El pueblo cristiano está en guerra.

Apocalipsis 3:5-6.

El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

CONCLUSIONES.

¿Usted cree que estamos en guerra? Cuando el texto dice “El que venciere” significa que hay una guerra donde participan dos o más contrincantes y que por supuesto también hay premios o botines de guerra para los vencedores.  Algunas naciones del mundo están en guerra a causa del petróleo, de la energía, del gas, de los recursos naturales o por la intolerancia de sus gobernantes, por el deseo de poder de algunos líderes y por el uso inadecuado de las armas entre otras causas.

Pero estas guerras son netamente humanas y se dan en el terreno material; en cambio el pueblo cristiano está en una continua guerra espiritual contra las tinieblas; pues el hecho de que una persona nazca de nuevo como hijo de Dios le concede el mérito de convertirse en objetivo estratégico de las tinieblas, quienes trabajan a toda costa para derribar al cristiano e impedir que este llegue al reino de los cielos.

Suena raro, pero hay un ejército inmenso e invisible regado por toda la tierra y por los aires, el cual está dirigido por satanás, cuya meta es evitar que el hombre común se convierta a Cristo y que los ya convertidos alcancen su meta de mantenerse siempre firmes hasta la venida de su Señor Jesucristo o hasta el llamado individual a estar en su presencia mediante la muerte física: “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, este será salvo”. Marcos 13:13. El hecho de que el pueblo cristiano sea aborrecido por las tinieblas, causa persecución, acoso, vituperio y una guerra continua contra los hijos de Dios; la cual debe mantenerse hasta el fin con la victoria a favor del cristiano.

Esta lucha es constante, dado que el enemigo no duerme por no ser de carne y está buscando cualquier oportunidad para derribar al cristiano y si este es derribado y demora mucho en levantarse, entonces corre el peligro de perder la salvación: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. 1 Pedro 5:8.

¿Dices que no tienes luchas?  Si no tienes luchas, entonces no eres de Dios sino más bien de las tinieblas, pues el diablo no tiene necesidad de atacar a los que son suyos, pues ya sus almas le pertenecen y si los tiene vivos es para que le ayuden como instrumentos en el cumplimiento de sus objetivos.  Para el pueblo cristiano, habrá muchas luchas, aflicciones y tribulaciones; pues es la única forma de que el cristiano madure y sea santificado y que también aumente su fe mientras supera cada tribulación y se enfrenta a otra: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”.  Hechos 14:22b.  Y también: “Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová”. Salmos 34:19. Por tanto es imposible que los cristianos no tengamos batallas que luchar y ganar todos los días.

Si al momento de nacer de nuevo como Hijos de Dios, fuésemos sacados de esta tierra, no habría más tribulaciones, pero como tenemos que seguir aquí por varias razones (como crecer espiritualmente), entonces debemos enfrentarlas hasta que los propósitos de Dios se hayan cumplido en nosotros.

Si una persona anda por caminos de justicia y se vuelve atrás, la justicia que hubiere hecho no se le tendrá en cuenta, pues el enemigo aprovechará esta situación para destruirlo si es posible: “Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en su justicia hiciere iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo”. Ezequiel 33:13. He aquí el problema de luchar solo por periodos cortos de tiempo, por eso estas luchas tienen que ser constantes día y noche, de tal forma que todas las puertas por donde pueda entrar el enemigo estén totalmente cerradas. Así mismo una persona no puede confiar su salvación al hecho de que un día anduvo por buenos caminos, pensando que Dios debe retribuirle por lo que fue y no por lo que es hoy en día.

Ahora, esta lucha no puede ser pasiva, es decir cuando el cristiano solo va a la iglesia como observador y no hace ninguna otra actividad en favor de la obra de Dios, pues le sucede lo que reza el dicho popular: “Camarón que se duerme se lo lleva la corriente”. Haga de cuenta que el ejército enemigo viene tras nosotros y que todo el que se rezague, se desanime, se duerma o el que se siente a descansar, indudablemente es alcanzado y destruido.  Dentro del ejército de los cielos es indispensable la lectura de la palabra, de donde obtenemos sabiduría, inteligencia y conocimiento y de donde obtenemos las armas espirituales para hacerle la guerra al enemigo, con la promesa de que Jesús ya venció y que nosotros mediante la fe también podemos obtener la victoria como iglesia de Cristo: “y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.  Mateo 16:18b.

Lo hermoso de todo esto es la promesa de Jesucristo que nos confiere la entrada al reino de los cielos con vestiduras blancas y con un nombre nuevo que nos acredita como hijos de Dios: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida”.  El hecho que diga “no borraré su nombre”, quiere decir que ya estaba inscrito allí en aquel libro desde el momento que la persona se arrepiente y acude a Jesucristo para recibirlo como Señor y Salvador de su vida. También como fruto de esta paciencia en las luchas, el mismo Jesucristo dará testimonio de nosotros delante de nuestro Padre y de sus santos ángeles, esto es como una “mención de honor” que se confiere frente a millares de asistentes: “y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”.

Estimado hermano y amigo, quizás te guste una vida más tranquila que la que promete Dios a través de su Palabra, pero con Dios el galardón es inmensamente grande; pues solo a través de este camino y de la mano de Jesucristo es que podemos llegar a la vida eterna. Puede ser que si continuas dentro del montón y amparado bajo una religión, tengas una vida llena de una aparente paz y que en ella no te falte absolutamente nada; pero debes recordar que las riquezas, los placeres y las comodidades de este mundo son pasajeras y que luego de la muerte, muchos estarán enfrentados ante una sorpresa que nunca esperaban y es el infierno, pues con el solo hecho de desechar a Jesucristo y su obra redentora ya el hombre se encuentra perdido:  “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.  Juan 3:18.

Y lo triste de todo es que para pertenecer al reino de las tinieblas no se necesita ningún esfuerzo, es solo cuestión de dejarse arrastrar por el mundo con sus pasiones y deseos; pero para pertenecer al ejército de Cristo hay que tener voluntad para abandonar el pecado, para recibir a Jesucristo como Salvador y andar en obediencia a su Palabra.  ¿Ve usted lo fácil que es perderse? Por eso debes tomar una decisión hoy, cuando todavía las puertas de la gracia y del perdón se encuentran abiertas para todo aquel que desee salvar su alma.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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