Excelencias del amor de Dios.

1 Juan 4:7-21.

Si no has conocido el amor de Dios y deseas saber de qué se trata, aquí en esta reflexión se citan algunas de sus características más sobresalientes expuestas en la anterior cita bíblica:

1.  “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios”.  El amor proviene de Dios que es su fuente natural y espiritual, el amor no puede nacer del hombre, dado que el amor es espiritual, aunque la forma de manifestarse aquí la tierra sea a través del hombre físico.  Como este amor es de Dios, entonces el mandato es que lo practiquemos unos a otros.

2.  “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”.  Hay dos características en todo cristiano que ama de verdad: Primero ha nacido de nuevo y en él mora el Espíritu Santo de Dios y segundo conoce a Dios, porque el Espíritu se lo da a conocer.

3.  “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. Sin la presencia de Dios en la vida del hombre es imposible que ese amor se pueda manifestar, por eso dice que no ha conocido a Dios.  Por lógica, si no tiene a Dios, tampoco podrá experimentar dicha virtud, ya que proviene de Dios.

4.  “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él”. La prueba máxima del amor de Dios, la dio a través del sacrificio de su Hijo Jesucristo para redimirnos del pecado y por consiguiente para librarnos de la muerte espiritual; pues en eso consiste la máxima expresión del amor, en poner nuestra vida por los demás:  “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”.  Juan 15:13.  Es por esto que el amor carnal (o más bien la atracción física) dista mucho de lo que es el amor de Dios.

5.  “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. El amor solo tiene un principio y este es Dios, cuando este amor llega a nosotros y le permitimos que nos tome y nos transforme, entonces también habrá una respuesta recíproca hacia Dios y hacia el prójimo; pero no nace en nosotros, sino que lo recibimos de Dios y si halla cabida en nosotros, entonces seremos como un puente para que ese amor fluya hacia otros y no quede estancado.

6.  “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”. Si ese amor de Dios entra en nosotros, ya no seremos iguales y es por eso que debemos también amar a otros de la misma manera que lo hace Dios con nosotros. Si el amor de Dios nos toca, entonces ya no podremos ser los mismos e inevitablemente somos transformados a través de ese fuego que también deberá tocar a otras personas.

7.  “Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros”. No vemos a Dios con nuestros ojos físicos porque el es espiritual, pero sí podemos desarrollar nuestros sentidos espirituales para percibir su presencia, para sentir su poder, para recibir su gozo y su paz y para escuchar su voz; y de esta forma es que su amor nos perfecciona y también se perfecciona a si mismo. Para que su presencia permanezca en nosotros, entonces tenemos que amarnos unos a otros, de lo contrario donde no hay amor habrá injusticia y allí no podrá estar la presencia de Dios a través de su Espíritu.

8.  “En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu”.  Si la presencia del Espíritu Santo continua en nuestro corazón, entonces podemos estar seguros que permanecemos en Dios y Él permanece en nosotros; pero cuando el Espíritu abandona nuestro corazón es porque volvimos al pecado y entonces ya no tenemos la presencia de Dios, sino más bien la presencia de espíritus inmundos o demonios que llevarán nuestra alma a la condenación eterna.

9.  “Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo”.  Por los hechos históricos y por el testimonio que nos da el Espíritu Santo, podemos asegurar que Dios el Padre envió a su Hijo Jesucristo para salvar al mundo del pecado y que todo el que acepta este sacrificio y le reciba como su Señor y Salvador tendrá vida eterna.

10.  “Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios”. Si podemos confesar que Jesús es el Hijo de Dios, entonces también existirán todas las condiciones para que Dios permanezca en nosotros y que nosotros también podamos permanecer en Dios; pues para poder confesar con nuestra boca necesitamos haber sido ya transformados.

11.  “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros”. Si eres un cristiano de verdad, seguramente has creído en el amor de Dios y lo has experimentado también en tu vida.

12.  “Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. El amor es una de las mayores virtudes de Dios y si este permanece en nosotros y da frutos, entonces tenemos la prueba suficiente de que la presencia de Dios también está en nosotros y que tenemos comunión con Él.

13.  “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo”.  Si el amor de Dios se perfecciona en nosotros, entonces también crecerá en nosotros esa confianza que nos convence que el día del juicio final vamos a resultar victoriosos, pues no tenemos nada de qué temer, porque el amor de Dios nos ha limpiado y nos ha perfeccionado para que cuando muera nuestro cuerpo, entonces nuestra alma y nuestro espíritu puedan continuar con Dios allá en la eternidad. Fuimos hechos a la imagen de Dios y cuando ese amor se perfecciona en nosotros, entonces podemos decir que somos igualiticos en imagen y semejanza “pues como Él es, así somos nosotros en este mundo”, con la diferencia que Él es el creador y nosotros las criaturas.

14.  “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. El temor es la primera evidencia de que el amor de Dios no está en nuestra vida, pues cuando este llega y se perfecciona, todo lo que le sea contrario tiene que salir de nuestra vida, empezando por el temor.  Cuando no tengamos temor por la economía mundial, por la inflación, por la escasez de alimentos y medicinas, por la proliferación de guerras, de hambre y de pandemias; entonces podremos decir que el amor nos ha perfeccionado y que no le vamos a temer absolutamente a nada, pues tenemos la certeza de que Dios tiene la potestad y el dominio sobre todo lo existente y que ninguna de esas circunstancias nos podrá dañar más de lo que sea permitido por Dios.

15.  “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. Nosotros amamos a Dios como una respuesta de gratitud hacia Él, ya que Él nos amó sin medida y sin reservas, aunque un día fuimos enemigos suyos (hablo de los que hoy somos verdaderos hijos de Dios).  Los que no se han convertido, aún siguen siendo enemigos de Dios (aunque no sean enemigos declarados), pues siguen viviendo en el pecado, en la impiedad y en la injusticia, cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hombres:  “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”.  Romanos 1:18.

16.  “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” La fe sin obras está muerta, es por eso que sin una fe verdadera es imposible agradar a Dios.  El amor se tiene que evidenciar en las obras como la ayuda mutua y el tratamiento justo con nuestro prójimo y si estas obras no se observan, el tal amor solo es de palabra y por tanto el que lo profesa es mentiroso. ¿Sabes que amando al prójimo amas también a Dios?  Pues Dios no tiene necesidad de nada porque el es el creador de todas las cosas y aunque quisiéramos darle alguna cosa material no la puede recibir porque Él es Espíritu; pero el prójimo sí tiene necesidades que nosotros podemos satisfacerle y mediante las cuales estamos amando a Dios: “A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar”.  Proverbios 19:17.

17.  “Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”.  Y finalmente todo esto del amor no es una casualidad, no es algo voluntario para quien desee ver sus frutos; más bien es una obligación que tenemos los que anhelamos ser hijos de Dios. Y no solo se trata de amar a Dios, sino que este amor también se debe reflejar en el prójimo y si no ocurre así, entonces el tal amor está mutilado, el tal amor está equivocado o el tal amor aún no se ha perfeccionado como parte de la vida del cristiano.

Estimado hermano y amigo, si aún el amor de Dios no ha llegado a tu vida, debes empezar por recibir a Jesucristo en tu corazón, para que Él te perdone, te limpie, te santifique y te haga un instrumento tanto para recibir el amor de Dios, como también para transmitirlo al prójimo.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El sueño espiritual. Romanos 13:11-14

El poder del evangelio (Romanos 1:16-17)

En ningún otro hay salvación. Hechos 4:11-12