¿Cuáles son los requisitos para entrar al cielo?
¿Sabía usted que la tramitología no tocó al reino de los cielos? Así es y por eso les estoy anunciando que para entrar al reino de los cielos solo se exige un único requisito; no es una consignación, no es un certificado judicial, no es un registro notarial, no es un acto protocolario, no es una declaración juramentada y tampoco es una carta de recomendación del sitio donde usted se congrega.
Texto:
Juan 3:3.
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
CONCLUSIONES.
Esta fue la respuesta que obtuvo un fariseo de nombre
Nicodemo, cuando se acercó de noche a hablar con Jesús; seguramente en su
corazón tenía la curiosidad de saber qué requisitos debía cumplir para poder
entrar al reino de los cielos, pero lo cierto es que él en su conversación solo
reconoció a Jesús como maestro: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como
maestro”. Juan 3:2b. Y obtuvo una respuesta que no imaginaba, la del texto
principal: “El que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios”.
Y por tal razón, Nicodemo le pregunta a Jesús: “Nicodemo
le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”. Juan 3:4. Nicodemo que
era un principal de los judíos solo conocía el nacimiento en la carne y
desconocía completamente el nacimiento espiritual, único requisito para entrar
al reino de los cielos.
A lo cual Jesús le responde nuevamente, detallando aún
más la respuesta del punto anterior sobre el nuevo nacimiento y especificando de
qué manera es que se debe nacer de nuevo: “Respondió Jesús: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios”. Juan 3:5. Aquí el agua es la Palabra de Dios que lava
y regenera, y el segundo componente es el Espíritu Santo de Dios, quien debe
gobernar la nueva criatura.
Y para que haya un nuevo nacimiento, algo tiene que morir:
“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra
y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Juan 12:24. Solo
que en este caso se trata de que muera el viejo hombre con sus vicios y pecados
a través del bautismo en Jesús: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a
fin de que no sirvamos más al pecado”. Romanos 6:6.
Y este es uno de los mayores propósitos del bautismo en
Cristo Jesús, que consiste en crucificar a ese viejo hombre, para que el cuerpo
de pecado sea destruido (no se trata del cuerpo físico) y de esta forma pueda
germinar una nueva criatura, nacida de dos fuentes según Juan 3:5: Del agua
viva que es la Palabra de Dios y también del Espíritu Santo que debe estar
morando en el interior de la persona, desde el día en que se
arrepintió y recibió a Jesucristo como su señor y salvador.
Y aquí la Palabra nos revela varios misterios como este: Que,
si morimos al pecado, entonces habrá perdón y justificación: “Porque el que
ha muerto, ha sido justificado del pecado”. Romanos 6:7. Lo otro es que, si
Cristo murió por nuestros pecados y al tercer día fue resucitado por Dios el
Padre, entonces los que morimos al pecado, también tenemos la garantía de una
resurrección en Cristo: “Y si morimos con Cristo, creemos que también
viviremos con él”. Romanos 6:8.
Y esos dos procesos, el de la muerte y la resurrección,
solo pueden ocurrir mediante el bautismo, con la inseparable compañía de
nuestra fe en el poder de Dios y en su hijo Jesucristo: “Sepultados con él
en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe
en el poder de Dios que le levantó de los muertos”. Colosenses 2:12.
Y si realmente morimos al pecado y nacimos de nuevo en
Cristo Jesús, entonces deben existir unos frutos que demuestren que la persona
sí es una nueva criatura: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis
vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a
Dios como instrumentos de justicia”. Romanos 6:12-13. Entonces, como nuevas
creaturas ya no podemos obedecer al pecado, tampoco debemos usar nuestros
miembros como instrumentos de maldad, sino más bien ponerlos al servicio de
Dios como instrumentos de justicia.
Lo bueno de ser una nueva criatura nacida de Dios, es que
ésta ya no practica el pecado (aunque podría caer en pecado involuntariamente),
porque su simiente (o sea la semilla que lo engendró) no es la carne de pecado,
sino el Espíritu de Dios: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el
pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es
nacido de Dios”. 1 Juan 3:9. Unas simples mentiras o vulgaridades, demuestran
que la persona no es una nueva criatura y que su viejo hombre es el que sigue
reinando en su corazón.
Esto significa en términos generales, que los conceptos
del hombre frente a la salvación no sirven de nada si no se ajustan a la
Palabra de Dios; por ejemplo:
1. No es posible
salvarse si usted se cree bueno y no hace más nada; tampoco creyendo que el
inmenso amor de Dios pasará por alto sus pecados y que no dejará que vaya al
infierno.
2. No es posible
salvarse si delega toda la responsabilidad de su salvación a una doctrina, denominación
o secta; o creyendo que como son muchos los que andan perdidos, que a Dios le
dolerá enviarlos al infierno y que más bien los salvará.
3. No es posible
salvarse si solo participa en los ritos y costumbres de su congregación, como
ir todos los domingos al templo, cantar y escuchar la Palabra de Dios. Esto es
parte de la vivencia cristiana, pero no significa que haya un nuevo nacimiento.
4. No es posible
salvarse mediante intercesores, como lo hace la iglesia popular con sus santos
y con sus vírgenes; tampoco mediante largas oraciones repetitivas; pues solo
hay un camino trazado por Dios y es Jesucristo: “Porque hay un solo Dios, y
un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. 1 Timoteo
2:5.
5. No es posible
salvarse haciendo obras de caridad o invirtiendo recursos en la obra de Dios (aunque son buenas obras);
mucho menos haciendo sacrificios o sometiéndose a flagelaciones del cuerpo; la
lógica es que Cristo ya fue sacrificado por nuestros pecados y que solo necesitamos
acudir a Jesús para que nos limpie con su sangre.
6. No es posible
salvarse siguiendo rigurosamente la religión de nuestros padres; pues la verdad
no está en las tradiciones, la verdad está en la Palabra de Dios; además de que
usted no sabe si sus padres ya muertos están o no en la presencia de Dios.
7. No es posible
salvarse solamente creyendo que hay un Dios y un salvador Jesucristo; ¿Pues de
qué le sirve creer en ellos, pero seguir viviendo conforme al mundo lleno de
vicios y de pecados? Pues el viejo hombre que está corrupto no puede heredar el
reino de Dios, a no ser que crucifique el cuerpo de pecado y nazca de nuevo: “Pero
esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de
Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”. 1 Corintios 15:50.
8. Tampoco es
posible la salvación, si usted no la busca a través del cristianismo; pues solo
Cristo el hijo de Dios vino al mundo, tomó cuerpo de hombre, padeció y fue
crucificado, fue muerto y sepultado, y también resucitó al tercer día y hoy
está sentado a la diestra de Dios en el reino de los cielos. Y por muchas
religiones que existan con sus dioses y sus líderes, solo hay un Dios verdadero
y un solo salvador cuyo nombre es Jesucristo.
Los otros dioses y líderes están muertos, mientras Jehová
y su hijo Jesucristo están vivos en el reino de los cielos y esa es la gran
diferencia entre el cristianismo y las demás religiones.
9. Tampoco es posible salvarse siendo ateo; pues esta
condición significa ignorar a Dios y su obra redentora, lo cual de por sí ya tiene
un juicio anticipado: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no
cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo
de Dios”. Juan 3:18.
El único requisito.
En conclusión, solo hay una forma de salvarse: Crucificando
al viejo hombre de pecado y naciendo de nuevo a través de la Palabra de vida y
del Espíritu Santo de Dios (Juan 3:5). Es de aclarar que, si una persona entrega
su vida a Jesucristo, pero se muere antes de concluir los preparativos para su
bautismo, esta persona puede ser salva por misericordia, pues Dios actuará en base
a las intenciones de su corazón.
Estimado hermano y amigo, si deseas ir al cielo tienes
que dejar la pereza, la incredulidad y la religiosidad; pues en este estado es
imposible que nazcas de nuevo y por ende que puedas entrar al reino de los
cielos; y para que exista un nuevo nacimiento, algo tiene que morir y ese es el
pecado; pues al cielo no podrá entrar el que practica el pecado, sino aquel que
nació de nuevo y que fue inscrito en el libro de la vida: “No entrará en
ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los
que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. Apocalipsis 21:27.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21
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