¿Por qué nuestra vida es fugaz?
Hay cosas en nuestra vida que son temporales, otras que son eternas; solo que el hombre le pone más esmero a aquellas cosas perecederas como es el cuerpo físico, porque es algo que está viendo permanentemente; en cambio no puede ver el alma y el espíritu, aunque si puede sentir sus manifestaciones.
Texto:
Isaías 40:6-8.
“Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que
decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su
gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el
viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo. Sécase la
hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para
siempre”.
CONCLUSIONES.
El hombre en su parte física es temporal, pues un día no
muy lejano llegará su muerte y aquello en lo cual invirtió gran parte de su
vida, sencillamente se descompone y de allí solo quedan los huesos por algunos
años más.
El cuerpo es el templo del Espíritu Santo de Dios, para
aquellos que hemos nacido de nuevo, porque para los que siguen muertos en el
pecado, para ellos ese cuerpo es morada de espíritus inmundos y demonios, que
son los encargados de guiar sus vidas mientras se encuentren aquí en la tierra.
Como cristianos tenemos un mandato de cuidar este cuerpo
con buena alimentación, ejercicio y un descanso apropiado; eso sí, sin incurrir
en excesos. En cambio, la gente del común, los que se encuentran muertos
espiritualmente, para ellos el cuerpo es solo un instrumento con el cual pueden
gozar de los placeres de la carne y de los placeres del mundo; y en su carrera
por deleitarse antes que mueran (porque dicen que es lo único que les queda),
entonces llegan hasta el límite del maltrato con su cuerpo, mediante excesos de
alimentos, de bebidas embriagantes, de trasnocho, de trabajo y de prácticas pecaminosas.
La verdad es que, si este cuerpo es como la hierba del
campo, que hoy está reverdecida y mañana ya podría estar seca, entonces nuestra
responsabilidad consiste en mantenerlo en buen estado mientras transitamos por esta
tierra, mientras nos ayude a cumplir los propósitos divinos y para que en este pueda
habitar el Espíritu Santo de Dios, si en realidad somos cristianos nacidos de
nuevo.
Dios fue el que dio un término corto a nuestra vida,
porque su interés es que mientras estemos aquí podamos nacer de nuevo y
hacernos partícipes de la vida eterna (y no para gozar como dicen muchos); pues
no hay otro estado en nuestra vida en el cual podamos arrepentirnos, recibir a
Jesucristo como Señor y Salvador y morir al viejo hombre de pecado; pues más
allá de nuestra muerte no hay cuerpo que pueda pecar o dejar de pecar y aunque
pudiéramos arrepentirnos de corazón, ya no tenemos el cuerpo para demostrar que
de verdad queremos apartamos del pecado (hablo de pecados que se manifiestan a
través del cuerpo).
Otra cosa es que más allá de la muerte física no podemos
amar a nuestro prójimo, primero porque no está haciendo presencia física en
nuestro alrededor y segundo porque donde esté, sea el cielo o el infierno, allá
no tendrá necesidades que nosotros le podamos suplir.
Tampoco debemos convertir el cuerpo en un instrumento de
orgullo, vanagloria y vanidad, pues todos estos esfuerzos se perderán una vez
llegue la muerte, además de que se constituyen en pecado delante de Dios: “Que
toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca,
y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella”. Y si el
cuerpo es tan frágil como la hierba, entonces la gloria del hombre es aún más
perecedera, al igual que las flores de la hierba que aparecen y desaparecen con
una mayor rapidez que la hierba.
Dice Dios, que el género humano es como la hierba y que
esta vida no puede ser alargada por lo que haga o deje de hacer el hombre, sino
que Dios tiene unos planes perfectos y por eso dice que Él seca esta hierba con
sus vientos. En contraposición al cuerpo
humano, también dice Dios que hay cosas eternas como su Palabra: “ciertamente
como hierba es el pueblo. Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra
del Dios nuestro permanece para siempre”.
Pero esto no significa que nuestra vida entera sea
totalmente perecedera y por eso hay que entender que nuestro ser está compuesto
de cuerpo, alma y espíritu, y que el cuerpo es el perecedero; pero que los
otros dos componentes son eternos y deberán vivir en uno de los dos lugares
dispuestos por Dios: Cielo o infierno; y que esto depende de si el hombre
estando en vida física nació de nuevo mediante el agua que es la Palabra de
Dios y mediante el Espíritu que es cuando es Espíritu Santo de Dios entra a
morar en nuestros corazones.
Esos dos componentes son eternos y así mismo la Palabra
de Dios, la que nos guiará durante el nuevo nacimiento, durante la transición
entre la vida y la muerte física y que será nuestro soporte en la vida eterna,
tanto que durante el juicio este será el libro base para dar los veredictos al
hombre; pues si alguien debe ir al infierno por mentiroso, eso se debe
corroborar en las sagradas escrituras, como prueba de que el hombre sí estaba
advertido: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el
tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras
estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”. 2 Corintios 5:10. Allí se va a juzgar todo lo que hagamos durante nuestra vida física y por eso es tan importante el cuerpo, aunque
tenga un carácter temporal.
Y si la vida del hombre es fugaz sobre la tierra,
entonces nuestros esfuerzos no deben centrarse en las cosas físicas, ni en
nuestro cuerpo; sino más bien en lo espiritual, aquello que es eterno. Nuestro
cuerpo es como un vehículo a través del cual nuestra alma y espíritu pueden
moverse aquí en la tierra y a través del cual pueden manifestarse, ya que su
esencia es espiritual y no podrían hacerlo en forma directa sin un cuerpo a
través del cual pudiesen actuar.
Esto es similar al manejo de un títere, el cual de por
sí está muerto y que solo tendrá vida mientras el titiritero o persona que hace
la presentación (que para nuestro caso es el alma y el espíritu), tome el
control de los movimientos del muñeco a través de sus manos.
Por eso nuestros esfuerzos deben estar dirigidos hacia la
vida eterna en el reino de los cielos, donde vivirán eternamente nuestra alma y
espíritu a través de un cuerpo glorioso y eterno dado por Dios a cada alma
antes de la resurrección. Definitivamente el dedicarse a la carne (es decir a
lo material), hace que perdamos la salvación y que estemos destituidos del
reino de los cielos por una eternidad: “Porque el ocuparse de la carne es
muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Romanos 8:6.
Estimado hermano y amigo, nuestro cuerpo es fugaz, pero nuestra alma y espíritu son eternos y lo que hagamos en el cuerpo hoy, define a dónde irán el alma y el espíritu luego de la muerte física; así que no despilfarre el poco tiempo que tiene disfrutando de los placeres del mundo y más bien use ese tiempo para arrepentirse y buscar de Jesucristo que es el único que puede salvarnos, para que de esta forma su alma vaya al cielo y no al infierno.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas
hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor
Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me
perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo
te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi
corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el
templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar
más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla,
para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”.
Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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