Cómo escapar de la ruina material y espiritual.
Hay ruina material, pero también la hay espiritual. En la ruina material el hombre no consigue lo suficiente aún para suplir sus necesidades básicas y la mayor parte de sus ingresos se esfuman de sus manos como por arte de magia. En cuanto a la ruina espiritual, el hombre es esclavo de los vicios, de la religiosidad y del pecado, y toda su vida gira en torno a estos, de tal manera que cuando mueren, sus almas no tendrán otro sitio a donde ir más que al infierno.
Texto:
Proverbios 28:13.
“El que encubre sus pecados no
prosperará;
Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará
misericordia”.
CONCLUSIONES.
Este texto bíblico nos da una radiografía exacta de lo
que es un estado de ruina espiritual, la que indudablemente se refleja en lo
material; pues si nuestra alma y espíritu andan conforme a la voluntad de Dios,
entonces todas las bendiciones que Dios derrame sobre nosotros se reflejarán también en el ambiente físico; solo que en el texto siguiente sucede todo lo
contrario y es la ausencia de bendición o ruina total: “Sembráis mucho, y
recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os
vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco
roto”. Hageo 1:6.
¿Hay alguna solución para la ruina espiritual?
Lógicamente Dios ha puesto una puerta de salida para todos los problemas del
hombre, siendo el mayor de ellos el pecado, pues este mantiene al hombre
incomunicado con Dios; es decir que rompe la comunión entre Dios y el
hombre. Adán y Eva vivían en plena
comunión con Dios y lo veían todos los días pasearse por el huerto del Edén,
pero el día en que desobedecieron fueron expulsados del huerto y nunca más
pudieron restablecer esa cercanía que tenían con Dios.
Esta puerta de salida es el arrepentimiento verdadero y
consiste en reconocer nuestra culpabilidad delante de Dios, correr arrepentidos
a los pies de Cristo y confesar nuestros pecados, para que la misericordia de
Dios nos alcance: “Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará
misericordia”. Pero más que confesar nuestros pecados, es necesario
apartarnos de ellos; de lo contrario ocurrirá algo parecido como cuando se baña
a un cerdo y luego de estar limpio, este vuelve a meterse en el lodo; así mismo
de nada servirá arrepentirnos todos los días de las mismas cosas, mostrando con
esto la falta de voluntad para apartarnos de ellos.
Partimos del hecho de que todos somos pecadores, pues
como mínimo heredamos la naturaleza pecaminosa de Adán, por lo cual nadie puede
decir que está libre de pecado porque estaría tratando a Dios de mentiroso: “Si
decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros”. 1 Juan 1:10.
¿Y qué tan peligroso es esto de estar apartados de Dios y
viviendo en pecado? Es demasiado peligroso, pues a la muerte física sin
arrepentimiento le sigue el juicio y luego la muerte espiritual, donde el alma y
el espíritu irán al lago de fuego y azufre por una eternidad, y esta es la
consecuencia de no estar en una verdadera comunión con Dios: “Por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Romanos 3:23.
Mientras andemos en pecado, estamos destituidos del reino de los cielos y solo
hay un sitio a donde podemos ir: Al infierno.
¿Y por qué este estado se llama ruina espiritual? Es
simple, pues al estar apartados de Dios, su bendición no fluye sobre nosotros y
entonces no hay prosperidad ni material ni espiritual: “El que encubre sus
pecados no prosperará”. Y el hombre por sí mismo no puede alcanzar
prosperidad, porque es una creatura y depende totalmente de su creador; sin
embargo, si hace alianzas con el diablo, como sucede en la mayoría de la
humanidad, tendrá una prosperidad aparente y temporal, pero perderá su alma en
el infierno, pues finalmente eso es lo que busca el diablo.
El hecho de obedecer al pecado, a los deseos de la carne
y a las pasiones del mundo, nos convierte en siervos de las tinieblas y como
consecuencia, el título de propiedad de nuestras almas pasa a ser del diablo,
lo que se constituye en una alianza; pues él le da al hombre de sus riquezas y a
cambio obtiene la propiedad de sus almas.
Todos los dones perfectos y las riquezas bien habidas
provienen del cielo; pero el diablo también maneja sus propias riquezas, solo
que estas son sucias, mal habidas y también son producto del pecado; es por eso
que el diablo tentó a Jesús en el desierto ofreciéndole sus riquezas y la
gloria del mundo, para que postrado a sus pies le adorara: “Toda buena
dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el
cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Santiago 1:17. El hombre se siente feliz
amasando la gloria del diablo, pero no ha pensado en que tiene un alma que se
va a perder eternamente.
La solución de Dios para la ruina espiritual a causa del
pecado y la iniquidad es la conversión de nuestros corazones: “Por tanto, yo
os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el
Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la
iniquidad causa de ruina”. Ezequiel 18:30. Pero ¿Quién quiere convertirse
realmente? Es un problema bastante difícil, dado que hay demasiada incredulidad
en el hombre y este se siente cómodo y satisfecho revolcándose en el pecado y
aunque se crean limpios, ya de por sí están pecando por indiferencia y rebelión
contra Dios, dado que no le quieren buscar de corazón y más bien le rinden
tributo a una estatua, porque esta no les exige arrepentimiento.
Seguramente el hombre vive contento con su estilo de vida
y por ende vive complacido con el pecado, por tanto hacerle desistir de sus
propósitos es algo muy duro, dado que en ellos ya está operando un espíritu de
mentira que les hace creer que lo que están haciendo es bueno; por ejemplo, en
esta semana santa la iglesia popular saca a caminar a sus ídolos y todo el
mundo anda feliz detrás de ellos, como si ellos fueran dioses reales que
bajaron del cielo y que se hacen visibles en las calles para deleitar a los
hombres. Un Dios real no necesita que lo carguen, ni mucho menos que lo saquen
a pasear por las calles para que le hagan corrillo, y lo que Él desea del
hombre es un arrepentimiento verdadero.
Pero tras de estas fiestas, en vez de agradar a Dios,
estamos agradando al diablo, pues Dios aborrece la idolatría; en cambio el
diablo está feliz, porque sabe que por estas cosas la ira de Dios se desatará
sobre el hombre y por eso la Palabra dice que ningún idólatra entrará al reino
de los cielos: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?
No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los
afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni
los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de
Dios”.
El problema no se queda ahí, pues los que son religiosos
andan en la idolatría, pero la mayoría de personas que salen en esta semana
santa, ni siquiera son creyentes devotos, sino que usan este tiempo en el mal
llamado “turismo religioso”, donde van a determinada ciudad o pueblo para
visitar a sus ídolos famosos, aquellos a quienes han imputado milagros;
entonces las personas van por allá, se asoman por un rato, le prenden un cirio,
se santiguan y el resto del tiempo se van a deleitar su carne en otras cosas
como la gastronomía, la diversión, las reuniones sociales, las playas, los tours,
las visitas, las películas religiosas y los programas de televisión; y aunque
hayan ido a un templo, no significa que estaban buscando de Dios, pues Él no
hace presencia donde hay idolatría.
¿Y en dónde está la búsqueda de Dios entre todas estas
actividades del hombre? En síntesis, estos últimos andan en indiferencia y
rebelión contra Dios, mientras los primeros andan en idolatría, pero ninguno de
ellos está agradando a Dios, ninguno de ellos quiere saber nada del verdadero
arrepentimiento, ni de la búsqueda del verdadero Dios, están felices
suplantando a Dios con un pedazo de yeso o de madera y creen que tienen a Dios
de su lado porque en el calendario se apartaron dos días para unas fiestas
religiosas.
Y todo esto tiene como consecuencia la ruina espiritual y
material que se está viviendo hoy en el mundo entero; máxime cuando en muchos
países siguen a dioses muertos, aquellos cuya tumba contiene los huesos de sus
líderes, porque nunca bajaron del cielo, nunca fueron crucificados, y nunca
resucitaron; porque esto solo lo pudo hacer Jesucristo el hijo del Dios
verdadero.
Si el mundo anduviera en armonía con Dios, seguramente
también detestaría la idolatría, pues esta práctica hace que las personas
caminen como zombis detrás de una estatua que llevan cargada en hombros; cuando
el deseo de Dios es que llevemos al Espíritu Santo en nuestros corazones y que
dejemos que Él gobierne nuestras vidas y que lo mantengamos allí firme mediante
la obediencia a su Palabra y la santidad a Dios.
Estimado hermano y amigo, sino quieres más ruina
espiritual ni material, corre arrepentido hoy mismo a los pies de Jesucristo y
recíbele como señor y salvador de su vida, que de seguro alcanzarás
misericordia y te deleitarás abundantemente con las bendiciones del Dios todo
poderoso.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
Es cierto
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