Como alcanzar la santidad.
Juan 17:17.
“Santifícalos en tu verdad; tu
palabra es verdad.”
CONCLUSIONES.
Existen remedios naturales que supuestamente limpian el
cuerpo de toda enfermedad y de todo exceso de sustancias tóxicas y esto no siempre
funciona; tampoco lo es el remedio que cura todas las enfermedades. La edad, la condición humana, el estado
anímico, la buena o mala alimentación, el clima, el ejercicio, los deportes,
etc., todos estos son factores que influyen para que los medicamentos o
remedios naturales actúen en la forma adecuada en todos los organismos.
No sucede así con las enfermedades de origen espiritual cuyo
mal principal es el pecado, pues sí hay un remedio que cura todas las
enfermedades espirituales y que termina santificando a la persona y haciéndolo
apto para entrar el reino de los cielos y ese remedio es la PALABRA DE DIOS. Si
se lee con detenimiento todas las instrucciones y así mismo se ejecutan con
cuidado y con esmero, entonces seremos libres del pecado y de todas sus
consecuencias, dejando nuestro ser limpio y apto para entrar en el reino de los
cielos.
Veamos la obra transformadora que puede ejercer la Palabra
por sí misma, debido a que es “viva” y hasta podríamos asegurar que allí
“palpita” el Espíritu de Dios: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz,
y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y
el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón”. Hebreos 4:12.
Este remedio es casero porque hoy casi todo el mundo puede
tener un ejemplar de la Biblia en su casa o accederla en forma electrónica a
través de internet y tampoco necesita un maestro, sacerdote o pastor para que
se la lea y se la explique. Como cristianos, tenemos a nuestra disposición el
mayor intérprete y maestro de las escrituras, y este es el Espíritu Santo de
Dios: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he
dicho”. Juan 14:26.
La Palabra de Dios tiene dos atributos muy importantes:
1. La Palabra es
la verdad.
¿Por qué tenemos que creer que la Palabra es la verdad? Es muy simple, pues toda la Palabra fue
inspirada por Dios y Dios es la verdad, por tanto, todo lo que sale de su boca
también es verdad. Si la Biblia se la
hubiera inventado un hombre, tendríamos méritos suficientes para desconfiar de
ella; pero este no es el caso.
Seguidamente la Palabra nos muestra el origen del universo,
también nos revela como fuimos formados, cuáles son los propósitos de Dios para
con el hombre, cuáles son las cosas que se avecinan, qué nos espera luego de la
muerte y cuál es el deseo de Dios para el hombre; y conocer todas estas cosas
es conocer la verdad sobre nuestras vidas, lo cual desea todo hombre sobre la
tierra.
Jesucristo el Hijo de Dios, quien dio testimonio del Padre
también es la verdad y su testimonio está escrito en los cuatro evangelios de
la Biblia: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:6.
2. La Palabra
santifica al hombre.
Primero recordemos que es santidad: Es apartarse del pecado
para consagrarse totalmente a Dios. Y estos son los efectos de la Palabra al
penetrar en el corazón del hombre, pues lo redarguye de pecado, lo incita al
arrepentimiento, lo lleva a los pies de Cristo y lo hace una nueva criatura,
todo esto si el hombre pone la Palabra por obra, para que ella pueda ejercer su
obra transformadora en la vida del hombre.
Si el hombre está dispuesto a escuchar la Palabra y a obedecerla,
entonces la palabra que es “vida”, hará todo lo que sea necesario a favor del
hombre y lo primero que sucede es que será limpiado de todo pecado y de toda
iniquidad, de tal forma que su corazón quede puro y que pueda ser habitado por
el Espíritu Santo de Dios.
Mire la acción de las palabras de Jesús, sobre sus
discípulos solamente con escucharlo: “Ya vosotros estáis limpios por la
palabra que os he hablado”. Juan
15:3.
Esta acción santificadora de la Palabra debe ejecutarse en
todo nuestro ser completo, pues no podemos ser santos solo en el alma, cuando
el cuerpo está entregado a los vicios y al pecado; pues da la casualidad que el
pecado se materializa a través del cuerpo, pero este afecta directamente al
alma y al espíritu; y aunque haya consecuencias también para el cuerpo, el
pecado afecta directamente la condición del alma y el espíritu frente a Dios.
En conclusión, la Palabra tiene una acción santificadora,
pero el llevar a cabo esta acción depende de nuestra voluntad, pues somos
libres porque Dios así lo dispuso y Él no podrá quebrantar esta libertad y
esperará que nosotros tomemos la decisión de permitir o no que la Palabra nos
transforme y es por eso que no podemos pedirle a Dios que nos “obligue” a ser
santos, sin recorrer el camino del conocimiento de la Palabra y de la
obediencia a ella.
La Palabra también tiene un efecto purificador, al igual que
lo que hace el agua y el jabón con la ropa y con el cuerpo: “Para
santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra”.
Efesios 5:26. Entonces la Palabra purifica al sacar las impurezas del cuerpo y
del alma (como jabón), pero también santifica al desterrar totalmente el pecado
y destorcer lo que se encontraba torcido (como fuego) y por eso dice el texto: “¿Y
quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando
él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de
lavadores”. Malaquías 3:2.
Pero la medicina para todos los males provenientes del
pecado no consiste solo en tener una Biblia y hasta leerla todos los días; pues
si no obedecemos lo que hay escrito en ella, de nada nos sirve este remedio
para la santificación: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia
a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos
unos a otros entrañablemente, de corazón puro;” 1 Pedro 1:22.
Muchos que se creen cristianos leen la Biblia diariamente,
pero siguen diciendo mentiras, siguen murmurando del prójimo y de sus
autoridades, siguen calumniando, no diezman y siguen en rebelión contra algunos
mandatos de Dios, entre otras cosas; entonces ¿De qué les ha servido el remedio
de la Palabra? Ellos no han alcanzado la santificación porque aún no tienen la
voluntad de obedecer y allí es donde está la clave para avanzar en la madurez
espiritual y llegar hasta la estatura de Cristo.
Estimado hermano y amigo, si aún te encuentras sucio a causa
del pecado y deseas santificarte para tener herencia en el reino de los cielos,
entonces te invito a escudriñar y obedecer la Palabra de Dios, para que ella te
limpie y te santifique y así puedas disfrutar de una herencia en el reino de los
cielos. Finalmente recordemos el llamado
permanente de Dios a ser santos: “Porque escrito está: Sed santos, porque yo
soy santo”. 1 Pedro 1:16.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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