Cómo vivir eternamente.
La ciencia hace grandes esfuerzos por erradicar las enfermedades y mejorar la calidad de vida de las personas, de tal forma que le permitan al hombre alargar sus días sobre la tierra. Y aún más allá en el campo médico existen avances como la criogenización que consiste en congelar personas fallecidas y material biológico a temperaturas de -320 grados Fahrenheit, con el fin de poder darles vida en un futuro, si los avances científicos así lo permiten.
Texto: Salmos 37:27.
“Apártate del mal, y haz el bien, Y vivirás para siempre”.
CONCLUSIONES.
Sin embargo, aunque la ciencia aumente vertiginosamente, no
es posible violar las leyes naturales que Dios ha impuesto sobre todo ser
viviente, principalmente sobre el hombre y una de ellas es el tiempo de vida,
que en su promedio está entre los 70 y 80 años: “Los días de nuestra edad
son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su
fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos”. Salmos
90:10.
Y aún si la ciencia lograra prolongar la vida de una
persona, esta llegaría al punto del cansancio, en que no querrá vivir más sobre
la tierra, porque el vivir en este mundo terrenal causa molestia y trabajo,
dado que la carne es débil y sufre a causa de las enfermedades, sufre a causa
de las relaciones con el mismo hombre, sufre a causa de la interacción con los
elementos de la naturaleza y mayormente sufre por apartarse de Dios: “Velad
y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil”.
Mateo 26:41.
Y si el hombre gozara de las mejores condiciones de vida e
hiciere muchas cosas buenas que le permitan forjarse un lugar en la historia, aunque
hiciere muchas obras benéficas a favor de la humanidad, aunque hiciere inventos
de mucha trascendencia y se convirtiere en uno de los mejores científicos; aun así,
su vida estaría llena de vanidad y de aflicción de espíritu: “Miré todas las
obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción
de espíritu”. Eclesiastés 1:14.
Esto explica las muertes violentas, los suicidios y la
drogadicción de gente famosa en el mundo del espectáculo y de personas que por
su vida y por su ingenio prometen ser grandes figuras del mundo; esto es porque
la fama que debería engrandecer al hombre, más bien lo somete a las aflicciones
de espíritu. Es un caso parecido al de los ricos, donde sus bienes se
convierten en su peor enemigo; pues ahora no duermen con el temor de ser
robados, de ser asaltados o de ser muertos por causa de su riqueza; ahora no
pueden andar solos y tampoco pueden disfrutar de su intimidad porque deben
estar rodeados de guardaespaldas.
En síntesis, aquí en este mundo no es posible hallar el
verdadero gozo ni la verdadera paz para nuestras vidas, pues nuestras almas y
espíritus están encerrados en un cuerpo de carne y hueso, esperando el día que
este muera para poder liberarse y comenzar otro ciclo de vida, la cual es la
vida eterna en el reino de los cielos o la vida eterna en el lago de fuego y
azufre; dependiendo de si vivió una vida en obediencia y santidad para Dios o
solo vivió para el mundo con sus pasiones y deseos pecaminosos. Por tanto, esta
promesa de Dios “y vivirás para siempre” no se refiere al campo físico,
sino a la vida que tendremos más allá de la muerte, máxime cuando en los
postreros días vendrán tiempos difíciles para vivir sobre la tierra: “También
debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos”. 2
Timoteo 3:1.
Por eso Dios a través de su hijo Jesucristo nos ofrece una forma
de conseguir esa vida eterna para nuestra alma y nuestro espíritu, pues el
cuerpo tendrá que quedarse aquí en la tierra junto con el polvo que es a dónde
pertenece: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna”. Juan 3:16.
¿Esto es maravilloso, cierto que sí? Pero el hombre hace
caso omiso a esta gran noticia de Dios, pues muchos no creen que haya vida
eterna y mucho menos creen que haya un Dios capaz de mantenernos vivos por una
eternidad.
Dios nos ha dado una promesa de vida eterna, pero también
nos ha puesto una condición consistente en que tenemos que creer en la obra
redentora de su hijo Jesucristo para poder adueñarnos de dicha promesa: “para
que todo aquel que en él cree”. Y sin fe es imposible agradar a Dios y por
ende también será imposible vivir eternamente: “Pero sin fe es imposible
agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Hebreos 11:6.
Y si creemos en Jesucristo, entonces también tenemos que
creer en su Palabra que nos manda a apartarnos del pecado y a vivir en santidad:
“Apártate del mal, y haz el bien”. Y si creemos en su Palabra y la
obedecemos entonces esta promesa de Dios se hará una realidad en nuestras
vidas: “Y vivirás para siempre”. Observe que recibir este precioso
tesoro de la vida eterna no es complicado, no requiere mucho trabajo ni
esfuerzo, no requiere la inversión de grandes recursos económicos, no requiere
migrar a sitios remotos de la tierra, no requiere estar en instalaciones
científicas de última generación y tampoco estar sometido a procesos muy avanzados;
solo se requiere estar dispuestos a creer en Dios, a apartarnos del mal y a hacer
el bien.
¿No es esto un regalo maravilloso y de mucho valor para
nosotros los humanos? Ciertamente este precioso regalo es menospreciado por
muchos y habrá algunas personas que preferirán vivir pegados a una máquina en
estado vegetativo que los mantenga vivos por muchos más años y no entregar sus
vidas a Dios y rendirse delante de su poder, de su majestad y de su señorío;
para que vivamos juntamente con Él en la nueva Jerusalén, por los siglos de los
siglos.
Cuando se habla de vivir para siempre, indudablemente
tenemos que asociar esta palabra con la fuente de vida que es Dios y su Hijo
Jesucristo, lo que significa estar en el reino de los cielos por una eternidad,
gozando de paz, amor, bienestar y abundancia: “El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia”. Juan 10:10.
En el sentido opuesto, sino aspiramos a vivir para siempre,
entonces nos toca sufrir para siempre y la primera instancia donde irán los que
rechacen a Jesucristo será el infierno y luego del juicio final, el infierno
junto con todos aquellos que no están inscritos en el libro de la vida, serán
lanzados al lago de fuego y azufre que arde por una eternidad: “Y la muerte
y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda”.
Apocalipsis 20:14.
Estimado hermano y amigo solo existen dos posibles destinos:
Vida eterna en el cielo o castigo eterno en el lago de fuego y azufre. Lo bueno
de todo es que como estamos vivos todavía, podemos escoger a dónde queremos ir
luego de la muerte física; pero no se trata de una decisión de nuestra mente,
sino de una decisión tomada con hechos reales, lo cual significa renunciar al
pecado (apartarse del mal), recibir a Jesucristo como Salvador y obedecer a la
Palabra de Dios (hacer el bien), para que podamos vivir para siempre.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
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