¿Qué es mejor, prestar o regalar?


Saber hoy en día quién es impío y quién es justo es difícil, pues generalmente la gente del común tiene dos caras, una es la que muestran delante de sus allegados y de las congregaciones y otra es la que se ponen para hacer otras actividades cuando no están siendo vistos por nadie.

Texto: Salmos 37:21.

“El impío toma prestado, y no paga; Mas el justo tiene misericordia, y da.

CONCLUSIONES.

¿Quién es el impío? Según la Real Academia, impío es alguien que le “falta de piedad” y desde el punto de vista bíblico es el que anda en contra de la voluntad de Dios, especialmente en contra de su amor, el cual al hacerse presente en una persona, constituye lo que se llama una vida piadosa y de ahí es que proviene el término de la falta de piedad; mientras el justo es aquel “que vive según la ley de Dios”.

Este texto nos muestra una de las tantas formas de establecer la diferencia entre un impío y un justo y es en la parte relacionada con el manejo de los préstamos; pues en el impío está presente la avaricia y su deseo es prosperar a expensas de los demás, mientras en el justo siempre está el deseo de ayudar a otros porque en su corazón solo hay amor y misericordia.

Pero por norma general un impío o pecador siempre estará dando uno o más frutos de la carne, de los que se describen en el texto siguiente: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.  Gálatas 5:19-21.

Mientras por su parte el justo siempre estará dando el fruto del Espíritu: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.  Gálatas 5:22-23.

Si una persona se ve obligada a prestar, ya de por si no anda en la voluntad de Dios, porque está infringiendo uno de sus mandamientos: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”.  Romanos 13:8.

Y si al hecho de tomar prestado se le agrega otra condición, esa de que no le gusta pagar, entonces ya hay una doble falta, que no solo es cometida por los llamados mundanos o personas que viven para el mundo, sino también por los supuestos cristianos, que dicen serlo, pero que aún no obedecen todos los mandamientos de Dios. 

El que no paga teniendo la posibilidad de hacerlo así sea en pequeñas cuotas, se convierte en ladrón y bajo esta condición es imposible entrar en el reino de los cielos: “Ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”. 1 Corintios 6:10.

¿Y si físicamente no tiene con qué pagar, entonces para qué se mete en deudas? Uno como cristiano tiene que esperar la bendición de Dios y no ir en contravía de su voluntad, y si esto es desconocido para la persona, entonces ciertamente esto es un indicio de que no anda conforme a la voluntad de Dios, escudriñando su Palabra todos los días. ¡Fue que me quedé sin empleo luego de incurrir en la deuda! Pues bien, si anduviera en la voluntad de Dios, ni siquiera le habría permitido contraer obligaciones ni mucho menos quedarse sin empleo.

¡Pero es que me toca prestar porque no gano lo suficiente!, eso dicen muchas personas aún cristianas. Hay dos principios aquí que refutan esta idea, el primero es que, si puede pagar una cuota luego de meterse en un préstamo, igualmente también puede tomar la misma cantidad de dinero y ahorrarla, para cuando tenga lo suficiente adquirir el bien que está necesitando, máxime que cuando se ahorra no va a pagar intereses, sino que más bien los puede recibir si lo hiciera a través de un fondo de empleados o una cooperativa.

El segundo principio es que los verdaderos siervos de Dios andan en bendición y no necesitan de préstamos para satisfacer sus necesidades, a estos sencillamente la bendición los persigue y más bien les toca prestar en vez de pedir prestado: “Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado”.  Deuteronomio 28:12.

En el justo reposa el verdadero amor de Dios y por tanto este tiene misericordia y si ve a otros seres humanos necesitados, entonces les ayuda dentro de sus posibilidades, pero no prestándoles ni explotándolos con intereses, sino mayormente haciéndolos partícipes de las bendiciones que él a su vez ha recibido de Dios.

¿Y entonces cuál es la recompensa para los que regalan en vez de prestar? Hay muchas recompensas:

1. Una es la promesa de que Dios nos librará en el mal tiempo: “Bienaventurado el que piensa en el pobre; En el día malo lo librará Jehová”.  Salmos 41:1.

2. Otra promesa es que lo que demos al pobre Dios lo abonará a nuestra cuenta y nos lo devolverá sin falta: “A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar”. Proverbios 19:17.

3. Otra promesa es que nunca nos faltará nada: “El que da al pobre no tendrá pobreza; Mas el que aparta sus ojos tendrá muchas maldiciones”.  Proverbios 28:27.  

4. Otra promesa es que todo lo que demos vuelve a nosotros multiplicado: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. Lucas 6:38.

Estimado hermano y amigo, si entrega su vida enteramente a Jesucristo el hijo de Dios y vive en obediencia y santidad, seguramente no necesitará meterse en deudas para satisfacer sus necesidades, pues Dios está pronto a cuidar de sus hijos: “Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas”.  Lucas 12:30. Así mismo en el corazón del justo habrá misericordia, lo que lo conlleva a crear una cuenta bancaria en el reino de los cielos, donde irá acumulando todos estos tesoros; pues ayudar al prójimo es prestarle a Dios.

En usted está la decisión de vivir bajo la bendición de Dios o bajo la maldición; pues si leyó hasta este punto, entonces ya es conocedor de la revelación de uno de los secretos fundamentales de la bendición económica para usted y para su hogar.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

 

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