Un alimento esencial en todo tiempo.

Lucas 11:28.

“Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”.

CONCLUSIONES.

Tengo una pareja de amigos hace algún tiempo y a ella por sus quebrantos de salud regularmente le toca ir donde un médico particular, quien le manda unos medicamentos muy costosos que en muy pocas oportunidades los puede comprar y con los cuales a veces nos preguntamos si son o no necesarios para restituir su salud y en conclusión ella tiene muy pocas oportunidades de probarlos y determinar si iban a hacer la diferencia entre la salud y la enfermedad.

En síntesis, ellos tienen muy pocas oportunidades de probar esos costosos medicamentos y en contraposición a eso, absolutamente todos tenemos a nuestra disposición la Palabra de Dios, sin costo alguno y sin restricción alguna (al menos para Latinoamérica) y es así como podemos deleitarnos en la Palabra de Dios y comer Palabra toda la que podamos degustar sin medidas y sin reservas, sabiendo de antemano que esta medicina sí cura todas las enfermedades del cuerpo y especialmente las del alma: “No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos” Proverbios 3:7-8. Y también este otro texto habla de la abundancia de paz y de verdad refiriéndose a la sanidad espiritual: “He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad”.  Jeremías 33:6.

En este tiempo de festividades paganas (porque la Biblia no manda a celebrar el cumpleaños de Jesús y para evitar esto no reveló su fecha de nacimiento), generalmente se cometen abusos en los gastos, en las bebidas alcohólicas (para el caso del mundo) y en las comidas; el abuso de estas actividades puede traer otros problemas, pero el abuso de la Palabra de Dios solo puede traer sabiduría, conocimiento, inteligencia y sobre todo comunión con Dios; nadie podría decir que se intoxicó por “comer” mucha Palabra de Dios: “Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”. Juan 6:55.

Suena raro que podamos comer el cuerpo y beber la sangre de nuestro Señor Jesucristo, pero aquí se habla en sentido figurado, pues el mismo Jesús nos asegura que él es el pan de vida y que todo aquel que llega arrepentido a sus pies nunca tendrá hambre y que todo aquel que cree en Jesús no tendrá sed jamás; lo que significa que al recibir a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador él nos asegura que estaremos saciados espiritualmente, pues Jesús no es un alimento material sino más bien espiritual y el hecho de que creamos en él nos asegura que no tendremos sed jamás, porque él nos saciará de su justicia: “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.  Juan 6:35.

Este texto nos cambia totalmente la imagen del cuerpo y la sangre de Cristo como alimentos materiales y nos lleva más bien a considerar su Palabra como fuente de vida espiritual y su sangre como fuente de redención para nuestras almas: “Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Mateo 4:4.

En conclusión este pan de vida que es el cuerpo de Cristo, está representado en la Palabra de Dios y quien la come será saciado espiritualmente, tanto que no tendrá hambre jamás y ese vacío que el hombre tiene por naturaleza será llenado y su gozo será también completado; por su parte el que bebe de su sangre, que representa la remisión de pecados, nunca más tendrá sed de justicia y siempre estará rebozando de felicidad en el reino de los cielos y es por eso que dice el texto: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”.

Estimado hermano y amigo, unas festividades como estas así estén llenas de abundancia material, nunca lo llenarán totalmente, pues todo esto es pasajero, tanto que hoy comemos pero mañana volvemos a tener hambre; en cambio cuando comemos el “pan de Dios” que es el evangelio de su Hijo Jesucristo, no volveremos a tener hambre jamás y si bebemos de su sangre, jamás volveremos a estar sucios de pecado, en cambio sí estaremos limpios y puros delante de Dios.  Es por eso que en estas festividades debe abundar en nuestras casas el pan de Dios y no la cena de noche buena, ni el licor, ni la natilla, ni los buñuelos, ni la marranada, ni los regalos; más bien debe abundar la Palabra de Dios porque es el único alimento que nos puede dar vida eterna, si es que la comemos abundantemente y seguimos fielmente sus consejos.

Pero la abundancia de Palabra por sí sola no aprovecha si no se “guarda”, cuya expresión significa tres cosas: Meditar en ella, memorizarla en nuestra mente y en nuestro corazón y por último ponerla por obra cada que las circunstancias lo permitan.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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