No améis al mundo.

1 Juan 2:15-17

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”

CONCLUSIONES.

Empezaremos citando un texto bíblico, que trata sobre uno de los mandamientos más importantes expresados por Dios: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”.  Marcos 12:30. Como resultado de amar a Dios, entonces tendremos que amar también a nuestro prójimo, lo cual constituye el segundo gran mandamiento y esto de amar a Dios y también al prójimo resulta en el cumplimiento de toda la ley divina, porque en el amor no hay lugar para el pecado y el que peca contra su prójimo está demostrando que aún no ama ni al prójimo ni a Dios: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.  Gálatas 5:14.

Ya definido lo más importante para nuestras vidas que es el amor a Dios y al prójimo, entonces podemos tener un horizonte claro de cuáles deben ser nuestras prioridades, aunque la mayoría de personas aún no tienen esto claro y cambian sus prioridades de acuerdo a las cosas que perciben del mundo y por esto muchos centran sus esfuerzos en el trabajo, en los negocios, en las riquezas, en la familia, en el turismo, en la diversión, en las posesiones materiales, en las parrandas, en los vicios, en los conciertos seculares, en la pasión del futbol, etc., descuidando de esta forma el mandato divino que nos advierte que “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” y si el amor de Dios no está en él, entonces tampoco es un verdadero hijo de Dios y por tanto no estará preparado para entrar al reino de los cielos.

Ahora, ¿por qué no debemos amar al mundo ni las cosas que están en él?  Dios nos da dos razones muy importantes:

1.  Porque los deseos y la vanagloria del mundo no provienen de Dios: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”.  Y sabemos que el mundo entero está bajo la potestad de diablo, quien está corrompiendo permanentemente a todo el que pueda y por eso dice Dios que los deseos y la vanagloria no hacen parte de su creación y que más bien el hombre en su libre albedrío le ha dado lugar al diablo y le ha prestado sus miembros como instrumentos para que pervierta al mundo a través del pecado.  “Y el mundo entero está bajo el maligno”. 1 Juan 5:19b.

2.  Porque todo lo que hay en este mundo es pasajero: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.  Es tan pasajero que cuando nos sorprenda la muerte física, nuestro cuerpo tendrá que quedarse aquí en la tierra, lo mismo que todas nuestras posesiones materiales, aún los títulos que tengamos colgados en la pared, un día serán bajados y echados a la basura.  No es posible conocer el día de nuestra partida, para transferir el saldo de nuestras cuentas bancarias al cielo, pue este dinero corrupto que circula aquí tampoco tiene entrada en el reino de los cielos y el dinero que circula en el cielo está conformado por las buenas obras que cada cristiano hizo aquí en la tierra, estos son los tesoros en el cielo:  “Sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”.  Mateo 6:20.

Un dicho popular enfatiza la idea de amar más a las personas que a las cosas: “Las personas fueron creadas para ser amadas. Las cosas fueron creadas para ser usadas. Las razones por la que el mundo es un caos son porque las cosas son amadas y las personas usadas” lo cual no está muy lejos de la Palabra de Dios, pues amar a las personas conlleva al cumplimiento del segundo mandamiento y por ende parte del primero, pues el que ama a su prójimo también está amando a Dios.  Y el que ama las cosas de este mundo, sencillamente no ha conocido a Dios y por ende no le da el lugar que se merece y de esta forma su vida pasa a ser controlada y usada por las tinieblas para sus planes malévolos en contra del hombre y de toda la creación de Dios.

Estimado hermano y amigo, si amas las cosas del mundo junto con sus pasiones, deseos y vanagloria más que a Dios indudablemente andas perdido, pues el mundo con sus pasiones y deseos no puede salvar a nadie, en cambio Dios sí lo puede hacer a través de su hijo Jesucristo, quien ya ofreció un sacrificio en la cruz del calvario para redimir de pecado a todo el que le acepte como su Señor y Salvador y es por esto que el texto dice que “el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” y su voluntad es que no amemos al mundo, sino a Dios y al prójimo para que aseguremos nuestra estadía eterna en el reino de los cielos.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.


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