Una manera fácil de cumplir con los mandatos de Dios.
Cumplir con los mandamientos estipulados por Dios parece muy difícil de cara al mundo, primero porque el hombre común no quiere someterse a Dios y segundo porque da la impresión de que fueran tantos decretos que podrían convertirse en una carga muy pesada para llevar.
Texto: Mateo 7:12.
“Así
que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así
también haced vosotros con ellos; porque
esto es la ley y los profetas”.
CONCLUSIONES.
Primero que todo es menester aclarar que el nuevo testamento
no deroga la ley y los profetas contenida en el antiguo testamento, pues el
mismo Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los
profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Mateo 5:17.
Segundo, lo que realmente cambió de la ley fue lo
relacionado con la sucesión del sacerdocio levítico, pues antes eran sacerdotes
de carne y hueso sometidos al pecado y que heredaban su ministerio a través de
las nuevas generaciones; pero ahora en el periodo de la gracia, hay un único
sacerdocio santo, inmutable, perfecto y eterno, que es descendiente de otra
tribu no levítica y constituido bajo otro orden, por lo cual su ministerio no
es heredable y está representado por nuestro Señor Jesucristo: “Si, pues, la
perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo
la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el
orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque
cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; y aquel de
quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque
manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló
Moisés tocante al sacerdocio”. Hebreos 7:11-14.
Lo tercero consiste en que el pecado se hizo visible
mediante la ley y si no existiese la ley, entonces hoy no podríamos estar inculpando
a nadie de pecado, porque el pecado se habría quedado sin fundamento: “Pues
antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa
de pecado”. Romanos 5:13.
Por tanto, abrogar la ley y los profetas, significa que
habría plena libertad de pecar sin ser inculpado, lo que realmente es un
despropósito, pues el pecado sigue vigente y sigue haciendo la diferencia entre
los hijos de Dios y los hijos del diablo; pues el que es de Dios no practica el
pecado, aunque sí podría infringir la ley involuntariamente y en tal caso
tendría que recurrir de nuevo a la sangre de Jesucristo para ser limpiado: “Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. 1 Juan 3:9. El verbo “practicar”
significa que el pecado se ejerce voluntariamente por la persona; es decir, con
previo conocimiento de la ley; por tanto, aquí no entra el pecado involuntario.
¿Pero entonces qué es lo que nos está diciendo el texto
bíblico? Este nos dice que cumplir con la ley y los profetas es muy sencillo,
que solamente hagamos con nuestro prójimo, lo que deseamos que ellos hagan con
nosotros: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con
vosotros, así también haced vosotros con ellos”, porque esto en conjunto es
el cumplimiento de los mandamientos de Dios: “porque esto es la ley y los
profetas”.
Esto es muy semejante a los dos grandes mandamientos, sobre
todo el segundo, pues amando a nuestro prójimo estaremos cumpliendo con la ley
y los profetas, además de que también estaremos amando a Dios, porque lo que
hagamos al prójimo lo hacemos directamente a Dios: “Jesús le dijo: Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los
profetas.”. Mateo 22:37-40. Estos dos mandamientos son la cabeza de la ley
y los profetas; es decir, que tienen allí su fundamento y que su cumplimiento
significa también el cumplimiento de todas las ordenanzas contenidas en el
antiguo testamento.
Ahora, el fundamento de los dos grandes mandamientos es el
amor (amor a Dios y amor al prójimo) y a su vez el fundamento del amor es el
mismo Dios, siendo el amor una de las mayores virtudes de Dios. En conclusión, el que ama glorifica a Dios y
cumple con los dos grandes mandamientos y por ende con todos los mandatos
escritos en la ley y los profetas: “No debáis a nadie nada, sino el amaros
unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. Romanos
13:8.
Y como el amor es práctico y no teórico (pues de nada sirve
decir que amamos a Dios a quien no vemos), entonces Dios puso un instrumento para que nosotros
le amáramos a través de él y este instrumento es nuestro prójimo: “Si alguno
dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama
a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”.
1 Juan 4:20.
Estimado hermano y amigo, es fácil el cumplimiento de los
mandamientos, solo piensa en todo lo bueno que deseas que tu prójimo haga
contigo y esto mismo debes hacer con los demás, descartando todo aquello que vaya en contra de la integridad física, emocional y espiritual de nuestro prójimo. Por ejemplo, ya no sería
necesario que conocieras uno de los mandamientos que dice: “No matarás”
Éxodo 20:13, porque usted no querrá que los demás hagan eso con usted; no sería
necesario conocer el mandamiento que dice: “No hurtarás” Éxodo 20:15,
porque seguramente usted no quiere que otro le robe sus pertenencias; no sería
necesario conocer el mandamiento que dice: “No engañaréis ni mentiréis el
uno al otro” Levítico 19:11b, porque usted no querrá que los demás le digan
mentiras o que lo engañen, etc.; y la lista de mandatos que cumpliríamos, con
solo amar a nuestro prójimo, sería interminable.
Eso sí, hay que aclarar que hay mandamientos que no tienen
que ver con el prójimo, sino más bien directamente con la integridad de Dios,
por ejemplo, veamos este mandato: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”
Éxodo 20:3. Estos ya son casos específicos donde se demuestra el amor y la
fidelidad directamente a Dios, sin tener que hacerlo a través del prójimo.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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