¿Habrá sanidad para nuestra tierra?

No es un secreto el hecho de que el clima está cambiando a velocidades vertiginosas y que no hay poder humano ni tecnológico capaz de frenar las consecuencias negativas del calentamiento global. Los países se reúnen para hacer compromisos que reduzcan el impacto de sus actividades sobre el medio ambiente, pero no hay nada que pueda revertir el daño que ya está hecho.

Texto: 2 Crónicas 7:12-14.

Y apareció Jehová a Salomón de noche, y le dijo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio. Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.”

CONCLUSIONES.

En esta historia Dios se aparece al rey Salomón de noche en visión, como respuesta a la oración de su siervo y le confirma la elección del templo que había construido como casa de sacrificio: “Y apareció Jehová a Salomón de noche, y le dijo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio”.

Seguidamente le describe varias cosas que podrían suceder a causa de la fornicación del pueblo, porque este fue el pecado que más abundó en el pueblo de Israel, el cual consistió en dejar a Jehová y honrar a los dioses de los pueblos vecinos. Aquí se mencionan tres juicios de los más duros que podrían sobrevenir como castigo si el pueblo se olvidaba de su Dios:  1. Que hubiera sequías, 2. que hubiera escasez de alimentos y 3. Que hubiera pestes y enfermedades que azotaran al pueblo: “Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo”.

Lo interesante de esto es que Dios tiene potestad y dominio sobre estos acontecimientos de la naturaleza y por eso el texto declara su autoría en tres palabras: “Si yo cerrare”, “y si mandare” y “o si enviare”.  Y esto nos motiva a pensar que no son los malos hábitos del hombre como la deforestación, la sobreexplotación, los cultivos ilícitos y las emisión de gases tipo invernadero, los que producen los nefastos cambios en las temperaturas, en las lluvias, en los huracanes, en los tornados, en la agricultura, etc.; sino que más bien es debido a la desobediencia del hombre, pues a causa de la rebelión de este, Dios tiene que alterar el comportamiento normal de la naturaleza para presionarlo y persuadirlo, de tal forma que el hombre pueda darse cuenta que anda en pecado y que también pueda tomar la determinación de arrepentirse y de volver su corazón hacia Dios.

Pero a pesar de eso el hombre no reacciona, incluso muchos mandatarios a nivel mundial ni siquiera tienen en cuenta el problema del cambio climático y solo están pensando en cómo asegurar sus recursos energéticos y en como estar preparados militarmente ante el ambiente hostil de otros países.  Mientras invierten sus recursos en buscar energía para sus grandes urbes y también en construir armas de destrucción masiva, en otras regiones más olvidadas está aumentando la pobreza, la desnutrición, las enfermedades y también la ausencia del estado que no atiende las necesidades de un pueblo casi moribundo.

Pero Dios que es perfecto e infinito en sabiduría y conocimiento, también dejó una salida para todos estos problemas; Él puso los juicios al hombre mediante el cambio climático, la escasez de alimentos y las enfermedades, pero también dejó una puerta abierta para que saliéramos por ella y escapáramos de sus juicios; aún así el hombre no quiere saber nada del Dios verdadero, y mientras tanto sigue obstinado con los ídolos honrándolos y rindiéndoles culto, y como consecuencia de ello está imposibilitado para encontrar dicha salida y por eso los problemas de este mundo irán aumentando hasta el tiempo en que los verdaderos hijos de Dios sean arrebatados de esta tierra y entonces comience la gran tribulación y se desate una especie de infierno aquí en la tierra, porque el pecado y la corrupción se mostrarán en todo su esplendor ya que para ese tiempo no estará  la iglesia que clama a Dios para detener sus manifestaciones.

¿Y cuál es esa solución que Dios puso para librarnos de los problemas actuales del mundo? La solución que Dios estableció es el ARREPENTIMIENTO VERDADERO y esto los describió mediante varios puntos:

1. “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado”.

Esto significa ir a un templo donde se profese la sana doctrina y donde se adore al único Dios verdadero y allí humillar nuestro corazón delante de Dios, reconociendo que somos pecadores y que necesitamos de su perdón.

2. “Y oraren”.

Debemos acercarnos para hablar con Dios y confesarle todas nuestras rebeliones, pecados e iniquidades, teniendo fe en que también él es poderoso para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. Esta oración también incluye el ser agradecidos porque todavía nos tiene vivos y con esperanza de vida eterna, lo mismo que alabar y glorificar su bendito y santo nombre.

3. “Y buscaren mi rostro”.

Debemos buscar la presencia de Dios mediante la lectura de la Palabra, el ayuno, la oración, las vigilias y sobre todo presentándonos en actitud de agradecimiento, alabando y adorando su santo nombre en las primeras horas de la madrugada.

4. “Y se convirtieren de sus malos caminos”.

Nada de los puntos anteriores funciona si no hay un arrepentimiento verdadero, el cual consiste en que el hombre se convierta de sus malos caminos; es decir, que el que decía mentiras ahora solo hable con la verdad, que el que decía vulgaridades ahora alabe a Dios en su corazón con himnos y cánticos espirituales, que el que robaba ahora ande en honestidad, que el que andaba en infidelidad ahora sea fiel con su cónyuge, que el que andaba en parrandas y en vicios, ahora ande de fiesta con el Señor, etc.  Si el hombre se arrepiente, pero no cambia su modo de vida, entonces ahora estará cargando con un pecado adicional que se llama la rebelión.

Si ponemos en práctica estos cuatro pasos entonces tenemos la promesa de Dios de que Él nos escuchará, perdonará nuestros pecados y también sanará nuestra tierra:

1. “Entonces yo oiré desde los cielos”.

Sabemos que Dios está escuchando todo cuando decimos y que puede leer lo que está en nuestra mente y que aún no ha salido por nuestra boca; por tanto, podemos estar seguros de que cualquier manifestación de arrepentimiento será escuchada por Dios.

2. “Y perdonaré sus pecados”.

Dios sí que sabe perdonar, tanto que sepulta nuestros pecados en lo más profundo del mar y no se vuelve a acordar de ellos; esto es si de corazón nos arrepentimos y le pedimos ayuda para que no nos deje caer nuevamente en ellos: “Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”. Miqueas 7:19.

3. “Y sanaré su tierra”.

Finalmente Dios sanará nuestra tierra y esto incluye también a los seres vivos que habitan sobre ella como el hombre. Esta sanidad comprende un clima fabuloso y estable para todas las naciones, donde lleguen el sol y el agua necesarios para sostener la vida, donde ya no habrá más muertes por causa de las sequías, ni mucho menos habrá hambrunas, ya no habrá devastación a causa de las inundaciones y los deslizamientos de tierra, ya no habrá terrenos improductivos, ya no habrá aguas contaminadas, ya no habrá pestes como el Covid-19, ya no habrá enfermedades del corazón, presión alta, colesterol alto y mucho menos diabetes.

¿Usted se alcanza a imaginar el paraíso que fuera la tierra a causa de la sanidad dada por Dios?  Sin duda alguna, volveríamos de nuevo al Edén, donde Dios deambulaba por el huerto y estaba pendiente de cualquier necesidad del hombre. 

Pero no todo es prosperidad material, pues Dios tiene propósitos más grandes y futuristas para el hombre y esto es la vida eterna, entonces detrás de estos juicios hay algo más sublime que está buscando Dios de nosotros.  ¿No es esto maravilloso que Dios envíe juicios sobre la humanidad para hacer que el hombre se vuelva de sus malos caminos y no pierda su alma en el infierno? Si lo es y esto demuestra el infinito amor de Dios hacia el ser humano, y si no fuera así, ya Dios nos habría consumido desde que Adán y Eva pecaron estando en el huerto del Edén.

Pero lastimosamente el hombre no quiere vivir bueno y más bien se goza revolcándose en el pecado, en los vicios y en la corrupción. Hay que entender que para Dios es más importante el gozo de la vida eterna para nuestras almas, y no que vivamos bueno aquí en la tierra, cuando esto solo es temporal.

Estimado hermano y amigo, estamos viendo los juicios de Dios hacia la humanidad a través del cambio climático, de la escasez de alimentos, a través de pandemias y de todo tipo de enfermedades; pero Dios también nos dejó una solución para estos problemas y esta consiste en arrepentirnos de nuestros malos caminos, buscar a Dios de corazón y vivir una vida de obediencia y santidad a su Palabra y de esta forma todo cambiará para bien y Dios nos enviará las lluvias en su justo tiempo y medida, también nos enviará paz, abundancia de alimentos y sanidad para nuestra tierra y para nuestras vidas.

En síntesis, Dios creó todo perfecto, pero a causa de la libertad que concedió al hombre, este se corrompió y la naturaleza también empezó a sentir los efectos del pecado del hombre: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora”. Romanos 8:22.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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