Una medicina que cura el alma y el cuerpo.


La medicina moderna lucha desesperadamente contra todo tipo de enfermedades que plagan los cuerpos del género humano y aunque hay mucha tecnología, cada vez aparecen más enfermedades, forzando con ello a buscar avances científicos que mitiguen el impacto de éstas sobre el hombre. Ahora la pregunta es: ¿Habrá alguna solución definitiva para todos estos problemas?

Texto 1: Salmos 19:7.

La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma”.

Texto 2: Proverbios 3:7-8.

No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”.

CONCLUCIONES.

Antes de empezar esta reflexión citaremos varios principios:

1.  Las enfermedades del cuerpo son temporales, así como los es su anfitrión; por lo tanto, a pesar de que el hombre se esfuerce por combatirlas (sobre todo las incurables), un día desaparecerán, un día irán al cementerio junto con el cuerpo y de ellas ya no habrá más memoria, ni tendrán influencia más allá de la muerte.

Si una persona fallece de una enfermedad catastrófica, allá en el cementerio morirán tanto las moléculas del cuerpo humano como las moléculas de la enfermedad, allá no habrá misericordia para ninguno de los dos, ni para los gusanos porque estos también morirán de hambre, cuando ya no haya nada que comer.

2.  La enfermedad del alma, cuyo nombre es EL PECADO, sí produce muerte espiritual y sus consecuencias se reflejarán en la vida del hombre por una eternidad; pues los limpios de pecado, que son aquellos que fueron lavados con la sangre de Jesucristo, estarán en el reino de los cielos y los enfermos de pecado estarán en el infierno perpetuamente.

3.  La enfermedad del alma se refleja en las enfermedades del cuerpo físico: “Mente sana en cuerpo sano; por eso la envidia te destruye por completo”. Proverbios 14:30. Y este versículo nos da un ejemplo de cómo la envida (que es un pecado), va destruyendo poco a poco el cuerpo, hasta el punto de que es capaz de causar su muerte.

La principal enfermedad.

Según el texto de Proverbios 14:30 podemos asegurar que muchas de las enfermedades físicas se derivan de una enfermedad principal llamada PECADO y que tiene su asiento en el alma del hombre. Por ejemplo, el alcoholismo como pecado produce enfermedades en el cerebro, en el sistema digestivo y principalmente en el hígado; la prostitución trae enfermedades infectocontagiosas, siendo la mayor de ellas el VIH; la drogadicción trae enfermedades en el cerebro, fuera de la adicción a las drogas y la ruina económica; la rumba nocturna impide que el cuerpo se repare mediante el sueño, trayendo cansancio físico y deterioro de la salud mental y física; el adulterio conlleva a la separación con sus consecuentes enfermedades mentales para los repudiados (incluyendo los hijos abandonados); etc.

Para las enfermedades del cuerpo hay muchos medicamentos y estos deben ir evolucionando cada día debido a que el cuerpo va creando resistencia a ellos; por su lado los virus y bacterias también van cogiendo resistencia a los medicamentos debido a tratamientos inadecuados o a la automedicación y por este doble problema es que los científicos tienen que estar buscando cada día nuevas alternativas para el manejo de las enfermedades. Por suerte la medicina divina no necesita evolucionar ante los nuevos brotes epidemiológicos.

La medicina efectiva.

Sin embargo, para la enfermedad del alma ya fue prescrita una medicina de parte de Dios desde hace muchos años y esta medicina no necesita avances, esta medicina no prescribe como las medicinas naturales y las de farmacia y esta medicina es la PALABRA DE DIOS: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma”.

Al tomar esta medicina diariamente, ella se encargará de convertir el alma, haciendo que el individuo muera al viejo hombre lleno de vicios y pecados, y que allí en su corazón entre a morar el Espíritu Santo de Dios, convirtiéndolo de esta forma en una nueva criatura apta para entrar al reino de los cielos. Ya limpia el alma y con la presencia del Espíritu Santo, empieza la purificación del cuerpo, ya que muchas de las enfermedades físicas son producto del pecado y también producto de los demonios que antes de su conversión habitaban en el corazón del hombre.

Cuando el hombre está libre de pecado, o sea que está apartado del mal y también cultivando el temor a Dios en su corazón, entonces tiene la promesa de la sanidad para su cuerpo completo: “No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos”. Proverbios 3:7-8. Cumplidos los requisitos y mediante la fe, el cristiano fiel puede apropiarse de esta promesa de sanidad total, para su vida.

Y si quedan enfermedades en el cuerpo, puede deberse a que hacen parte de las aflicciones impuestas por Dios, cuyo principal propósito es forjar el carácter del cristiano y llevarlo hasta la estatura de Cristo, por lo cual no es la voluntad de Dios el sanarlas. Otro tanto de enfermedades derivan de los malos hábitos alimenticios; otras de no proporcionarle al organismo alimentos variados que incluyan todos los elementos necesarios para la manutención del cuerpo como vitaminas, minerales, proteínas y oligoelementos; y otras por la vida sedentaria con una total ausencia de ejercicio para el cuerpo. 

Y un remanente pequeño de enfermedades las coloca Dios con el fin de glorificarse mediante la sanidad, como ocurrió con los miles de casos que Jesucristo sanó mientras duró su ministerio aquí en la tierra, para poder demostrar que Él era Dios y que tenía potestad sobre la vida, sobre la enfermedad y también sobre la muerte: Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Juan 11:4.

Han existido también muchos hombres de fe, que mediante el poder del Espíritu Santo reprenden las enfermedades y estas huyen de sus cuerpos, tal es el caso del evangelista Yiye Ávila que vivió 45 años sin visitar un solo médico, hasta el día que murió de un paro cardiaco y fue llevado a la presencia de Dios. Esto quiere decir que, mediante la fe, se apropiaron de la promesa de sanidad descrita en Proverbios 3:7-8.

Es de anotar que en la concepción original del hombre no había enfermedad, pues allí en el Edén gozaban de vigor y de salud y por eso encontramos hombres aún después de la expulsión del paraíso como Matusalén que vivieron 969 años sin ninguna enfermedad y que murieron en buena vejez; sin embargo, con el pasar de los años y con el auge del pecado, el genoma humano empezó a deteriorarse, generando descendientes que tuvieran enfermedades de nacimiento o que tuvieran predisposición a ellas durante el transcurso de sus vidas.

¿Entonces por qué la humanidad sigue enferma si existe una medicina para el alma y también para el cuerpo? El problema es que el hombre no quiere tomarse la medicina que es LA PALABRA DE DIOS, dado que encuentra más placer en el pecado; por ejemplo, el hombre es feliz trasnochándose con sus rumbas llenas de vicios y de pecado; también es feliz visitando templos llenos de ídolos y venerándolos; también es feliz viendo jugar un partido de futbol, pero hace malacara cuando lo invitan a la iglesia; también se siente satisfecho ignorando la Palabra de Dios y evadiendo así cualquier tipo de compromiso con su Creador; por lo cual no se le ven intenciones de tomarse la medicina.

Si el hombre gustase de la medicina regalada por Dios, todos viviríamos en un paraíso terrenal, llenos de paz y de verdad, que es el resultado de la sanidad del alma y también sanos físicamente a causa de la curación y la medicina recibidas constantemente de parte de Dios: “He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad”. Jeremías 33:6.

Por esta razón (no gustar de la medicina) es que el hombre va en una carrera sin control hacia el infierno, porque no quiere saber nada de la medicina que nos ha regalado Dios para que se libere de la esclavitud del pecado y de la muerte espiritual en que se encuentra y que de paso se libere también de las enfermedades físicas; pues esta medicina es vida, gozo, vigor y paz a todo el que la toma: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Hebreos 4:12.

Estimado hermano y amigo, sino nos tomamos la medicina que es la Palabra de Dios, seguiremos muertos espiritualmente y aún peor, nuestro cuerpo sufrirá las consecuencias. Y si usted es uno de los que vive feliz, que no tiene problemas de ninguna índole y que tampoco toma de esta medicina, entonces le tengo una mala noticia: Usted es del diablo y por dicha razón el diablo en vez de perseguirlo y ponerle problemas, más bien lo cuida, porque eres de su propiedad y el diablo solo ataca a los del equipo contrario.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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