Nada hay eterno en el mundo.
Hay una canción popular que contiene esta frase: “Nada hay eterno en el mundo”; y por si fuera poco también están muriendo miles de personas al día (solo en nuestra nación), y aun así, las personas creen que vivirán muchos años y que no necesitan prepararse para la vida futura más allá de la muerte.
Texto:
Isaías 51:6.
“Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la
tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se
envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación
será para siempre, mi justicia no perecerá”.
CONCLUSIONES.
La vida del hombre es pasajera, dado que su cuerpo está
hecho de materiales perecederos que provienen de la tierra y aun la tierra
también es temporal, pues un día será consumida con fuego: “Pero el día del
Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande
estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras
que en ella hay serán quemadas”. 2 Pedro 3:10.
A pesar de que todo aquí es temporal y un día ya no
existirá más, el hombre no se ha interesado por escudriñar esa vida eterna que
Dios nos ofrece a través de su hijo Jesucristo. Es muy claro este texto al
afirmar que hay cosas eternas como la salvación y la justicia de Dios, las
cuales ha dispuesto Él para todo hombre que desee vivir perpetuamente en el
reino de los cielos, donde solo habrá amor, justicia, gozo y paz.
Pero ¿por qué el hombre no se ha interesado por las cosas
eternas, sino que más bien está deseando disfrutar de los bienes de este mundo
antes que muera? En primer lugar, está mal informado, pues las tinieblas que
actúan a través de las ciencias y la filosofía le hacen creer al hombre que lo
que vemos es lo real y que no hay otra vida fuera de esta; sin embargo, Dios
dice que lo eterno es lo que no vemos, más lo que ven nuestros ojos es temporal:
“No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las
cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. 2
Corintios 4:18.
Aquí a usted como persona le toca tomar una decisión, de
si creerle a la Palabra de Dios o creerle a la palabra de los hombres y para su
información el hombre ha sido contaminado con el pecado desde Adán, por tanto,
su imaginación está corrompida; en cambio Dios es verdad en sí mismo y en toda
su Palabra: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:6.
En segundo lugar, para dedicar su atención a lo eterno, el
hombre tiene que quitar su mirada de las cosas pasajeras del mundo y por ende
se ve obligado a cambiar de rumbo su vida, pues no deberá seguir deleitándose
en los placeres del mundo, sino más bien en buscar la vida del Espíritu y esto
por supuesto lo apartará del mundo, de sus amistades y hasta de su familia quienes
lo podrían tildar de loco por dejar las cosas visibles para ser guiado por un
Espíritu al cual no puede ver: ”Poned la mira en las cosas de arriba, no en
las de la tierra”. Colosenses 3:2.
Lo cierto de todo es que así el hombre no quiera creer,
un día estos cielos que vemos arriba ya no existirán más, ni muchos menos esta
tierra con todo lo que existe sobre ella incluyendo al hombre: “Alzad a los
cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán
deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la
misma manera perecerán sus moradores”. Una vez esté sucediendo esto, cesará
toda ciencia, todo avance científico, toda tecnología y aún la inteligencia artificial
ya no existirá, porque tampoco habrá energía ni computadoras para soportarla;
allí cesará también el orgullo, la soberbia y la vanidad del hombre, allí se
dará cuenta que no es nada sin Dios.
Los cielos y la tierra no existirán más y tampoco el sistema que gobierna a sus criaturas llamado "mundo", pero habrá un cielo
y una tierra nuevos, preparados para aquellos que confiaron en Dios y caminaron
según los designios del Espíritu y no según los designios de su carne: “Vi
un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra
pasaron, y el mar ya no existía más”. Apocalipsis 21:1.
El hombre con su cuerpo físico tampoco existirá más, pero
dado que el hombre es trinitario en su composición, su alma y su espíritu serán
revestidos de un cuerpo inmortal, con el cual morarán en la Nueva Jerusalén o
en el lago de fuego y azufre, dependiendo de si durante su vida aquí en la
tierra anduvieron con Jesucristo, viviendo en obediencia y santidad a su
Palabra; o si anduvieron conforme a la carne, obedeciendo a los
designios de las tinieblas: “El cual transformará el cuerpo de la humillación
nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con
el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”. Filipenses 3:1.
Y la Palabra continúa hablando sobre ese nuevo cuerpo
incorruptible e inmortal: “Y cuando esto corruptible se haya vestido de
incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”. 1
Corintios 5:54.
Estimado hermano y amigo, nada hay eterno en el mundo,
cuya procedencia es de esta misma tierra; pero Dios que vive más allá de lo
terrenal sí nos ofrece cosas eternas e invaluables como la salvación y la
justicia, las cuales prevalecerán por una eternidad; pues la vida en el reino
de los cielos que es producto de la salvación dispuesta por Dios, estará llena
de justicia, de amor, de gozo y de paz para siempre; así mismo a los que
vivieron para el mundo con sus pasiones y deseos, lejos de la presencia de Dios,
tendrán un sufrimiento eterno en el lago de fuego y azufre.
Y si lo que vemos hoy va a ser destruido en su totalidad,
entonces ya es tarde para iniciar nuestra preparación para poder entrar en el
reino de los cielos y vivir allí por una eternidad.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas
hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor
Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me
perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo
te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi
corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el
templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar
más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla,
para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”.
Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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