Como crecer para salvación.

1 Pedro 2:1-3

“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.”

CONCLUSIONES.

Todo niño en los primeros momentos de su vida, por naturaleza busca el seno de su madre para alimentarse.  Sus genes están programados para buscar dicha leche, ya que le proveerá de los nutrientes necesarios para desarrollar todos sus sistemas y funciones, incluyendo el fortalecimiento de su sistema inmune.  La leche materna es el tipo del alimento espiritual que el hombre requiere para desarrollarse espiritualmente: “Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.  Mateo 4:4.  Y ese alimento espiritual es la Palabra de Dios, plasmada en la Biblia.

¿Y en qué momento somos niños espirituales para determinar que necesitamos la leche espiritual? El hombre debe nacer de nuevo (del agua y del Espíritu) para poder que su estado espiritual sea parecido al de un niño que no tiene orgullo, ni injusticias, ni vanidad, ni maldad y de esta forma tenga cabida en el reino de los cielos: “Y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.  Mateo 18:3. En este estado de niñez espiritual, entonces el hombre por causa de su nueva naturaleza, busca la leche espiritual para alimentarse diariamente y así poder crecer y desarrollarse de tal forma que un día pueda alcanzar la estatura de Cristo: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.  Efesios 4:13.

Si el hombre nace de nuevo, comienza a alimentarse, permanece creciendo espiritualmente y se mantiene en la fe y en la esperanza de la vida eterna, entonces luego de su muerte logrará entrar al reino de los cielos.  Esta es una situación muy diferente al hombre común, que ni siquiera sabe que hay un nuevo nacimiento, porque es incrédulo o es indiferente ante las cosas de Dios y por lo tanto no le interesa escuchar el evangelio de salvación y mucho menos le interesa escudriñar las escrituras.  Como es de suponerse, estas personas no pueden nacer de nuevo, no pueden desarrollarse espiritualmente y por lo tanto tampoco son aptos para entrar en el reino de los cielos.  Es por eso que nadie se salva tratando de ser bueno, pues tiene que nacer de nuevo o no verá el reino de Dios.

Cuando una persona nace de nuevo, significa que tiene a Cristo en su corazón (porque lo recibió como su Salvador y creyó que Dios lo resucitó de los muertos) y que ya tiene asegurada la salvación de su alma, mientras siga persistiendo en buscar el reino de Dios y su justicia, esto es mientras se siga alimentando de la Palabra de Dios.  Si la persona desiste de los caminos de Dios y se vuelve al pecado, entonces de su corazón saldrá el Espíritu Santo de Dios y este templo será ocupado por las tinieblas, allí en ese momento habrá desaparecido totalmente la esperanza de salvación para su alma.

El hecho de desear la leche espiritual es un buen indicio de que hay una nueva criatura que ha nacido de Dios; pero si esta criatura está deseando otro tipo de doctrinas diferentes al evangelio de Jesucristo, entonces no está deseando la leche pura, sino una leche adulterada, que seguramente producirá trastornos en su crecimiento espiritual y lo llevará por el camino del mal, en vez de llevarlo por el sendero que conduce a la vida eterna. Y si la persona está deseando otro tipo de alimento, entonces allí en su corazón ya no está la presencia de Dios, sino más bien la presencia de las tinieblas.

Y si realmente queremos la leche espiritual pura, entonces debemos desechar estos pecados que son como moscas que están tratando de ensuciar la leche, ellos son: La malicia, el engaño, la hipocresía, la envidia y toda detracción, que consiste en infamar o denigrar a alguien. La leche natural de vaca se puede revolver con otras cosas como el café para producir una bebida deliciosa, más no sucede lo mismo con la leche espiritual, pues esta tiene que ser bebida en la misma forma y calidad como proviene de la fuente que es la Biblia de una versión fidedigna; no se puede revolver con doctrinas erróneas, ni tradiciones, ni mandamientos de hombres, ni filosofías, ni conceptos humanos, porque entonces dicha leche ya no producirá vida eterna en el hombre, sino más bien perdición eterna.

Para que por ella crezcáis para salvación”. Este es el mayor de los beneficios de dicha leche, crecer para salvación.  Si el hombre no bebe de esta leche, indudablemente será un raquítico espiritual, quien no podrá pertenecer al rebaño de los hijos de Dios, porque no tiene la formación, ni las capacidades, ni la esencia de un verdadero cristiano, cosas que se adquieren consumiendo la Palabra de Dios en su estado original.

Si es que habéis gustado la benignidad del Señor”.  Pero esto no es para todo el mundo, pues muchos siguen amañados sirviéndole a la carne y al mundo, satisfaciendo sus pasiones y deseos.  Ellos están muy contentos con sus estilos de vida, pero no saben lo que les espera. “Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte”.  Proverbios 14:12.  Hay que recordar que para que al hombre le guste la Palabra de Dios, tiene que pertenecer a Dios y esto se logra mediante el nuevo nacimiento en el cual Dios entra a morar en nuestros corazones a través de la persona del Espíritu Santo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”.  Juan 10:27.

Estimado hermano y amigo, hay que crecer para salvación y esto solo se logra tomando la leche espiritual no adulterada que es la Palabra de Dios.  Ella nos conducirá inequívocamente por el sendero estrecho que conduce al reino de los cielos.  Y para que dicha leche sea un deleite para nuestro paladar espiritual, entonces debemos nacer de nuevo, de tal forma que seamos niños espirituales, sedientos de ese alimento.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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