¿Qué le hace falta para ser feliz?
Cuando se les pregunta a las personas sobre qué les hace falta para ser feliz, se obtienen respuestas muy variadas, pero muy pocas de ellas consideran que el hombre aquí sobre la tierra es temporal y que tendrá una eternidad por vivir luego de su muerte física, en donde estará la verdadera felicidad o el sufrimiento eternos, según escoja el hombre mientras esté vivo.
Texto:
Salmos 16:11.
“Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu
diestra para siempre”.
CONCLUSIONES.
Además de que las personas no estiman para nada la vida
después de la muerte, tampoco tienen la suficiente inteligencia para determinar
qué es lo que realmente los hará felices; pues unos opinan que su felicidad
está en tener bastante dinero para gastar en todo lo que quieran, otros dicen
que teniendo una finca grande con árboles frutales, con ganado, con animales
domésticos, y otros lujos, que entonces serían felices; otros dicen que
teniendo un negocio con una buena clientela que le permita obtener una buena
rentabilidad y sobrevivir en todo tiempo; otros dicen que tener una familia con
todos los hijos ya grandes y cada uno ejerciendo su profesión; otros dicen ser
felices entrando en el mundo de la política, donde tengan influencia y poder
sobre multitudes; otros sueñan con ser escritores o poetas de renombre para ser
felices, otros sueñan con ser gerentes de alguna empresa y andar en un carro
último modelo, otros sencillamente piensan en viajar y conocer el mundo, otros
sueñan con estar siempre saludables y poder deleitarse con todo tipo de manjares,
y en los estratos más bajos de la sociedad, el tener drogas, alcohol y mujeres
parece que los hace ser felices, etc.
¿Pero en dónde está realmente la felicidad?
Partimos del hecho totalmente irrefutable de que todos
fuimos creados por Dios y que esta tarea la sigue ejerciendo Dios a través de
uno de los seres más sublimes que Él mismo creó, el cuál es la mujer; y que a
través de ella Dios permite la concepción y luego de este hecho, entonces Dios
forma en su vientre cada una de las células, moléculas y órganos del nuevo ser
viviente de acuerdo a un programa particular ya preestablecido como lo
evidencia el siguiente texto: “No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que
en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi
embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban
escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de
ellas”. Salmos 139:15-16.
Entonces si Dios es nuestro creador, con plena certeza
podemos decir que sólo de Él depende la felicidad absoluta, pues como estamos parados
sobre la tierra, todo lo que busquemos relacionado con el mundo es temporal y
un día llegará a su fin; por lo tanto, ninguna cosa de la tierra nos podrá dar
gozo eterno, sino un gozo temporal y perecedero, así como son los alimentos que
se transportan en un camión, que al quedar varado en carretera, comienzan a descomponerse;
así mismo son las fuentes de felicidad terrenales, que hoy son y mañana ya
desaparecen; y tenemos como ejemplo el dinero y las riquezas, que hoy pueden
estar en nuestras manos, pero mañana podrían desaparecer por la acción de malos
negocios, catástrofes naturales, ruina, alta inflación, hurto, guerras, un mal
gobierno, etc.: “¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas?
Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo”. Proverbios
23:5.
¿Y si lo terrenal no es la fuente de la verdadera
felicidad, entonces en dónde debemos buscarla?
Definitivamente, esa felicidad absoluta para el hombre
también está en manos de nuestro Creador, porque Él es la fuente completa de
gozo: “En tu presencia hay plenitud de gozo”. La verdad es que Dios nos
puso un corazón que hace parte del alma, y ese corazón no puede estar vacío y
debe estar ocupado por el Espíritu Santo que es la fuente de todo gozo, pero si
el corazón está ocupado por espíritus inmundos y demonios (lo que es normal en el
hombre común y pecador), entonces habrá tristeza y dolor en el corazón (o una
felicidad engañosa), porque las tinieblas solo tienen como propósito el
destruir al hombre: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir;
yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
Juan 10:10.
Y el hecho de tener a Dios o estar cerca de Él, trae
otras fuentes de felicidad a nuestra vida, como lo expresa el texto principal:
“Delicias a tu diestra para siempre”. Delicia es algo exquisito a
nuestro paladar, entonces imagínese las exquisitas riquezas que Dios tiene
preparadas para entregar a sus hijos y que no se trata de comida para llenar
nuestro vientre y que tampoco son temporales dado que la frase está acompañada
por estas palabras “para siempre”.
¿Y cómo podemos llegar a este gozo completo?
Dios nos muestra cómo llegar hasta su presencia y tener
esa felicidad completa que nuestra alma necesita y eso se hace a través de la
sabiduría que se encuentra en su palabra: “Me mostrarás la senda de la vida”.
Con la garantía, de que, si el hombre nace de nuevo y recibe al Espíritu Santo
de Dios en su corazón, entonces ese gozo y esas delicias ya estarán de tiempo
completo en su corazón, porque allí mora su Creador.
Y lo bueno de tener la presencia del Espíritu Santo en el
corazón, es que Él nos sella para el día de la redención, sello que nos
identifica como verdaderos hijos de Dios y que nos garantiza la entrada al
reino de los cielos, donde la felicidad será continua, perfecta y eterna; por
lo cual, nada de lo que podamos recibir aquí en la tierra es comparable con la
gloria venidera que tendrán los verdaderos hijos de Dios: “Pues tengo por
cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria
venidera que en nosotros ha de manifestarse”. Romanos 8:18.
¿Entonces para qué busca el hombre la felicidad temporal
sin la garantía de vida eterna?
El tema es que al hombre le falta sabiduría y
entendimiento; es decir, que cuando se trata de felicidad, el hombre piensa con
su carne (como lo hace el glotón que piensa con su estómago), porque no ha
buscado el conocimiento y la sabiduría que viene de lo alto y, por lo tanto, su
mente está limitada y no puede ver (porque no tiene fe) lo que hay más allá del
mundo terrenal con sus abundantes riquezas, de las cuales Dios puede hacer
partícipes a sus hijos: “Para mostrar en los siglos venideros las abundantes
riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”.
Efesios 2:7.
Estimado hermano y amigo, no busques la felicidad
temporal, la cual un día llegará a su fin y entonces lo que era felicidad, se
convierte en dolor y frustración; y más bien busca de Dios y recibe a Cristo en
tu corazón, para que tengas la felicidad absoluta mientras estés viviendo aquí
en la tierra y aún más allá de la muerte.
Las riquezas pueden desaparecer y escapar de nuestras
manos; la gloria del mundo, aquella que persiguen los famosos, también perecerá
un día; y aún nuestra familia también morirá si no lo hacemos primero nosotros;
entonces es mejor buscar la felicidad verdadera la cual solo nos la puede
asegurar nuestro Creador. Y esta felicidad hace parte de los valores agregados
de la vida eterna que tendrán los cristianos que hayan nacido de nuevo; es
decir que, si usted no nace de nuevo, no puede entrar al cielo y por consiguiente
tampoco tendrá esa felicidad absoluta: “Respondió Jesús y le dijo: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios”. Juan 3:3.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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