Sed santos, porque yo soy santo.

1 Pedro 1:13-16.

“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”

CONCLUSIONES.

Hoy nos encontramos ante dos realidades aparentemente inconciliables: Somos pecadores y Dios nos exige que seamos santos.  ¿Será difícil conciliar estos dos principios? Creo que no, si acudimos a la persona correcta. A pesar de que un día hayamos recibido a Jesucristo (hablo a los hijos de Dios) y Él nos haya limpiado, mientras estemos en el cuerpo físico somos susceptibles de seguir pecando involuntariamente: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno”.  Romanos 3:10. Pero por otro lado Dios no exige santidad, sin la cual nadie verá a Dios: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.  Hebreos 12:14.

Pero de la misma forma en que Jesucristo nos reconcilió con el Padre siendo aún pecadores “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” Romanos 5:8, también el mismo Dios nos santificará por completo, aunque por culpa de la carne seamos débiles ante el pecado y tengamos diariamente que acudir al trono de la gracia para obtener misericordia y perdón por todos nuestros pecados involuntarios:  “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.  1 Tesalonicenses 5:23. Si ya recibimos a Jesucristo como nuestro señor y salvador y creímos que Dios lo levantó de los muertos, entonces todos nuestros pecados son borrados y en la medida que nosotros seamos obedientes a su Palabra, entonces Dios el Padre nos santificará por completo, aun cuando tengamos que acudir diariamente a pedir perdón por nuestras caídas.

Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”.  Hay una promesa para cuando Jesucristo se manifieste y es que nos traerá gracia (o bendiciones gratuitas) y para esto debemos estar prestos a entender la voluntad de Dios, también debemos ser sobrios (no borrachos, ni enceguecidos por los placeres del mundo) y por último nos pide que esperemos por completo, o sea sin dudas ni temores, para que la gracia de Jesucristo repose sobre nosotros. Jesucristo será manifestado a toda su iglesia en su segunda venida y también a todo el que muera antes de este acontecimiento, si morimos con Cristo en nuestros corazones y para que Cristo habite en nosotros es absolutamente indispensable la santidad; de lo contrario el Espíritu Santo de Dios será contristado, es decir se llenará de tristeza e inevitablemente tendrá que abandonar nuestro corazón.

Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia”. La vida anterior de los cristianos es semejante a la de los “mundanos” o no convertidos aún a Jesucristo, cuya vida está llena de injusticias, de vicios y de pecados; pero ahora que supuestamente somos obedientes entonces tenemos que abandonar ese viejo hombre y no estar conformes satisfaciendo esos deseos carnales que antes teníamos cuando éramos ignorantes para el reino de los cielos:  “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”.  Efesios 4:22. Hay que recordar que la obediencia es la máxima expresión de amor hacia Dios y el sello que caracteriza a todo verdadero hijo de Dios: “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”.  Juan 14:23. Entonces si aspiras a la santidad, es necesario que tomes muy en serio la obediencia; de lo contrario serás uno más del montón, quienes van caminando lentamente por el camino de la perdición hacia el infierno de fuego.

Si no, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”.  Aquel que nos llamó al arrepentimiento fue Jesucristo y Él es santo, por tanto, nosotros también debemos ser santos, porque vamos a convivir con Él en el reino de los cielos y también vamos a heredar todas las riquezas junto con Él, por ser coherederos con Jesucristo, siendo el Él el primogénito y nosotros sus hermanos adoptivos por medio de su sangre derramada en la cruz del calvario: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.  Romanos 8:17. En síntesis, en el reino de los cielos se respira santidad, entonces para estar allá hay que ser santos, pues no podemos pensar en vivir como se nos dé la gana y descargarle la responsabilidad a Dios de santificarnos, cuando el mandato fue dado para que nosotros lo cumplamos.  Si nosotros le mostramos a Dios nuestro profundo deseo de ser santos y lo demostramos con hechos, entonces Él hará la limpieza en nuestras vidas de forma diaria.

El hecho de ser santos en toda nuestra manera de vivir significa que está involucrando tanto el cuerpo, como el alma y el espíritu y que no podemos pretender que nuestro corazón y nuestra mente sean santos mientras nuestro cuerpo se está deleitando en los placeres del mundo o mientras nuestro cuerpo está participando activamente en las pasiones y viviendo conforme a las modas y a las vanidades del mundo. 

No podemos ser santos, mientras nuestro corazón vibra y se deleita con las pasiones del mundo como lo es el futbol, no podemos ser santos, mientras no nos vistamos para estar en la presencia de Dios, sino que, siguiendo las modas, entonces nos deleitemos con ellas aun infringiendo los mandamientos bíblicos. 

No es posible ser santos en toda nuestra manera de vivir si todavía hacemos fiestas en casa o en sitios públicos y peor aún si allí también se hace uso de bebidas alcohólicas y si allí nos reunimos para murmurar de los demás, para chismosear y para creernos superiores a los demás.

No podemos ser santos en toda nuestra manera de vivir si Dios no está en el centro de nuestras vidas y más bien le rendimos culto y le dedicamos todo el tiempo a otras cosas como el trabajo, los negocios, el dinero, el estudio, la diversión, el turismo, la familia, los hobbies, etc. 

No puedes ser santo en toda vuestra manera de vivir si estás conforme con las religiones y sus ritos, cuando realmente estás alejado del Dios vivo. Cuántos se ufanan y se sienten auto realizados y felices por cargar ídolos en semana santa o ir en peregrinación tras de ellos, sabiendo que Dios aborrece la idolatría.  Muchos otros creen que le están cumpliendo a Dios solo con ir al servicio de los domingos, aunque solo vayan a dormirse en la banca de la iglesia.

No puedes ser santo por completo, si con tu corazón y con tu boca le cantas al mundo con todo lo que hay en él, y ni siquiera te ha dado cuenta de que fuimos hechos para la alabanza, honra y gloria del verdadero Dios. Si escuchas la música del mundo estás honrando y glorificando a las tinieblas, que son el diablo con todo su ejército y desafortunadamente cuando ya sea tarde te darás cuenta que sus alabanzas no sirvieron de nada, porque no fueron dirigidas a nuestro único y verdadero Dios Jehová de los Ejércitos.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.


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