¿De qué se siente usted orgulloso?
¿Será que Dios se siente agradado cuando nosotros alabamos las cosas del mundo y no las de su reino? Dios nos creó para su honra, gloria y alabanza, y no para que le diéramos alabanza a los demás hombres o a nosotros mismos.
Texto:
Jeremías 9:23-24.
“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni
en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y
conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra;
porque estas cosas quiero, dice Jehová”.
CONCLUSIONES.
Veamos primero lo que significa el vocablo “alabar” que según
la Real Academia Española consiste en “Manifestar el aprecio o la admiración
por algo o por alguien, poniendo de relieve sus cualidades o méritos”. Y si
esta alabanza recae sobre el mismo hombre que la manifiesta, entonces ya son
síntomas de orgullo y de vanidad.
Seguramente hay muchas cosas en esta vida mediante las
cuales el hombre se siente orgulloso y es porque el hombre tiene una necesidad
interior de sentirse alabado y agradado, la cual busca llenar mediante las
cosas pasajeras de este mundo. El hombre necesita gozo, también el sentirse
halagado y auto realizado y trata de llenar este vacío mediante cosas
terrenales como fiestas, celebraciones, competencias, campeonatos, festivales,
viajes a otra latitudes, integraciones, turismo, etc. Las personas hablan con orgullo y
satisfacción, cuando participaron en alguno de estos eventos, más aún cuando
son de carácter internacional y mayormente cuando tuvieron una participación
muy activa en ellos.
Todo lo terrenal es pasajero y por eso Dios nos dice que
no nos alabemos en nuestra sabiduría, ni en nuestras fuerzas y tampoco en
nuestras posesiones o riquezas, como algunas de las cosas más sobresalientes;
pero que, si sumamos lo de toda la humanidad, serían cosas interminables: “Así
dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe
el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas”. También muchos se alaban
en sus negocios, en sus familias, en el dinero conseguido de fuentes
fraudulentas, en sus vehículos, en sus fincas, en sus oficinas, en sus
profesiones, en sus gastos desmedidos, en sus viajes, en los lujos de su casa,
etc.; y la lista de cosas se vuelve interminable, por las cuales el hombre se
alaba así mismo y por las cuales su nivel de orgullo crece en forma desmedida.
Muchos se glorían en la religión tradicional, porque fue
la que practicaron sus padres y la que transmitieron a sus hijos; también
porque es la religión de gobernadores y de reyes; ¿pero de qué le sirve
alegrarse y gozarse en una religión que lo va a llevar al infierno? Digo esto
porque ningún idólatra entrará al reino de los cielos y ese es uno de los
falsos fundamentos de la iglesia popular: “Pero los cobardes e incrédulos,
los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte
en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.
Apocalipsis 21:8.
Millones de personas se sienten orgullosas cuando nuestra
selección va a disputar semifinales por alguna copa de futbol y hasta lloran,
ríen, aplauden, se les sube la presión, gritan, se les olvida que deben comer,
suspenden sus trabajos, etc. ¿Y por qué sucede esto? Porque han puesto su
corazón en estos eventos, más que en Dios; el problema es que están poniendo su
alabanza en cosas que desagradan a Dios, porque le están robando la gloria a
Dios para dársela a cosas terrenales; por ejemplo, los aplausos deben ser para
Dios y no para los hombres (en este caso jugadores específicos); y hay tanta
pasión, orgullo e intolerancia en estos eventos, que es donde muchos hinchas
resultan muertos por seguidores de los equipos rivales.
También algunos que se llaman a sí mismo cristianos
claman a Dios para que uno de sus equipos predilectos obtenga la victoria, pero
no se han dado cuenta por su falta de espiritualidad, de que Dios no hace
acepción de personas y que no va a ayudar a unos a que ganen para obligar a
otros a que pierdan; pues esto es injusticia y Dios no puede ser injusto. Y si
realmente eres una persona espiritual, de seguro que en esos días escucharías
gemir al Espíritu Santo, por tanta idolatría en el hombre hacia un equipo de
futbol y por una total frialdad del hombre hacia Dios.
Y si hablamos de los conciertos de cantantes famosos, donde
las personas son capaces de pagar varios millones de pesos por una sola entrada
a un estadio, el desagrado para Dios es mayor, porque están dispuestos a gastar
todo lo que tengan por estar cerca, escuchar, aplaudir y alabar a alguien de
carne y hueso que entre otras cosas tampoco alaba a Dios, sino que le canta al mundo.
Este mundo de los fans es la mayor manifestación de alabanza y orgullo por
seres que son humanos como nosotros, cuyos cantos son melodiosos a los oídos de
los hombres comunes; más no para los seguidores de Dios, quienes solo nos
deleitamos en alabar a Dios con su sabiduría y su conocimiento.
Ahora, ¿Qué es lo que realmente debemos alabar? Dios nos
muestra lo fundamental que es entenderlo y conocerlo, por encima de todo lo
material: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y
conocerme, que yo soy Jehová”. El conocimiento de Dios es un océano
insondable, lleno de tesoros y maravillas, muchas de ellas que no las puede
entender el hombre mientras esté caminando sobre la tierra; pero cuando logra
entenderlas su felicidad es insuperable y ahí si tiene motivos de alabarse, ahí
si tiene autorización para sentirse orgulloso delante de Dios; pero orgulloso
de tener las revelaciones y el conocimiento de Dios, más no orgulloso por la
capacidad mental y por la sabiduría que de antemano le fue dada para entender
los misterios de Dios.
En ese conocimiento hay plenitud de gozo y delicias, lo
cual no puede dar una fiesta de esas que celebra el mundo donde está presente
el pecado, el licor y los vicios: “Me mostrarás la senda de la vida;
En tu presencia hay plenitud de
gozo; Delicias a tu diestra para siempre”. Salmos
16:11. El enguayabado se gloría porque llegó en la madrugada a su casa, por la
cantidad de licor que logró ingerir y porque sus amigos pagaron sus bebidas;
¿pero qué méritos tiene ese doble pecado delante de Dios?
Y por tal razón uno de los salmistas apreciaba más estar un día en la casa de Dios que mil días por fuera de ella: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, Que habitar en las moradas de maldad”. Salmos 84:10. Esto lo que significa es que estar un día en un templo alabando a Dios produce mayor gozo que tener mil fiestas en el mundo; así de real y de potente es el gozo que podemos recibir buscando la presencia de Dios y alabando su santo nombre.
También el apóstol Pablo catalogó todo su conocimiento,
sus posesiones, sus estudios y sus logros como basura, anteponiendo primero el
conocimiento de Cristo: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como
pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor
del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.
Filipenses 3:8. Si una persona habla varios idiomas y tiene varias maestrías,
pero no conoce a Dios, en síntesis, está muerto. Y para entrar al infierno no
exigen experiencia ni estudios y solo se necesita estar alejado de Dios; y si usted
estuviera en comunión con Dios y por equivocación fuera al infierno, entonces sería
un estorbo para el diablo, sería vomitado del infierno y por eso los verdaderos
cristianos están imposibilitados para ir a ese lugar de castigo.
Hay que entender también que Jehová como único y
verdadero Dios tiene potestad en la tierra para hacer misericordia y justicia a
los que se acercan arrepentidos de corazón y que tiene la soberanía suficiente
para decretar juicio sobre los hombres: “que hago misericordia, juicio y justicia
en la tierra”. Y entender esto, produce alabanza en nuestro corazón a favor
de Dios y un motivo de los buenos para sentirnos orgullosos por nuestro Dios.
Y este es el deseo de Dios para toda la humanidad, que el
hombre busque saciarse de su sabiduría y de su conocimiento y no de los
placeres del mundo: “porque estas cosas quiero, dice Jehová”.
Estimado hermano y amigo, no alabes al mundo con sus
pasiones y deseos, y no te sientas orgulloso de estas cosas, ni mucho menos
de tus habilidades, conocimientos y posesiones; tampoco de tus fiestas y tus fuentes de diversión y de distracción, porque son de poco valor
delante de Dios y lo que realmente desea Dios de nosotros es que le conozcamos
y que lo entendamos y esto se logra mediante la lectura de su Palabra, la oración y mucho más mediante la obediencia a sus preceptos.
En síntesis, siéntase orgulloso de conocer a Dios y alabe su presencia, para que seas lavado de todo pecado y seas justificado delante del Padre, y así tengas vida eterna en el reino de los cielos.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
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