Nadie se gana el cielo sin hacer nada.

Estamos ante una generación que se cree buena y digna de entrar al reino de los cielos, aunque estén muertos espiritualmente debido a que no creen en el Dios verdadero, ni buscan su presencia.

Texto: Proverbios 30:12.

Hay generación limpia en su propia opinión, Si bien no se ha limpiado de su inmundicia”.

CONCLUSIONES.

Para comenzar es necesario recordar un principio fundamental y es que todos somos pecadores; ya sea porque cargamos con la naturaleza pecaminosa heredada de Adán y Eva o porque vivimos en pecado constante, como sucede en la gente del común: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Romanos 5:12.

Como segundo principio, hay que recordar que es posible librarnos de esa naturaleza pecaminosa mediante el nuevo nacimiento, donde el hombre nace de nuevo como un ser espiritual; es decir, que pasa de estar muerto a estar vivo y esto sucede mediante el bautismo en el Espíritu Santo, donde somos crucificados juntamente con Jesucristo para muerte del hombre de pecado y mediante el poder de Dios, somos resucitados como una nueva creatura: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos”. Colosenses 2:11-12.

En este punto, el pecado ya no se enseñoreará más de nosotros porque la simiente de ese nuevo ser es Dios; es decir, que ya no practicamos el pecado, aunque sigamos expuestos a él de forma involuntaria, mientras estemos viviendo en este cuerpo de carne y hueso: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. 1 Juan 3:9.

En conclusión, es indispensable el nuevo nacimiento, sin el cual nadie entrará al reino de los cielos: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Juan 3:3. Entonces como mínimo tenemos que nacer de nuevo para escaparnos del infierno y esto no se logra estando quietos y mirando a ver qué nos depara el destino.

El no hacer absolutamente nada por su salvación, conlleva a que usted siga siendo un muerto en vida, por lo cual no podrá heredar el reino de los cielos, ya que Dios es Dios de vivos y no de muertos: “Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis”. Mateo 12:27.

La prueba fehaciente de que una persona es nacida de nuevo es la presencia del Espíritu Santo de Dios en su corazón; si allí en el corazón gobierna Cristo, entonces es un hijo de Dios, con entrada libre al reino de los cielos; de lo contrario, allí en el corazón gobiernan espíritus inmundos o demonios y por tal razón ese ser interior del hombre es propiedad del diablo, el cual irá a hacerle compañía al lago de fuego y azufre.

¿Y cómo se comprueba quién es el que hace presencia en el corazón del hombre? La palabra de Dios dice que por los frutos los conoceréis, pues si la persona da frutos de la carne, entonces es un hombre común, hijo del mundo; pero si da los frutos del Espíritu, entonces es un hijo de Dios: “No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto”. Luca 6:43. También el don de discernimiento del Espíritu Santo, nos permite conocer quién habita en el corazón de una persona.

Es decir, que, si usted sigue diciendo mentiras, así las considere piadosas, entonces usted es un hijo de las tinieblas y no un hijo de Dios. ¿Y si usted dice que no tiene la culpa porque se le salen las mentiras involuntariamente? La respuesta es que, si del corazón se escapan unas mentiras, indudablemente su corazón está lleno de otras inmundicias; por lo tanto, no puedes creerte bueno si no has muerto al viejo hombre de pecado: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. Romanos 6:6.

Pero los que se creen buenos y dignos de salvación, ni siquiera saben qué es el nuevo nacimiento; y no lo pueden conocer porque tampoco escudriñan la Palabra de Dios; es decir, que son ignorantes espirituales y creen que con solo pertenecer a una religión van a ser salvos, o que con solo invocar a la virgen o a uno de los santos de la iglesia popular, que entonces ellos se encargarán de conducirlo al cielo haciendo uso de sus convenios con Dios y en el peor de los casos creen que Dios tiene la obligación de salvarlos así no se hayan arrepentido y que debe permitir su entrada al cielo así estén cargados de inmundicia y de pecado; por tal razón dice la Palabra, que el hombre se está perdiendo por falta de conocimiento: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos”. Oseas 4:6.

Según el consenso popular todos los hombres son buenos, sobre todo cuando se mueren ya que en ese estado no pueden hacer ni bien ni mal; y por eso, es muy frecuente escuchar expresiones como estas, cuando una persona muere físicamente:

1. “Que en paz descanse”. Partamos del hecho que la mayoría de los que mueren van para el infierno, pues nunca han recibido a Cristo como su señor y salvador; ¿Entonces cómo podrán descansar en el infierno? Esto es absolutamente imposible; pues solo hay descanso en Cristo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:29.

2. “Está en el cielo haciéndole compañía a Dios”. No es posible que una persona que nunca se preocupó por buscar de Dios, ahora luego de muerto vaya a hacerle compañía a alguien que no conoce; eso es absurdo, pues el hombre común es un desconocido para Dios: “Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco”. Mateo 25:12.

3. “Está en el cielo cantándole a Dios”. Si aquí en la tierra solo le cantó al mundo con sus pasiones y deseos, a las mujeres, al amor pasional, a las parrandas, al alcohol, etc.; entonces ¿Cómo podría ir al cielo a cantarle a Dios alabanzas que desconoce totalmente? Esto es imposible, además de que nada sucio entrará allá: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. Apocalipsis 21:27.

4. “Se fue para el cielo y desde allá nos está cuidando”. Si no pudo cuidarse a sí mismo y tampoco pudo hacer nada frente a la muerte, ¿Cómo creen que desde el cielo podrá cuidar a otros? Y si no está en el cielo, sino en el infierno, mucho menos podrá hacerlo porque estará privado totalmente de su libertad. La verdad es que el que muere, pierde la noción de este mundo y queda totalmente aislado de él: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido”. Eclesiastés 9:5.

5. “Que Dios lo tenga en su eterno descanso”. Si no hizo nada durante su vida para acercase a Dios y tener comunión con Él; mucho menos lo podrá hacer después de muerto aún con los buenos deseos de sus familiares o amigos. Si Dios en su potestad hiciera algo insólito y le mostrara a la familia en dónde están ahora sus seres queridos ya fallecidos, seguramente quedarían espantados de terror; pero esto en nada les ayudaría a arrepentirse, sino más bien, que los haría protestar contra Dios; además de que Dios desea que lleguemos a Él mediante la fe y no por huir de una realidad espantosa.

¿Entonces qué es lo que realmente sucederá luego de la muerte?

La verdad es que, si usted no se arrepintió, ni entregó su vida a Jesucristo y tampoco vivió en obediencia a Dios, no habrá forma de que tenga un futuro dichoso en el reino de los cielos y más bien sí tendrá asegurado un sufrimiento eterno en el lago de fuego y azufre.  Muchos pensarán que esta es una posición extremista, pero esto es lo que dice Dios y debemos creerle a Él porque suya es la verdad y la vida: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:6. El único que te puede salvar es Jesús; por el contrario, el destino y demás líderes religiosos solo te conducirán al infierno.

Además de esto es preferible que le digan la verdad ahora, aunque esta le conmueva las entrañas, y que por este medio logre arrepentirse a tiempo; a que le digan mentiras, como “usted es ya salvo por medio de la virgen” y que cuando muera se encuentre tembloroso ante una realidad terrorífica, que nunca le advirtieron.

¿De qué sirve creerles a los hombres o a las religiones, si Dios es el único que tiene la verdad? Y el hecho de no creerle a Dios, significa que nosotros mismos nos estamos crucificando para perdición, nada más por el hecho de querer vivir una vida placentera congraciada con el pecado y sin compromisos con Dios.

El llamado es que no sea irresponsable con su alma, no crea en los conceptos de los líderes o religiosos; más bien póngase en la tarea de estudiar la biblia del cristianismo para que Dios le revele qué es lo que debe hacer, para que un día no vaya a terminar en el infierno, donde usted nunca querría estar.

Y finalmente, por eso dice Dios en el texto base: “Hay generación limpia en su propia opinión, Si bien no se ha limpiado de su inmundicia”; esto significa que la generación de hoy en su mayoría es pecadora, y que también se creen limpios y algunos de ellos se creen hasta santos; pero no miran su corazón, el cual está lleno de inmundicia, pues con una pequeña mentira o vulgaridad que salga del corazón, eso ya es una evidencia de que el corazón de ellos está lleno de perversidad.

Estimado hermano y amigo, así como nadie se vuelve alcohólico sin tomar licor, tampoco nadie se salva o llega al cielo sin hacer absolutamente nada, solo quedándose quieto y esperando que al final de sus días Dios tenga misericordia y lo rescate de este mundo, así como lo hizo con Enoc, a quién Dios envió carros de fuego que lo arrebataron de la tierra y se lo llevaron al reino de Dios. No esperes que esto suceda contigo, pues Enoc andaba con Dios, pero tu hombre común, andas con el mundo y juntamente con el mundo perecerás si no haces nada para llegar a los pies del único salvador y redentor que es Jesucristo.

Y aún aquellos que se creen cristianos porque van a misa o a culto los domingos, aquellos que no se han convertido y que todavía siguen viviendo en la carne con sus pasiones y deseos, a ellos también les espera el lloro y crujir de dientes por una eternidad.

¿No sabes qué hacer? Acude a Jesucristo, que él te guiará por el camino correcto.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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