Dios hizo tanto al que ve como al ciego.
Éxodo 4:10-11.
“Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay,
Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas
a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién
dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al
sordo, al que ve y al ciego?”
CONCLUSIONES.
Siempre se nos ha dado a entender que luego de la concepción
prácticamente el nuevo ser que está en gestación queda a su suerte y que
durante ese tiempo podrán existir malformaciones en su desarrollo, muchas de las
cuales le podrán incluso llevar hasta la muerte prematura y por eso es que una
madre en gestación debe acudir periódicamente a controles médicos y también
debe estar tomando algunas vitaminas para ayudar a mantener la salud del feto. Es verdad que su desarrollo puede ser
influenciado por muchos factores externos e internos, como la salud física y
mental de su madre, como la alimentación o como el medio ambiente donde se
desarrolla; sin embargo, debemos llegar hasta el punto de entender que Dios es
aún el dueño y soberano de las circunstancias y que Dios organiza cada una de
ellas, así como lo hace un director de orquesta con cada uno de sus músicos: “Y
ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano
Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que
en ellos hay”. Hechos 4:24.
Dios fuera de ser el creador de todo cuanto existe, también
tiene soberanía y dominio absoluto sobre cada cosa o sobre cada criatura y Él
es el que ordena los caminos del hombre: “¿Quién será aquel que diga que
sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y
lo bueno?”. Lamentaciones 3:37-38.
Este texto hace énfasis en dos cosas: Primero que todo lo que sucede fue
enviado por Dios y segundo que de la boca de Dios sale tanto la bendición como
el juicio (o las cosas malas que nos suceden).
Dios aún antes del nacimiento ya tiene programado todo lo
que va a tener la nueva criatura, también todo lo que le va a faltar y las
deficiencias que va a tener: “Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro
estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una
de ellas”. Salmos 139:16. Cuando
dice “sin faltar una de ellas” quiere decir que todo está bajo su
control y que, si nació sin brazos, no es porque haya fallado el plan de Dios o
porque las circunstancias no le permitieron el crecimiento de ellos, sino que
lo que faltó o lo que se desarrolló con deficiencias, obedece a un plan único y
perfecto de nuestro creador; pero de seguro que nada desviará su perfecto plan.
Algunos dicen: ¡Fue que se enfermó la madre y que por eso el
niño nació así! De ninguna manera, ¿Acaso Dios no tiene el control sobre las
enfermedades? Si Dios tiene el control aún sobre cada uno de nuestros cabellos
y nos estima como a tesoros muy valiosos, ¿Entonces como no tendrá el control sobre
las enfermedades que quieren destruirnos?: “Pues aún los cabellos de vuestra
cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos
pajarillos”. Lucas 12:7.
Por eso es muy claro al decir: “¿O quién hizo al mudo y
al sordo, al que ve y al ciego?”, enfatizando con esto que Dios programó la
nueva vida tanto mudo, como sordo y también como ciego. Dios es Dios de toda perfección
y por tanto es infalible; es decir, que no le falla ningún plan y lo mejor es que,
aunque el enemigo quiera atentar y derrumbar todos los planes de Dios, no podrá
hacerlo porque mayor es Dios que el diablo, pues aún este último fue creado por
Dios, eso sí, que fue creado con toda bondad y con toda belleza, pero él mismo
se pervirtió a causa de su orgullo y altivez: “¿Descubrirás tú los secretos
de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?”. Job 11:7.
Aún las enfermedades que surgen durante la existencia, son
parte de los planes de Dios, como en el caso de la enfermedad de Lázaro, la
cual se convirtió en muerte porque Jesús voluntariamente tardó cuatro días en
acudir al llamado de sus hermanas: “Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no
es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella”. Juan 11:4. Esto quiere decir que este plan de
enfermedad y posterior muerte estaba programado, para que Dios fuera
glorificado a través de la resurrección de Lázaro.
Es de anotar que la mayoría de las enfermedades provienen
del pecado, pero esto no quiere decir que Dios haya perdido el control sobre
esas personas, sino que más bien salieron de su cobertura, pues si al hombre le
gusta más el pecado que la justicia, entonces inevitablemente dejará de ser
hijo de Dios para convertirse en hijo de diablo, y Dios es respetuoso de la
propiedad ajena, es decir que no lo protegerá por estar en el bando contrario,
a no ser que dichas personas se arrepientan de verdad y vuelvan a los caminos
de Dios. En este texto bíblico sobre el paralítico de Betesda apreciamos la
relación directa que hay entre el pecado y la enfermedad: “Después le halló
Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que
no te venga alguna cosa peor”. Juan
5:14.
Eso sí, hay que entender dos principios: El primero es que
los niños están bajo la cobertura de Dios hasta el tiempo en que adquieren
conciencia del bien y del mal y son confrontados a tomar una decisión frente a
este dilema de la vida; y segundo es que si deciden seguir el mal, entonces ya
no estarán bajo la cobertura de Dios, sino bajo la cobertura de las tinieblas,
entonces allí Dios ya no tendrá el control sobre sus vidas, sino que allí
operarán las consecuencias del pecado y las circunstancias sociales y del medio
ambiente.
Ahora bien, la enfermedad también es una fuente de aflicción
para el cristiano (que no necesariamente obedece al pecado); es decir, es una
herramienta que usa Dios para pulir, para moldear y para probar el carácter del
cristiano; pues es imposible encontrar verdaderos cristianos sin aflicciones,
ni siquiera el apóstol Pablo que estaba lleno del poder del Espíritu Santo se
pudo librar de ellas y más bien se glorió en las tribulaciones con el fin de
ganar a Cristo para su vida. Aún Cristo
tuvo que pasar por padecimientos para poder luego ser glorificado a la diestra
de Dios el Padre: “Confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a
que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas
tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Hechos 14:22. Cuando Jesús dijo “entremos”
también se incluyó Él dentro de los que requerimos tribulaciones para poder
entrar al cielo.
Veamos el fundamento bíblico, que nos da autoridad para
decir que Dios es el que quita y también el que pone enfermedades en su pueblo,
ya sea para glorificarse, para moldear nuestro carácter o para afligirnos y
probarnos: “Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; Él hiere, y
sus manos curan”. Job 5:18. Y si Dios permite la enfermedad sobre nuestras
vidas y también tiene potestad para sanarnos, entonces así mismo permite las
falencias y deficiencias físicas en las personas, aún antes del nacimiento de
cada una de ellas.
Y si un cristiano no padece enfermedades, entonces padecerá
persecuciones, vituperios u otro tipo de aflicciones, pero de seguro que el
diablo no lo dejará tranquilo cuando sabe que le está arrebatando las almas y
llevándoselas para el reino de los cielos, esto es si el cristiano es fiel y
verdadero y está llevando a cabo la obra de la gran comisión.
Estimado hermano y amigo, si eres un verdadero hijo de Dios,
seguramente estarás bajo su cobertura y todo lo que te suceda malo o bueno no
es por mera casualidad o como producto de las circunstancias, pues para todo el
que está al abrigo de Dios, Él le tiene un plan particular y unos propósitos
que debe cumplir, antes de estar verdaderamente preparado para entrar al reino
de los cielos; esto es porque no puede haber oro puro si este no ha sido pasado
por el fuego y de esta misma manera pasa con el cristiano, el cual debe ser
afinado con el fuego de las aflicciones.
En cuanto a la muerte física, tampoco debería preocuparnos,
pues si vivimos es porque así Dios lo desea y si morimos también es por su
voluntad: “Jehová mata, y él da vida; Él hace descender al Seol, y hace
subir”. 1 Samuel 2:6. Hablo del pueblo cristiano, porque los hombres del
mundo o “mundanos” están bajo la potestad del diablo y el decide si viven o
mueren, según sus propósitos: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y
los deseos de vuestro padre queréis hacer”. Juan 8: 44ª.
Tampoco podemos atribuir a la ciencia el hecho de que una
persona pueda seguir viviendo y decir “gracias a la ciencia”, dado que esto es
un verdadero espaldarazo a la soberanía de Dios. Si alguien es ayudado por la medicina, es
porque así lo ha permitido Dios y si alguien a pesar de los cuidados intensivos
lo sorprende la muerte, es porque así lo tenía planeado Dios. ¿Por qué cree que se murieron millones de
personas cristianas y no cristianas aun cuando estaban internados en unidades
de cuidados intensivos? La respuesta es simple y consiste en que nuestro Padre
para los cristianos ya tiene un plan definido y este plan no puede interrumpirse
abruptamente a causa de circunstancias como una pandemia. En el caso de los
“mundanos”, su padre el diablo se los lleva cuando ve que ya no pueden ayudarle
en sus propósitos o ve que tienen el peligro de arrepentirse y volverse a los
caminos del Señor.
En síntesis, si eres cristiano, no estás a la merced de las
circunstancias y todo lo que te suceda está enmarcado dentro de los perfectos
planes de Dios, así te parezca malo. La
verdad es que, en los planes de Dios, podrías hasta perder la vida material,
pero a Dios eso lo tiene sin cuidado, pues también un día todos tendremos que
morir físicamente y si Dios lo hace anticipadamente con algunos es para cumplir
ciertos propósitos, como por ejemplo no permitir que alguien siga viviendo
porque definitivamente va a terminar entregándose al pecado y allí perdería
toda posibilidad de ser salvo.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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