda a Jesucristo, ni obedezca a su Palabra, no hay forma de que la situación cambie y por lo tanto el mundo sigue avanzando hacia un juicio del cual no escapará.

Debemos entonces recordar que el médico adecuado y el único certificado por Dios se llama Jesucristo:  “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.  Juan 14:6.  Y que su medicina para todos los males físicos y espirituales es comer la Palabra de Dios:  “Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”.  Lucas 4:4.  Y esta acción de comer Palabra de Dios, significa escudriñar diariamente las escrituras y obedecer cada uno de los mandatos descritos en ella (esto es ser hacedores y no solo oidores), de lo contrario no podemos ser verdaderos hijos de Dios y por consiguiente estaremos excluidos del reino de los cielos:  “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.  Mateo 7:21.  Y la obediencia, por supuesto que también trae sanidad física, dado que la gracia de Dios nos cubrirá:  “He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad”.  Jeremías 33:6.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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