¿Qué tipo de frutos está dando su vida?
Generalmente las empresas remuneran as sus empleados proporcionalmente a los frutos de su trabajo y no a los compromisos hechos ante sus jefes; tanto así, que, si un empleado no rinde frutos, este es despedido estando aun durante el periodo de pruebas. Así mismo sucede en el reino de Dios, donde somos comparados con un árbol y donde tenemos que dar buenos frutos para poder participar de su mayor remuneración que es la vida eterna.
Texto:
Jeremías 17:9-10.
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso;
¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”.
CONCLUSIONES.
Para comenzar debemos hacernos la siguiente pregunta:
¿Sabemos qué tipo de frutos estamos dando en nuestra vida espiritual? Muchos de
seguro ignoran de qué se tratan estos frutos y por esa causa hay que aclarar
que hay dos tipos de frutos: Los de la carne y los del Espíritu.
Los frutos de la carne conforman toda una amplitud de
pecados y de vicios que finalmente llevarán al hombre a la perdición, sino se
arrepiente y acude a Jesucristo antes que muera físicamente: “Y manifiestas
son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia,
lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y
cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he
dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.
Gálatas 5:19-21.
En cambio, los frutos de una persona que vive para Dios
se resumen en este texto bíblico: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales
cosas no hay ley”. Gálatas 5:22-23. El texto habla de un fruto, cuando a la
verdad son varias virtudes que se manifiestan de manera diferente; sin embargo,
una posible explicación, es que cuando la presencia del Espíritu Santo está en
el corazón, el hombre tiene que dar todos estos frutos de una vez y no en forma
parcial (unos sí y otros no), también por tratarse de un solo Espíritu; es
decir, un solo árbol, entonces de forma natural solo podría dar una especie de
fruto.
Otros aducen que hay un solo fruto que es la personalidad
de Cristo en nosotros, la cual se refleja en estas diferentes virtudes; solo
que para la presente reflexión hablaremos como si se tratase de frutos
diferentes.
En cambio, los frutos de la carne se dan
proporcionalmente en la medida que el nivel de la maldad del hombre se
incrementa y en la cantidad de demonios que gobiernen su vida, entendiendo que
cada entidad de las tinieblas se especializa en un fruto de la carne, como es
el caso de los espíritus de adulterio o los de mentira.
La mayoría de las personas (exceptuando el pueblo cristiano) tienen un velo de ceguera
espiritual que ha colocado el diablo sobre sus ojos y no se dan cuenta ni
siquiera qué tipo de frutos están dando y para esto es necesario un despertar
que se produce cuando una persona se concientiza que está bajo pecado y que
necesita del perdón y la salvación que solo le puede conceder Jesucristo el
hijo de Dios: “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de
los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria
de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. 2 Corintios 4:4.
Es de anotar que cada acción del hombre produce unos
frutos (o unos efectos), dependiendo del tipo de acción y un ejemplo sencillo
de esto lo podemos ver en alguien que toma alcohol (la acción u obra que
realiza), lo cual resulta en una borrachera, que es uno de los frutos de la
carne. Por el contrario, veamos un ejemplo de un fruto del Espíritu y lo
podemos observar en una persona que ve a un hermano en la fe con alguna
necesidad y corre a ayudarlo, este está produciendo el fruto del amor, el cual
restituye el corazón del necesitado, al apoyarlo material y psicológicamente.
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y
perverso; ¿quién lo conocerá?”. El corazón humano es engañoso, hasta tal
punto que las personas llaman bueno a lo que es malo y creen también que
haciendo dichas cosas van a alcanzar la misericordia de Dios; por ejemplo, una
persona que se arrodilla ante un ídolo o un santo de turno (aunque este no es Dios), cree
firmemente que el verdadero Dios le responderá y tendrá misericordia de él;
pero realmente quienes están escuchando sus súplicas son los demonios y los
espíritus del mal, porque Dios abomina la idolatría y no estará haciendo
presencia en dicho lugar; tampoco responderá las oraciones de los pecadores: “Y
sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y
hace su voluntad, a ese oye”. Juan 9:31.
“Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el
corazón”. Pero Dios que es
omnisciente, es decir que todo lo conoce, sabe qué es lo que hay en nuestros
corazones; pero como nosotros no tenemos esa virtud, si podemos saber qué hay
en el corazón de una persona viendo sus frutos; por ejemplo, una persona que
miente hasta en los chistes, está reflejando que su corazón es perverso y que
está lleno de mentiras; una persona que por cualquier cosa dice vulgaridades,
está demostrando que su corazón está sucio; es decir, que está dando frutos de
la carne y no frutos del Espíritu.
Y el hecho de dar frutos de la carne nos dice que en el
corazón de una persona habitan espíritus inmundos y demonios, pero alguien que dé
frutos del Espíritu, nos dice que en su corazón habita y gobierna el Espíritu
Santo de Dios. Y esta es la gran diferencia entre un hijo del diablo y un hijo
de Dios, pues el hijo de Dios tiene habitando en su corazón al Espíritu Santo,
mientras que los hijos del diablo tienen reposando en su corazón a entidades de
las tinieblas.
Pero el problema no es tanto el saber qué tipo de frutos
estamos dando, sino que la remuneración o el pago de parte del Señor tiene que
ver específicamente con el tipo de frutos: “para dar a cada uno según su
camino, según el fruto de sus obras”. Mientras estemos en la tierra
recibiremos bendiciones o juicios temporales; pero una vez muertos y estando en
el juicio final ante la presencia de Dios, entonces allí solo podremos recibir
dos tipos de pago o de remuneración: La vida eterna en los cielos o el castigo
eterno en el lago de fuego y azufre. No hay más paga, si la persona se dedicó a
producir frutos de pecado y de perdición, no podrá esperar ninguna misericordia
de parte de Dios; en cambio sí habrá ganado la estadía perpetua en ese lugar de
castigo.
Estimado hermano y amigo, hay que evaluar qué tipo de
frutos estamos dando, si para vida eterna o para perdición; y si son estos
últimos entonces debemos de manera inmediata arrepentirnos de nuestros pecados
y acudir a Jesucristo para que nos perdone, nos lave, nos justifique y nos haga
verdaderos hijos de Dios, ya que estos son los que producen frutos de justicia:
“E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”. Mateo
25:46.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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