La insensatez del hombre.

2 Pedro 2:4-10.

Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío.”

CONCLUSIONES.

La palabra insensatez según la real academia de la lengua significa: “Necedad, falta de sentido o de razón”.  Dios hizo grandes juicios durante la historia del mundo antiguo y hoy también está haciendo juicios y los hará en el futuro; sin embargo, el hombre no toma escarmiento, no se pellizca para ver si está vivo, no toma tiempo para reflexionar sobre los acontecimientos, no hace una pausa en su alocada carrera por el mundo con el objeto de buscar de Dios y arrepentirse de sus pecados y así evitar ser alcanzado por los juicios de Dios.  Por eso el hombre es insensato, porque a pesar de todo lo que está aconteciendo, sigue dormido espiritualmente, sigue insensible tanto que, si aconteciere una catástrofe natural, este perecerá porque no alcanzó a despertar y lo único que ha reaccionado es su carne para incrementar su pecado y para vivir con más intensidad el deleite de sus pasiones y deseos. 

Es como si el hombre viviera dentro de una pesada neblina que le impide ver más allá y que le impide pensar y entrar en razón; pues a pesar de los acontecimientos actuales, el mundo sigue igual o peor en cuanto al pecado, en cuanto a la ingratitud con Dios, en cuanto a la indiferencia con Dios y en cuanto a la incredulidad.  A pesar de todo el hombre vive con más intensidad las pasiones del mundo, confirmando lo dicho por el profeta Isaías: “y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne y bebiendo vino, diciendo: Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”.  Isaías 22:13. Pareciera ser que, entre más problemas en este mundo, la gente común como que más quiere disfrutar de las pasiones y deseos de este mundo, aduciendo que hay que disfrutar mientras estén vivos; y con ello seguramente se están alejando cada día más de aquel que los puede librar de los juicios venideros.

Algunos dirán que los juicios no provienen de Dios y que estos más bien son obra de las tinieblas, dado que Dios es amor y no haría cosas semejantes con sus hijos; otros que no les interesa saber de Dios creen que son fruto de las circunstancias adversas; pues para ellos es este texto bíblico que nos recuerda los grandes juicios que Dios hizo en los tiempos antiguos y que también los está haciendo hoy y los hará en el futuro, debido a que el hombre sigue su camino de perdición sin voltear su mirada hacia su Creador:

1. “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio”. Este fue el tiempo en que Lucifer estaba en el cielo, pero se reveló delante Dios con una tercera parte de sus ángeles y ninguno de ellos fue perdonado, sino que fueron arrojados al infierno y luego del juicio final, el infierno con todos sus moradores será echado en el lago que arde con fuego y azufre por una eternidad.  El diablo y sus ángeles pensaron que Dios se iba a hacer a un lado, para que ellos tomaran el control de toda la creación, pero se equivocaron y en este momento el juicio para ellos ya está decretado de parte de Dios.

2. “Y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos”.  La generación de Noé era perversa igual que la de hoy en día, y Dios la arrasó mediante el diluvio universal, salvando solo a Noé y a su familia; claro está que el llamado al arrepentimiento fue para todos ellos, lo mismo que el llamado a entrar en el arca de salvación; pero pensaron que era mentiras y que Dios no haría tal cosa con los humanos.

3. “Y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente”.  Estas ciudades eran impías y vivían en desenfreno sexual, concupiscencia e inmundicia, hombres con hombres y mujeres con mujeres, por lo cual Dios las redujo a cenizas y las dejó como testimonio para el mundo moderno; pero el mundo de hoy se ampara bajo el concepto de la igualdad de género para cometer abominaciones en contra de Dios y de sus mandamientos.

Y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío”.  En nuestras generaciones, los injustos son reservados para ser castigados el día del juicio, ya sean juicios terrenales como los que estamos viendo hoy o los juicios que derramará Dios sobre la tierra al finalizar la gran tribulación; esto sin mencionar el gran juicio final, que es un juicio espiritual, donde participarán absolutamente todos los hombres, vivos o muertos igualmente, pues los muertos serán resucitados y estarán en pie delante del tribunal de Dios.  Es de anotar que el mundo moderno sigue la carne con sus pasiones y deseos, andando en concupiscencias e inmundicias y despreciando así el señorío de Dios y sus mandamientos; haciendo que el comportamiento del hombre se convierta en un llamado permanente al juicio de parte de Dios.

En cada juicio Dios ha proveído una forma de escape para el hombre de bien; pero como el hombre no cree que vendrán juicios entonces no cambia su manera de vivir y sigue viviendo aún peor que en sus días pasados, es así como en el diluvio guardó una familia entera y también en la destrucción de Sodoma y Gomorra: “Y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)”.  Muchos hombres no creen que haya Dios, mucho menos creerán que vienen juicios de parte de Dios y es por eso que el hombre moderno es insensato, aunque esté despierto en la familia, en la política, en los negocios, en las finanzas, en el mundo del entretenimiento y aún más despierto para seguir pecando, haciendo injusticia y desagradando a Dios; pero no está despierto para hacer justicia y verdad con su prójimo.

He aquí la gran promesa de salvación y liberación para los que hacen justicia, apartándose del mundo con sus pasiones y deseos: “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos”.  Y si los libra de tentaciones, mucho más los librará de los juicios venideros.

El llamado de Dios es a dejar la insensatez y a despertar espiritualmente para que nos alumbre Cristo y nos conduzca con seguridad hacia la vida eterna en el reino de los cielos: “Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo.” Efesios 5:14. Hoy se está cumpliendo la profecía de la Palabra en cuanto a que el mundo está inundado de mensajes evangelísticos en los medios de comunicación, en las iglesias y puerta a puerta, pero la gente no ve ni entiende, es decir que son insensatos; es decir, que no sienten, no reaccionan, no se aperciben de la situación: “De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis”.  Mateo 13:14.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

  

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