La mayor causa de mortalidad en el mundo.

Entre las principales causas de muerte en el mundo en 2024 se encuentran las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y la contaminación del aire; sin contar con los que mueren en las guerras y en las hambrunas.  Aun así, ninguna de estas causas tiene el potencial suficiente para matar el alma y el espíritu del hombre.

Texto: Mateo 10:28.

Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.

CONCLUSIONES.

Recordemos que hay dos tipos de muerte: La muerte física y la muerte espiritual. La primera ocurre cuando el alma y el espíritu del hombre se separan del cuerpo y dado que la vida está en el espíritu, entonces el cuerpo queda sin vida y todos sus órganos y funciones se apagan empezando por el corazón y luego por el cerebro. Por su parte la muerte espiritual consiste en la separación del alma y el espíritu de su Creador y su consecuente sufrimiento eterno en el lago de fuego y azufre.  

Esto significa que la vida eterna es la comunión íntima con Dios o la cercanía personal con Él por una eternidad, en donde nos hacemos partícipes de su gloria, de su amor, de sus bendiciones y de sus riquezas; y donde nuestra única responsabilidad es elevar cánticos y alabanzas en su presencia.

En las dos muertes hay separación; pero solo en la primera, el cuerpo se desintegra hasta quedar solamente sus huesos, mientras que en la segunda el alma y el espíritu revestidos de un cuerpo espiritual permanecen intactos por una eternidad.

A pesar de que diariamente mueren miles de personas, el hombre vive como si nunca fuera a morir y por esta causa no se prepara, ni está preparado para el día en que su cuerpo deje de funcionar y su alma y su espíritu se tengan que presentar ante el gran trono del juicio final, para definir donde vivirá la eternidad, si en el cielo o en el infierno.

Y si no hay eternidad para el cuerpo, ¿Entonces el hombre por qué se preocupa por la muerte física? El primer motivo es el desconocimiento, pues el hombre se aferra solo a lo que ven sus ojos, incluyendo todas las experiencias de sus coterráneos; pero lo que no vemos es más real de lo que está visible: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. 2 Corintios 4:18.

El segundo motivo es que el hombre está vislumbrado por los placeres del mundo y los deleites de la carne y, por tanto, equivocadamente piensa que vino a este mundo solo para disfrutar y que una vez finalice su vida, entonces que todo se acabará, incluyendo la noción de su existencia; pero nada de esto es correcto, pues como dicen algunos, la muerte es apenas el inicio de una nueva vida; y la biblia nos declara que los muertos serán resucitados y los vivos transformados, para entrar a esa nueva dimensión, donde unos vivirán para gozo eterno y otros para castigo eterno: “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”. 1 Corintios 15:52.

Ahora, ¿De qué depende tener vida o muerte espiritual luego de la muerte física? El alma y el espíritu son inmortales; es decir, nada los puede destruir porque son de carácter eterno, así como lo es su Creador; pero para llegar a esa vida, se necesita vivir en justicia, paz y santidad; de lo contrario al hombre le tocará conformarse con el castigo eterno, que es sinónimo de muerte espiritual: “Como la justicia conduce a la vida, Así el que sigue el mal lo hace para su muerte”. Proverbios 11:19.

El texto nos dice: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar”. Por tanto, según el dictamen de Dios, no es necesario temerle ni a las enfermedades, ni a los que pueden matar el cuerpo por dos razones:

Primero, este tipo de cosas ponen en peligro el cuerpo físico y en casos extremos le quitan la vida; pero este no es el fin del hombre interior, dado que este es eterno; entonces cualquier evento que lleve a la muerte física, lo que hace es apresurar la entrada a ese segundo ciclo de vida, que es algo que anhela todo cristiano fiel, y es el hecho de estar en la presencia de Dios allá en el cielo.

Como segundo siempre hay alguien que tiene el control de nuestras vidas; por lo tanto, si eres hijo de Dios, el cuidará de ti si es necesario o dispondrá de tu vida según sus planes específicos. Y si eres hijo del diablo, entonces el diablo dispondrá de tu vida y allí no podrá intervenir Dios, por cuanto, cediste el control de tu vida al diablo, mediante la práctica del pecado: “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios”. 1 Juan 3:10.

Entonces, ¿Cuál es la recomendación de Dios? Dios nos dice que temamos a aquel que puede enviar ese ser espiritual al infierno: “Temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. ¿Y cuándo sucederá esto? Habrá un juicio final delante del gran trono blanco y allí se dará el veredicto de dónde debe pasar la eternidad cada uno de los hombres, que estarán allí de pie (en alma y espíritu) revestidos de un cuerpo espiritual.  

Por lo anterior solo Dios es digno de temor, dado que Él es el que tiene potestad para enviar las almas al infierno; pues de nada sirve temerle a la muerte física, que es algo que temprano o tarde llegará y que no interfiere en nada con nuestra vida futura; a no ser que la persona se muera sin arrepentimiento y sin haber recibido a Jesucristo como su salvador.

Esto de destruir suena como a desintegración, pero el verdadero sentido de la muerte espiritual es el hecho de estar separados de la gloria de Dios y estar confinados en un sitio especial donde padecerán de llanto y de dolor por el resto de sus vidas: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. Apocalipsis 21:8.

¿Y esto de qué depende? Si la persona en vida acudió arrepentido a los pies de Cristo, le recibió como su salvador y vivió una vida de obediencia y santidad a Dios, entonces su veredicto será vida eterna en los cielos y por el contrario castigo eterno en el lago de fuego y azufre; esta es la muerte segunda, que no se asemeja a una desaparición, dado que el hombre interior seguirá existiendo por una eternidad.

Estimado hermano y amigo, ¿Para qué nos preocupamos tanto por el cuerpo físico y nos olvidamos de que tenemos un alma y un espíritu que sí realmente debemos cuidar? Porque nuestra vida en el más allá va a ser eterna, al contrario de la vida terrenal donde todo es temporal.

Por lo tanto, la plaga del pecado es la mayor causa de mortalidad en el mundo y está matando y enviando a miles de personas diariamente al infierno; pero el hombre no quiere darse cuenta de esta cruda realidad; es decir, el hombre está en un estado de somnolencia espiritual y no quiere escuchar ni mucho menos entender: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Romanos 5:12.

Por el pecado entró la muerte al mundo y por causa del pecado y la falta de arrepentimiento del hombre, entonces es que la mayoría de los que mueren físicamente, también están cayendo al infierno, donde ya no habrá ninguna solución. Esto de estar allí se asemeja a una cadena perpetua terrenal, donde el condenado solo saldrá cuando muera; sin embargo, de allí del lago de fuego y azufre jamás podrá salir, porque su ser espiritual es eterno.

Y esperar a que Dios se arrepienta de enviar al género humano a este tipo de castigo, no es una opción, pues Él no piensa como nosotros : “Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”. Números 23:19.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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