El origen de la pobreza y la mendicidad.
Hay escasez de alimentos y recursos a nivel mundial, sobre
todo en aquellos países pobres como los del continente africano, y aún en los
países desarrollados también hay suburbios en sus grandes ciudades donde se
hayan personas en estado de indigencia. Ahora la pregunta es: ¿Será que Dios se
ha olvidado de los pobres y menesterosos? La respuesta es que Dios no se ha
olvidado de ellos, más bien el hombre se ha apartado de Dios y aunque por
excelencia Dios sea un Padre protector, el mundo no lo quiere cerca y por lo
tanto no los puede ayudar.
Texto: Salmos 37:24-25.
“Cuando el
hombre cayere, no quedará postrado, Porque Jehová sostiene su mano. Joven fui, y he envejecido,
Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que
mendigue pan”.
CONCLUSIONES.
Hay dos tipos de hijos en el sentido espiritual: Los hijos
del mundo cuyo padre es el diablo y en la parte opuesta los hijos de Dios o
hijos de luz que representan una porción muy baja frente a los hijos del mundo.
Los primeros indudablemente son atendidos por el diablo,
quien generalmente no les da nada sino tiene un propósito específico para con
ellos, por ejemplo: Al sanguinario de la dinero para que siga asesinando y envíe más almas
al infierno, al derrochador le da dinero para que gaste abundantemente, para
que humille a otros y también para que multiplique la corrupción, al adúltero
le da más mujeres para que siga pervirtiendo al mundo, al vicioso le da más
drogas para que siga acabando con su vida, al ladrón le da más sagacidad para
que incremente sus actividades delictivas, al mentiroso le da más habilidades
para mentir sin ser detectado y en general al perverso le abre puertas para que
siga esparciendo la obra de las tinieblas sobre la tierra.
¿Y si el diablo supuestamente también bendice a los que son
suyos, por qué entonces hay tantos desamparados? Parece simple la respuesta,
estas personas ya son del diablo y están contentas allí en ese estado así estén
viviendo en la miseria, prueba de ello es que han sacado indigentes de la calle
y estos prefieren volver a donde estaban que cambiar su estilo de vida; sin
embargo, lo más sobresaliente de esta situación, es que el diablo no tiene
propósitos especiales para con ellos y entonces no necesita bendecirlos para
que le sirvan en algunas misiones especiales y más bien los deja quietos para
que allí en esta situación sigan apartados de Dios y por último se mueran y se
vayan al infierno.
Por otro lado, para que Dios nos bendiga, debemos pertenecer
a un grupo predilecto llamado hijos de Dios, que son aquellos que se han
arrepentido de verdad, que viven en obediencia y santidad a su Palabra y que tienen
la presencia de Cristo en sus corazones; a este grupo llamado los “justos” Dios
cuida y provee de todo lo necesario y por eso dice el texto: “Joven fui, y
he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue
pan”. Según este texto la misericordia de Dios con los justos se extiende
también sobre su descendencia.
En esta situación de hijos de Dios, Él estará siempre
cuidando de su rebaño y no tardará en levantar al hombre cuando este cayere: “Cuando
el hombre cayere, no quedará postrado, Porque Jehová sostiene su mano”.
Esto no quiere decir que estará sosteniéndolo para que no caiga, sino que
cuando caiga Dios lo levantará; pues si no lo dejara caer entonces nunca
tendría aflicciones y no habría forma de que esos cristianos puedan madurar
espiritualmente y llegar a la estatura de Cristo. “Hasta que todos lleguemos
a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto,
a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Efesios 4:13.
Cuando miramos a un cristiano que tiene dificultades
económicas y que no tiene lo suficiente para atender sus necesidades básicas
hasta el punto que solo puede comer una o dos comidas al día y fuera de eso
incompletas (por ejemplo solo agua panela con galletas), encontramos elementos
que demuestran que el título de cristiano lo adoptó por ser miembro de una iglesia
y que no se lo ganó como producto de unos hechos reales; es decir, que
encontramos insuficiencias en su formación cristiana o que sencillamente se
arrepintió de labios pero no de corazón y sigue viviendo de la misma forma
pecaminosa como lo hacía antes de pertenecer a una iglesia.
Es de aclarar que podrá haber estreches económica para el
cristiano como producto de las aflicciones a que debe ser sometido, pero esta
nunca lo llevará a tenerse que acostar con hambre, pues el principio es el
mismo, que al justo Dios lo sustentará y no lo dejará caído: “Echa sobre Jehová tu carga, y
él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo”. Salmos 55:22.
Hay algunos elementos con los cuales podemos comprobar que esas personas solo son cristianos de nombre, pero no cristianos legítimos;
por ejemplo: No asisten a una iglesia de sana doctrina, o si asisten lo hacen
con muy poca frecuencia o asisten a aquellas sectas donde conviven con errores
doctrinales; no sirven en la obra del Señor, es decir que solo van a la iglesia
a calentar bancas, a dormir o a conversar con sus amigos; no dan testimonio de
la obra redentora de Jesucristo es sus vidas, sencillamente porque aún no han
sido transformados por el Espíritu Santo; no leen diariamente la Palabra de
Dios porque les da pereza; no oran fervientemente subestimando el poder de la
oración y dando a entender que no tienen necesidades para clamar por ellas; no
actúan mediante la fe sino mediante sus instintos; no encomiendan sus caminos
ni sus proyectos al Señor; no obedecen la Palabra porque ni siquiera la conocen
y uno de los problemas más comunes es que estos supuestos cristianos ni
siquiera saben qué es diezmar, ofrendar y ayudar al prójimo, ni mucho menos lo
ponen por obra, siendo el incumplimiento de estos últimos mandatos las
infracciones más graves e influyentes sobre la sanidad financiera de las
personas.
Dios impuso unas leyes de estricto cumplimiento como el
diezmar para que sus finanzas sean bendecidas y multiplicadas y si esto no se
da, sencillamente las personas empobrecerán porque no tienen la bendición de
Dios; a no ser que sean hijos del diablo y que le sirvan a él con sus bienes o que
estén metidos en negocios ilícitos que les permitan tener una holgura económica.
No es que Dios esté faltando a su Palabra, sino que algo
estamos haciendo mal para que tengamos las puertas cerradas de la bendición y
ese algo es que al mundo no le gusta la justicia, sino que más bien se deleita
en el pecado. Miremos la promesa de manutención de Dios para sus hijos: “Y si la
hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así,
¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?”. Mateo 6:30.
Y también este otro texto nos da la promesa específica del
alimento para nuestro cuerpo, que es mucho más valioso que las aves del cielo:
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más
que ellas?”. Mateo 6:26.
Mire que Dios conoce nuestras necesidades y aún está atento
a suplirlas y por eso si algún cristiano tiene problemas para suplir sus
necesidades básicas, entonces hay que escudriñar su vida cristiana, para ver
qué le falta por hacer, o qué está haciendo mal, o qué está ignorando: “No
os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas
tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Mateo 6:8. Si continúa en estado de pobreza y
mendicidad, es muy probable que sea siervo del diablo y no siervo de Dios, o
que sea integrante del grupo de los impíos y no del grupo de los justos.
Estimado hermano y amigo, Dios puede suplir todas sus
necesidades si cumples al menos dos requisitos: Primero que tenga la suficiente
fe para creer que Dios lo puede hacer y segundo que esté agradando a Dios
mediante la obediencia a su Palabra; pues Dios no puede bendecir a los rebeldes
o sea aquellos que mediante la obediencia al pecado, están agradando al diablo;
y el hecho de andar en injusticia o mejor dicho en contravía de la voluntad de
Dios, conlleva al hombre a tener necesidades y calamidades de todo tipo y lo
conduce finalmente al infierno luego de su muerte física.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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