Un día llegará una sorpresa que nunca esperabas.
Por naturaleza el hombre le teme a los problemas ocultos, los cuales desconocemos y que pueden manifestarse en cualquier momento de nuestras vidas; por ejemplo, una enfermedad catastrófica, la muerte de uno de nuestros más allegados, una incapacidad laboral, el desempleo, una gran crisis financiera, una hambruna, una pandemia, etc.; todas estas cosas pueden aparecer en forma imprevista; sin embargo, hay una situación que es aún más terrorífica, que la personas desconocen de antemano y que está tomando por sorpresa a millones de personas en todo el mundo.
Texto:
2 Pedro 2:4-10.
“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino
que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser
reservados al juicio; y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé,
pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el
mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de
Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de
vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los
malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma
justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de
tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para
ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la
carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío”.
CONCLUSIONES.
Como humanos no nos gustan las sorpresas, sobre todo si son malas; pero imagínese
la situación de aquellos que mueren y cuando despiertan se encuentran en medio
del infierno, rodeados de llamas y también de demonios que los torturan y que se
burlan de ellos.
Hasta aquí no hay problema si no se tratara de usted,
pero ¿Qué sentiría, si usted es
una de esas personas que apenas acaban de llegar al infierno? Eso sí
que es una situación terrorífica y catastrófica; pero es la realidad, pues
millones de personas están muriendo diariamente (62 millones el último año) y su
mayoría están cayendo al infierno, porque nunca dedicaron tiempo de su vida
para arrepentirse, para recibir a Jesucristo como su salvador y para vivir una
vida de obediencia y santidad a la palabra de Dios.
Imagínese esa tremenda cantidad de personas incluyéndolo
a usted blasfemando de Dios, maldiciendo la religión que los envolvió con
mentiras, maldiciendo a líderes, pastores y curas que nunca les predicaron la
verdad, maldiciendo a sus amigos que nunca le hablaron de Cristo o renegando del
camino erróneo que tomaron. Aquí no funciona ese dicho que reza así: “Las cosas
malas le pasan solo a los demás y a mí no me tocan”.
La verdad es que hay muchos caminos que el mismo hombre
ha creado y que piensa que mediante ellos llegará a ser salvo; pero no se
equivoque, pues solo hay un camino que conduce a Dios y es a través de su hijo Jesucristo y
el resto de caminos conducen al infierno: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:6.
Solo el Dios del cristianismo conduce al cielo, las demás
religiones y sectas son creaciones de las tinieblas cuyos dioses son demonios y
que son creadas con el propósito de envolver y enviar a sus seguidores al
infierno.
Aún si su religión le asegura que lo conducirá al cielo,
pero tienen otros intermediarios diferentes a Jesucristo, están perdidos y
usted también se perderá si cree en esa religión y se refugia bajo su sombra: “Hay
camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte”.
Proverbios 14:12.
Veamos algunos de los errores en que anda sumergido el
mundo y por los cuales les espera una tragedia:
1. La mayoría de
los hombres creen que no necesitan de Dios; es decir, que ellos desprecian el señorío
del Altísimo; pues tienen una familia, una casa, unos estudios, un trabajo y
básicamente saborean un futuro estable y aún una pensión para su vejez; pero no
están interesados en nada relacionado con Dios y hasta les choca que se les
hable del evangelio, pensando que dichos mensajeros son solo unos religiosos
que quieren estorbar sus buenos propósitos en esta vida.
2. Otros muchos no
creen que hay un lugar de castigo ni mucho menos un Dios que exige santidad,
entonces siguen viviendo para el mundo con sus pasiones y deseos, con su
injusticia y su maldad, pensando que solo tienen esta vida presente y que deben
disfrutarla a como dé lugar.
3. Otros creen que
hay un Dios de infinito amor que pasa por alto el pecado del hombre y que por
consiguiente no los dejará ir al infierno; entonces aprovechan esta supuesta
debilidad de Dios para vivir sin restricciones y sin el temor de ser enviados a
un lugar de castigo luego de su muerte.
4. La religión
popular ha convencido a sus seguidores de que ellos tienen suficientes
intercesores y santos que hablarán por ellos delante de Dios (incluyendo a
María) y que librarán sus almas del castigo eterno; y que, si esto no fuere
suficiente, que entonces también disponen de un “purgatorio” (que no tiene
fundamento bíblico; es decir, que no existe), de donde podrán ser sacadas sus
almas y llevadas al cielo mediante las plegarias de los vivos.
5. Las sectas y
doctrinas erróneas han convencido a sus fieles de que existen otros dioses que están
más cercanos a las necesidades del hombre, que son más complacientes con el género
humano, que además tienen pocas exigencias para sus seguidores y que también
les gusta algunos pecados como al hombre. Entonces allí en esas madrigueras de
demonios (porque son dirigidos por una legión de ellos), se siente feliz el
hombre y despreocupado de la desgracia que le vendrá por sorpresa.
¿Y cuál es la realidad de todo esto?
Dios nos muestra en su palabra que esto de los juicios es
muy real, y que, así como han habido juicios en los tiempos antiguos, también
los habrá en los tiempos venideros, incluyendo el gran juicio del trono blanco,
donde tendrán que comparecer absolutamente todos (los muertos serán resucitados
y los vivos transformados para que estén allí en pie delante el tribunal): “Ahora
es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”.
Juan 12:31.
Y para los que piensan que la muerte les abre una nueva
oportunidad para vivir una vida mejor que la anterior y quizás más alejados de
la maldad, deben saber que solo se muere una vez y que luego vendrá el juicio
final: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una
sola vez, y después de esto el juicio”. Hebreos 9:27.
La idea es que, si hay juicios futuros, esto indica que
Dios no hará excepciones, pues Dios ama al hombre, pero no ama su pecado; y si
el hombre sigue disfrutando del pecado, entonces no hay otra solución de parte
de Dios, sino entrar en juicio con él: “Jehová es tardo para la ira y grande
en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y
el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies”. Nahúm 1:3.
Veamos algunos de los juicios hechos por Dios en los
tiempos antiguos:
1. El
juicio sobre los ángeles caídos.
Una tercera parte de los ángeles fue contaminada por
Lucifer a causa de su orgullo y altivez, y como consecuencia de ello también
fueron expulsados de los cielos junto a aquel ser que luego se llamaría satanás
y que sería el enemigo número dos del hombre, luego de su propia carne: “Porque
si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno
los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio”.
Observe que no hubo misericordia con los ángeles a pesar
de que vivían en el cielo y gozaban de comunión con Dios; pues tenían que pagar
por su pecado.
2. El
juicio del diluvio universal.
La humanidad de ese entonces era tan perversa como lo es
la generación actual; sin embargo, allí había un justo con su familia y este
fue Noé, quien fue salvado del juicio en un arca que Dios le mandó construir con
sus propias manos, de tal forma que no desapareció del todo el hombre sobre la tierra:
“Y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de
justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los
impíos”.
3. El
juicio contra Sodoma y Gomorra.
Y otra vez, la perversidad del hombre rebosó la copa de
Dios y entonces Jehová se vio obligado a acabar con estas ciudades, eso sí
salvando a los únicos justos que habían allí, como lo fue Lot y su familia: “Y
si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas
a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró
al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este
justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo
los hechos inicuos de ellos)”
¿Y entonces qué le espera a este mundo perverso?
Seguramente que hay misericordia para aquellos que se
arrepienten y siguen las pisadas de su maestro Jesús, convirtiéndose en unos
piadosos como los llama este texto: “Sabe el Señor librar de tentación a los
piadosos”.
Pero también habrá juicio para los inconversos, aquellos
que no quieren arrepentirse y que siguen viviendo para la carne y para el mundo
con sus pasiones y deseos; y mayormente para aquellos que desprecian el señorío
de Cristo; es decir, que son indiferentes delante de Dios: “Y reservar a los
injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que,
siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el
señorío”.
No pienses que, por creerte bueno, que entonces ya tienes
el cielo ganado; pues debes recordar que nacimos en pecado porque heredamos la
naturaleza pecaminosa de Adán y por tanto también heredamos la muerte
espiritual, y que el único que nos puede resucitar a una vida nueva es
Jesucristo mediante su sangre derramada en la cruz del calvario: “Por tanto,
como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así
la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Romanos
5:12.
En síntesis, si no haces nada, aunque te creas bueno,
entonces vas a tener la misma sorpresa que están teniendo millones de personas
que llegan cada día al infierno. Y dirás, ¡No lo entiendo, porque yo seguía cumplidamente las tradiciones de mi religión e iba todos los domingos a la
iglesia! Debes recordar que los ritos no transforman absolutamente a nadie
y lo único que sirve es que te arrepientas, que recibas a Jesucristo como tu
salvador y que vivas una vida totalmente nueva.
¿Ves que no se trata de seguir tradiciones y costumbres,
y que más bien se trata de vivir una vida nueva habiendo muerto al viejo hombre
de pecado mediante el bautismo en Cristo Jesús? Es por esta razón que el
evangelio se trata del poder de Dios manifestado en el hombre y no de la
práctica de tradiciones religiosas; pues los nacidos de nuevo van al cielo;
pero los que siguen viviendo para el mundo van al infierno.
Tampoco confíes en que tu religión te va a salvar; pues
absolutamente nadie fuera de Jesucristo puede conducir a los hombres al cielo;
máxime cuando las personas tienen que arrepentirse y nacer de nuevo, porque de
lo contrario no entrarán al reino de los cielos: “Respondió Jesús y le dijo:
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios”. Juan 3:3.
Nadie podrá entrar al cielo sucio de maldad y de pecado
(aunque se vea a sí mismo como una blanca paloma), pues si Dios es santo, inevitablemente
todo el que quiera estar delante de Él también tiene que ser santo: “No
entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino
solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”.
Apocalipsis 21:27.
Estimado hermano y amigo, prepárate antes de que venga el juicio sobre la humanidad; este llamado es para la gente del común y para aquellos cristianos tibios y fríos, pues los verdaderos cristianos no andamos de sorpresa en sorpresa, sino más bien guiados por el Espíritu Santo de Dios.
¿Y cómo debe usted prepararse? Dios colocó a Jesucristo
como el único que puede limpiarnos de pecado y darnos vida eterna; por tanto,
hay que acudir a Él antes que llegue nuestra muerte, de tal forma que no seamos
sorprendidos un día en el infierno, y con terror y espanto tengamos que
reconocer que perdimos nuestro tiempo aquí en la tierra y que no hicimos nada
por salvar nuestra alma del sufrimiento eterno.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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