Sabios para el mal, pero ignorantes para el bien.
Hay mucha sabiduría y conocimiento en el mundo, pero ¿de qué forma se está usando? La mayoría se usa para hacer negocios, para acaparar riquezas, para facilitar el transporte y las comunicaciones, para hacer la guerra y para mantener el dominio sobre pueblos y naciones; pero muy poca sabiduría se usa para hacer el bien.
Texto:
Jeremías 4:20-22.
“Quebrantamiento sobre quebrantamiento es anunciado; porque
toda la tierra es destruida; de repente son destruidas mis tiendas, en un
momento mis cortinas. ¿Hasta cuándo he de ver bandera, he de oír sonido de
trompeta? Porque mi pueblo es necio, no me conocieron; son hijos ignorantes y no son entendidos; sabios para
hacer el mal, pero hacer el bien no supieron”.
CONCLUSIONES.
Para comenzar esta reflexión debemos aclarar que sobre la
tierra hay dos fuerzas opuestas: El bien y el mal; y que cada una de ellas
tiene un gran cuerpo de combatientes o un ejército que dependen uno de Jehová
de los Ejércitos y el otro de satanás, quien miles de años atrás era un
querubín protector en el reino de los cielos, pero que fue expulsado a causa de
su soberbia y altivez, pues buscaba el ser igual a Dios. Satanás fue echado sobre la tierra, pero no
vino solo, porque ya había logrado sobornar la tercera parte de los ángeles,
por lo cual tiene un ejército no poco envidiable de ángeles caídos, catalogados
como espíritus inmundos, demonios, huestes de maldad y gobernadores de las
tinieblas, que día tras día, tienen la tarea de pervertir al hombre y de
inclinar su corazón hacia el mal.
¿Pero a dónde vamos con todo esto? El corazón de todas
las generaciones venideras fue contaminado a causa del pecado de Adán y Eva;
por tanto, su naturaleza humana está más inclinada hacia el mal que hacia el
bien y por eso al hombre le queda más fácil y le divierte más el hacer lo malo
que lo bueno. Parece ser que el bien resulta poco divertido para el hombre cuyo
corazón está contaminado con el pecado y más bien haya placer en violar y
contradecir los mandamientos de Dios y aún haya gozo ignorando a Dios y
sustituyéndolo por demonios y por ídolos hechos de metal, de madera o de yeso.
El antiguo pueblo de Israel, aunque fue un pueblo
escogido y privilegiado porque podían disfrutar de la presencia de Dios y
también podían ver sus señales, maravillas y prodigios, y que tomaron agua
sacada de las peñas y pan que llovía del cielo; aun así se gozaban rindiendo
culto y sacrificios a los ídolos como Baal y Astarot y al Dios verdadero solo
llevaban sus sacrificios, pero su corazón estaba con los demonios y con los
ídolos, los cuales aprendió a honrar siguiendo las abominaciones de los pueblos
vecinos, con los cuales hicieron alianzas, aun cuando Dios se los había
prohibido.
¿Se fijan el problema tan grande que tenía este pueblo,
quien se gozaba adorando ídolos aun cuando tenían un Dios grande y poderoso que
se manifestaba entre ellos con grandes señales y prodigios? Pues así suele
suceder hoy en día, porque tenemos un Dios que se revela a través de la Biblia
y a través de las maravillas de la creación, pero el corazón del hombre que en
su mayoría está inclinado hacia el mal, solo le interesa ir tras las religiones,
tras sus ídolos y tras sus costumbres paganas.
¿Y de quienes aprendieron todo esto? Pues los primeros
hombres le dieron oído a las palabras del diablo y a su maldad y como ejemplo
podemos recordar la desobediencia de Eva al mandato de Dios de no comer del
fruto prohibido; pero ella cedió a la tentación del diablo, luego contaminó a
su marido y peor aún contaminó todas las generaciones venideras; y en nuestros
días, la sociedad llena de maldad, quien trabaja para las tinieblas, se encarga
de corromper a los jóvenes como reza el dicho popular: “El hombre nace bueno
pero la sociedad lo corrompe”. Es cierto que en la simiente del hombre
viene la naturaleza pecaminosa, pero si cuando una persona tiene uso de razón y
decide seguir el bien y la justicia, y recibe a Jesucristo como su señor y
salvador, entonces será limpiado de esta naturaleza perversa y será hecho una
nueva criatura, apta para entrar al reino de los cielos.
Dios asegura que su pueblo es necio y que nunca le
conocieron: “Porque mi pueblo es necio, no me conocieron”. No le
conocieron, no porque no hubiera la oportunidad, sino porque el hombre le ha
dicho a Dios, que no quiere escucharlo, que no quiere obedecerle: “La
palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti”.
Jeremías 44:16. Y esta situación tiene mayor auge hoy en día, pues la gente no
quiere escuchar la Palabra de Dios, aunque esta se predique por cadenas de
radio y televisión, en los templos y casa por casa; y aunque haya miles de
iglesias de sana doctrina en todo el mundo, la gente prefiere mejor seguir
pensando que su religión lo va a salvar y evitan a toda costa leer la Biblia
porque eso conlleva a que tengan que obedecerla y es lo que menos quieren
hacer.
Al mundo se le ha advertido sobre el castigo que vendrá
sobre los idólatras y sobre todos aquellos que ignoran los llamados de Dios,
pero el hombre solo desea seguir haciendo el mal, pues son entendidos para pecar
y con hipocresía tratan de esconder su pecado delante de Dios; pero no son
inteligentes para apartarse del mal y para seguir al Dios vivo: “Y dijeron:
Es en vano; porque en pos de nuestros ídolos iremos, y haremos cada uno el
pensamiento de nuestro malvado corazón”. Jeremías 18:12.
El hombre reconoce que es malvado y hasta se ríe de ello,
pero le atribuye esto a su estilo de vida, a las costumbres y modas de los
pueblos y más aun a los ritos de sus religiones; pero no quiere entender que
necesita cambiar, que necesita ser una nueva criatura para poder heredar la
vida eterna en el reino de los cielos: “Respondió Jesús y le dijo: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios”. Juan 3:3.
También asegura Dios que los hombres son ignorantes y
desentendidos: “Son hijos ignorantes y no son entendidos”. Realmente el
hombre sí es entendido, pero para hacer lo malo, porque le agrada y porque con
ello está agradando también a su padre, el diablo: “Y alabó el amo al
mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son
más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz”. Lucas
16:8. Hay un dicho popular que reza: “De tal palo, tal astilla” y por eso los
hijos del mundo o del diablo son tan sagaces como lo es su padre.
Muchos dirán que esto se trata de extremismo, pero es
mejor que nos digan la verdad ahora y no que el sufrimiento del infierno nos
haga despertar a una realidad lamentable para la cual ya no habrá ningún
remedio. Algo tan sencillo como practicar la mentira, que lo hace casi todo el
mundo, es una prueba sencilla de que tales personas son del diablo y no de Dios;
pues el padre de la mentira es el diablo: “Vosotros sois de vuestro padre el
diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde
el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.
Juan 8:44.
Y si vamos al plano material, de seguro muchos hombres se
creen buenos; pero solo es justo aquel quien ha sido lavado por la sangre de
Jesucristo y ha recibido a su Espíritu Santo en su corazón; de resto será un
hombre común al servicio del diablo y de las tinieblas: “Engañoso es el
corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”. Jeremías
17:9.
Y finalmente Dios asegura que el ser humano es sabio para
hacer el mal, pero que no sabe hacer el bien: “Sabios para hacer el mal,
pero hacer el bien no supieron”. Esto denota claramente que la sabiduría
humana solo está enfocada en satisfacer los intereses del hombre y mayormente
los intereses de las tinieblas; ya que esta sabiduría salió de las mentes
perversas de los hombres, la cual está enfocada en crear nuevas tecnologías que
faciliten el control de la vida del hombre, en la creación de negocios, la
acumulación de riquezas y la guerra con armas de destrucción masiva; y todo esto lo que busca es la pérdida de los valores morales y espirituales del hombre.
Claro está que una parte de esta sabiduría se considera
buena, por cuanto está destinada a mejorar la calidad de vida del ser humano, a
encontrar medicamentos avanzados para la cura de enfermedades, a crear nuevas
vacunas, a mejorar la administración de la justicia, etc.; sin embargo, todo
esto es opacado por el incremento de la maldad que se da al final de cada
generación y esta no es una excepción.
A causa de que el hombre le encanta hacer el mal, es que
viene sobre la humanidad quebrantamiento, hasta llegar al punto donde esta
tierra debe ser destruida, pues la maldad ha llegado a tal punto que ha llenado
la copa de la ira de Dios: “Quebrantamiento sobre quebrantamiento es
anunciado; porque toda la tierra es destruida”.
Y en las guerras, Dios también permite tribulación para
sus verdaderos hijos y destrucción para los templos donde se busca de verdad a
Dios, para que ellos sean probados en su fe: “De repente son destruidas mis
tiendas, en un momento mis cortinas. ¿Hasta cuándo he de ver bandera, he de oír
sonido de trompeta?”. Todo esto se da, porque el juicio primero debe empezar
por los hijos de Dios y luego por los rebeldes y desobedientes: “Porque es
tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por
nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?”.
1 Pedro 4:17.
Estimado hermano y amigo, desecha la sabiduría humana que
está enfocada en hacer el mal y pervertir la justicia, y entrega tu vida a Jesucristo, para que Él te dé sabiduría de lo alto, la cual te permitirá vivir en
comunión con tu Creador y heredar la vida eterna que Él tiene preparada para
sus verdaderos hijos.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.
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